La audacia requiere de luminosidad para lograr conquistas duraderas. De otro modo estamos ante una revolución estéril, esa que CHESTERTON describía como un movimiento que infructuosamente vuelve al punto de partida.
Gobernar bien es un acto complejo, compuesto en un 10% de ideas y un 90% de implementación.
Lo difícil es pasar de la potencia al acto, porque es muy distinto conquistar el poder, que ejercerlo.
Se llama política, un arte que permite realizar un ideario, dándole fuerza vinculante sobre la realidad, transformándola. Eso es lo que está faltando en la Argentina.
La Comisión de la Unión Europea emitió un reporte elaborado por MARIO DRAGHI (exprimer ministro de Italia y expresidente del Banco Central de la UE) que tiene sugerentes lecciones para nuestro país. Está claro que las analogías directas suelen ser el peor error lógico en política; entendiendo esa premisa, tiene una forma y un contenido dignos de atención, especialmente considerando los actos institucionales más recientes en nuestro país: la Ley de Bases, el Pacto de Mayo y el presupuesto. Buenos enunciados, sin duda; pero con errores de contenido e implementación. Para ser más claros, sin una cosmovisión: un conjunto de ideas difusas en algunos casos, perimidas en otros; y con mucho de rezago y amateurismo en su proceso de aplicación.
Vamos a DRAGHI. El objetivo de su propuesta es “productividad y competitividad”. Identifica los valores que han servido como pilares para la prosperidad de la UE: competitividad sostenible, base para que la actividad privada sea productiva
y respete el medio ambiente; seguridad económica, que implica lidiar con los desafíos
protegiendo el empleo; apertura estratégica al mundo, es decir, inteligente y administrada; y justa competencia, garantía de un mercado vibrante, donde cualquiera tiene igual
oportunidad de éxito.
Con un norte claro, avanza identificando los desafíos y proponiendo soluciones concretas, que atraviesan estratégicamente su economía. No es un paquete de tijeretazos normativos
insustanciales; tampoco una iteración de fórmulas pasadas, probadas y fallidas. Mira el presente desde el futuro: sus problemas son la baja productividad de la economía, los altos costos de la energía, las dependencias estratégicas de materiales críticos y tecnologías, e insuficiente inversión en digitalización, descarbonización y defensa. Concreto y simple. De allí las propuestas, que promueven el mercado pero para nada descartan el Estado, menos su coexistencia, a sabiendas de que no bastan “paz, impuestos fáciles y una tolerable administración de justicia” (ADAM SMITH).
Volvamos a Argentina. El gran mérito del gobierno es de orden cultural: ha cambiado lo que parecía imposible, una mirada Estado-céntrica tan insostenible como insoportable. Es cierto que tiene límites de mayorías en el Congreso, pero cuenta con la fragmentación política y el cambio cultural de la sociedad. Esa es la senda; falta la hoja de ruta… Aquí la potencia del informe DRAGHI: los consensos se logran convenciendo a partir de una agenda con más puntos de encuentro que de antagonismo y discrepancia, de ese estilo cargado de resentimiento que primó las últimas décadas. Y qué mejor método que la
bandera de los conceptos claros y bien articulados. La Argentina necesita menos de la
polarización de siempre, y más de un marco conceptual de estabilidad para el desarrollo.