sábado 21 de diciembre de 2024
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PASO, cuenta regresiva: ¿Se agotan los extremos?

A diferencia de otros países de la región, aquí no hay estallidos sociales ni las elecciones están precedidas por olas de violencia incontenible, como está sucediendo en Ecuador.

Sin embargo, asoma una resistencia pasiva: creció el ausentismo en las elecciones a escala provincial, una tendencia que viene encendiendo alarmas. Son ciudadanos que optan por la “salida” y no por la “voz”, como nos enseñara Albert Hirschman. Aquí, y en las democracias occidentales, el demos activo se achica. Ocurrió en las recientes elecciones en España. ¿Qué nos dice esta retirada de quienes rechazan votar?

Pues, en primer lugar, que no esperan que ninguno de los postulantes le cambie la vida difícil que enfrentan hoy. No avizoran un futuro mejor y optan por la retirada. Cuando el descreimiento y la fatiga dominan el humor colectivo, los que ejercen su derecho parecen estar resignados, convirtiendo a la votación en un ritual de domingo.

¿Por qué esta desesperanza no encuentra quién ilumine un rumbo alentador?

¿Qué conjeturas podemos adelantar a riesgo de volvernos muy pronto obsoletos?

En primer lugar, que este desencanto puede desestimar los extremos, ni el león que ruge con Milei contra la casta política, ni los alaridos de un Grabois que quiere todo para los que no tienen nada, sin decir cómo obtener los recursos sostenibles para hacerlo. Los extremos no convocan a la fatiga.

De ser así, nuevamente las elecciones presidenciales habrán de girar en torno a las dos grandes coaliciones: la oficialista UP y la opositora de JxC. La proliferación de candidatos presidenciales y de partidos menores, fruto de una legislación permisiva, no altera el panorama. En no pocos casos, se trata de partidos personales que operan como sellos para garantizar recursos a quienes los gerencian.

La coalición oficialista busca retener el poder y en esta elección interna combina un candidato que se presenta como moderado y moderador y otro que convoca al núcleo duro del kirchnerismo, ambos, supuestamente “unidos por la patria”.

En Juntos por el Cambio, sorprende la intensidad de los enfrentamientos que asolan a sus liderazgos y semejan un minué del que los ciudadanos son sólo espectadores: se hablan entre ellos antes que hablarle al ciudadano y así ahondan la brecha que separa a ciudadanos de políticos.

El malestar profundo, el poco interés e incluso la apatía en la sociedad, no parece encontrar eco en la consigna “es todo o no es nada” que levanta Patricia Bullrich, pero tampoco lo contiene la consigna del “sabemos gestionar” que reitera Horacio Rodríguez Larreta.

¿ Habrá tiempo para encontrar cómo llegar a los muchos descreídos de hoy? Cuando estamos cumpliendo 40 años de la llegada de la democracia, la abstención creciente y el desinterés contrastan con el entusiasmo que entonces encendió los corazones de los argentinos. Acaso la mayoría de los votantes decida su voto por oposición al que rechaza antes que por convicción en el que elige, como viene ocurriendo en la región. No lo sabemos.

En la sociedad argentina hay una tradición que concibe al diálogo político como un contubernio continuista y así se lo designó en los años de Arturo Frondizi. Confusión penosa: el diálogo no es sinónimo de defensa de un statu quo que congela un Estado colonizado por intereses corporativos de empresarios y sindicalistas: a eso sí se lo denomina contubernio continuista. La búsqueda de consensos será necesaria para transformar en leyes un programa de gobierno.

La democracia como régimen político se sostiene en dos pilares. Por una parte, el respeto de las leyes y espíritu de compromiso de sus dirigentes que definió Raymond Aron como la subordinación de las pasiones partidistas al logro de un interés común.

Por otra, una ciudadanía en la que predomine lo que Roberto Gargarella denomina “lealtad cívica” y que consiste en la defensa de un conjunto de valores que sustentan el Nunca más, en contraste con la “lealtad facciosa” que consiste en una política sin principios, sólo subordinada a intereses de facción.

¿ Habrá tiempo para encontrar el lenguaje que con la razón y el sentimiento convenza a un amplio sector de electorado que no se reconoce en las políticas estatales vigentes, de que hay un futuro mejor por delante? Tengo para mí que cuando se renueva la esperanza y cuando hay tolerancia, no hay populismos.

Mientras tanto, los argentinos estamos a la espera de propuestas que nos ayuden a avizorar un futuro, seguros de que para transitarlo, lo que cuenta no es sólo la hoja de ruta , sino y sobre todo, liderazgos honestos que enderecen el timón del Estado para poder ver la luz al final del túnel. Como señalaba Juan B Justo en el primer editorial del diario La Vanguardia, a finales del siglo XIX: “hay que construir una alternativa política al pillaje y la plutocracia”, nunca más actual…”.

Publicado en Clarín el 2 de agosto de 2023.

Link https://www.clarin.com/opinion/paso-cuenta-regresiva-agotan-extremos-_0_iN0H9AfTCz.html

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