miércoles 24 de abril de 2024
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Paz para el mundo e integridad para Ucrania

El ataque de Putin a Ucrania trae como consecuencia inmediata un retroceso inesperado en la paz mundial y en el derecho internacional. Con métodos implacables e imperturbables frente a la catástrofe, bajo la impunidad de la amenaza nuclear, Rusia consuma una invasión impensada luego de la Segunda Guerra Mundial que conmueve el andamiaje institucional y legal construido por todos los países luego de 1945 y bajo el cual se vivió un período de relativa paz y prosperidad como pocas veces antes había sucedido en el mundo.

El pueblo de Ucrania resiste, como puede, la invasión. Frente a la incertidumbre del desenlace bélico enfrenta la intrusión en su territorio, muertes, violaciones a los derechos humanos, destrucción de sus hogares y el éxodo europeo más grande desde la Segunda Guerra Mundial. Y en el futuro, de acuerdo a los planes de Putin, el posible desmembramiento de su país y la repoblación por parte del invasor. Inclusive una salida razonable podría parecer una recompensa a la invasión, a la vez que una salida digna para Ucrania: el reconocimiento de una Crimea rusa, la no incorporación de Ucrania a la OTAN, y un estatus especial para las regiones de Luhansk y Donetsk.

Rusia le advierte al mundo, y lo demuestra, que tiene tanto capacidad nuclear como carácter y determinación para enfrentar un conflicto atómico. Además del terror que en cada rincón del mundo nos enfrentamos frente a esta posibilidad, el lento avance de tropas, artillería y buques de guerra tiene el efecto intimidante para Europa y todo el mundo de la posibilidad cierta del terror nuclear y de las pesadillas vividas en la primera y la segunda guerra mundial, cuyas imágenes tan presentes nos recuerdan la vivir el infierno en la tierra. Rusia utiliza esa reminiscencia como un arma a favor.

La invasión rompe, además, la inercia de la lógica de la paz en Europa. Uno de sus resultados inmediatos es una vuelta al aumento en los gastos militares de los países. El caso de Alemania es un ejemplo: abandona su no beligerancia, envía armas a Ucrania, aumenta su inversión en defensa (hasta un 2% del PBI) y financia una partida extraordinaria de cien mil millones de euros para su ejército. Además, la Unión Europea destinará dinero comunitario para el envío de armas a Ucrania, el país invadido. Este aumento de relevancia del gasto militar se hará a costa de otros destinos presupuestarios. Por otra parte, seguramente se modificarán las matrices energéticas de varios países de aquel continente, con una revalorización de las energías limpias y la energía nuclear, y con una modificación del esquema de insumos en detrimento del gas y el petróleo ruso.

El daño hecho ya es irreparable, y funcionará como una gran lección a futuro. Si bien Rusia posiblemente conseguirá parcialmente algunos de sus objetivos de mínima, su desprestigio y la pérdida de reputación para el país y para su forma de gobierno es irreversible. La mayoría de los países equidistantes del conflicto principal de la guerra fría se alejarán política y económicamente de Moscú. La Rusia de Putin ya se convirtió en un país agresivo y que desprecia la vida, tal y como afirmaban sus enemigos. Además de perseguir (cómo mínimo) a sus opositores, encarcela y castiga a la población que protesta en su contra y reprime a la disidencia. Económicamente saldrá muy golpeado y su oposición se fortalecerá. Deberá recostarse sobre China (con el historial de conflictos entre ambos países) y a la vez quedará más aislado que durante los momentos más duros posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En el largo plazo Rusia resultará perdedor.

El gobierno ruso debe que poner fin, de inmediato, a la invasión y a todo tipo de agresión militar. Debe retirar del territorio ucraniano todos los soldados y hasta el último tanque. Tiene que sacar sus barcos de aguas ucranianas y los aviones rusos deben dejar de volar en el espacio aéreo de esa nación independiente.

Argentina debe estar junto a Ucrania. En cada foro, organismo y comisión de nivel internacional nuestro país debe levantar su voz de solidaridad con la nación invadida y en contra de la cruel invasión. Nuestro país tiene que profundizar su intervención como parte de las misiones humanitarias para socorrer a los refugiados y a las víctimas de esta guerra horrorosa.

En la ONU y en la OEA Argentina debe estar entre los firmantes de las condenas a la invasión, la exigencia del retiro de tropas por parte del país invasor, y el llamado a la paz.

El gobierno argentino debe promover una cumbre de presidentes del MERCOSUR para acordar una posición común: el MERCOSUR también tiene que cumplir la función de fortalecer posiciones comunes de la región en temáticas de relevancia. Esto fortalecería la posición de Argentina y, además, consolidaría la integración regional y su principal mecanismo de articulación frente a un momento del mundo en que las relaciones internacionales serán cada vez más complejas y los organismos como el MERCOSUR cada vez más útiles para países como el nuestro.

Este año Argentina tiene a su cargo la presidencia pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). El Presidente debe retroceder de su ofrecimiento de ser la “puerta de entrada” de Rusia a América Latina y convocar a una cumbre de la CELAC para procurar unificar una posición conjunta de condena a la invasión, pedido de retiro de las tropas invasoras y búsqueda inmediata de la paz y de mecanismos que la hagan sostenible. Le va a doler, porque este gobierno mira con simpatía las autocracias, pero en esto también se juega el prestigio y la relevancia internacional de Argentina.

También este año Argentina preside el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (CDH). Sobre los hombros de la historia de los derechos humanos de Argentina, y los logros y el prestigio alcanzado por nuestro país desde el gobierno de Raúl Alfonsín, este Consejo debe analizar situaciones graves de derechos humanos en varios países, entre las que se deben incluir las violaciones a los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad que suceden, en este momento, durante la invasión a Ucrania.

Tal posicionamiento es totalmente compatible con los intereses de nuestro país: con su incursión Rusia violó el territorio ucraniano y pretende modificar el status jurídico de Ucrania. Putin reconoció la independencia de las regiones de Luhansk y Donetsk bajo la excusa del derecho de la autodeterminación de los pueblos. Argentina tiene que elevar su voz, una vez más, para denunciar este tipo de agresión bajo la cual Argentina también es víctima: reconocer y avalar la independencia de estas regiones agraviando la integridad territorial de Ucrania viola un principio elemental del derecho internacional, como sucede con Malvinas.

Pero además de esta perspectiva, el perfilamiento de Argentina frente a la crisis debe, además, honrar y proyectar nuestra historia de defensa de los derechos humanos, de la libertad y de la paz. De considerar a los hombres sagrados para los hombres y los pueblos sagrados para los pueblos. Con las luchas y los avances en derechos humanos, y con las tareas realizadas por nuestro país para la paz en la región Argentina es un faro regional de estos principios. Tiene que continuar siéndolo. También a través de pronunciamientos en conflictos que, si bien son geográficamente lejanos, tienen consecuencias en la paz global, en la economía, en los principios elementales que rigen la convivencia entre los países.

Argentina es, debe ser, una nación de defensa de la vida y de la paz, y esa aspiración tiene que subrayarse especialmente en momentos de zozobra como éste. Nuestro país se inscribe entre las naciones que cuidan el derecho internacional y procuran resguardar los acuerdos que permitieron uno de los períodos de paz y colaboración entre países más prolongados y prósperos. La Carta de las Naciones Unidas que rige desde 1945 resguarda los principios de entendimiento entre las naciones, de mecanismos para dirimir conflictos, de búsqueda de paz, libertad y bienestar de todos los países, todos los pueblos y todas las personas.

Argentina y los argentinos tenemos que estar atentos, además, con el devenir del conflicto y de lo que suceda luego del alto el fuego. Tenemos que tener en cuenta los antecedentes que llevaron a esta situación, los factores contextuales, y los argumentos que funcionan como excusa para un afán expansionista, en este caso de Rusia. Un marco internacional cada vez más complejo, y que tiene a sus instituciones amenazadas, requiere del compromiso de nuestro país con el cuidado de la paz y la amistad entre los pueblos, ya sea a través nuestro como de nuestra región en su conjunto, y con nuestros aliados, socios y amigos.

Esto implica también reflexionar y estar atentos a lo que sucede en el marco de los acuerdos de seguridad en Europa. Las excusas que se enumeran en los discursos de Putin (el no cumplimiento de la arquitectura de paz y seguridad europea equilibrada prometida hacia los días finales de la URSS, la expansión irresponsable de la OTAN, las amenazas a la seguridad rusa) perdieron su legitimidad con el primer paso del primer soldado invasor. Sin embargo hay que aprender de la historia. El fin de la invasión tiene que ser inmediato. Y sin la amenaza terrible de la tragedia nuclear, sin la soga al cuello de la invasión, el mundo debe concebir un fortalecimiento del derecho internacional y del respeto por la integridad y la seguridad de los países y un fortalecimiento y una mejora de las instituciones de gobernanza global. Este conflicto unificó a Europa contra el invasor y tiene que unificar al mundo frente a las autocracias, las dictaduras y los deseos expansionistas de algunos países. Los mecanismos de solución de conflictos mediante la paz deben robustecerse y alimentarse.

En los órganos globales Argentina y la región tienen su voz, y tienen que hacer su aporte para asegurar un devenir pacífico, de prosperidad y libertad. Que cesen inmediatamente las hostilidades y se retiren las tropas invasoras de Ucrania, que se condene la invasión, que se castiguen las violaciones a los derechos humanos, que se re afirme la posición Argentina que sostuvo en relación al respeto de lo acordado mediante el Protocolo de Minsk (una solución pacífica al conflicto acordado entre Rusia y Ucrania en el 2014) y que se cumpla la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del 17 de febrero de 2015, en el que reafirma el respeto por la soberanía, la independencia y la integridad territorial de Ucrania y se establecen las condiciones para un acuerdo pacífico entre las partes.

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