martes 1 de abril de 2025
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País al margen de la ley

Un padre filma a su hijo de seis años conduciendo un vehículo por la ruta. No será la primera vez, ni la última. Algo muy común en la década del setenta y del ochenta. La diferencia hoy es que se filma. Y que las rutas están peor que entonces.

Un senador cena con el presidente. Tras la ingesta, seguramente sosa por los extraños gustos culinarios del primer mandatario, comenta la última serie que vio en Netflix y sobre un “prometedor” tratamiento para la parálisis cerebral. El presidente llama a su canciller y le pide que active los mecanismos para importar dicho tratamiento “lo antes posible”, dando instrucciones a la aduana para que ingrese de manera urgente. Nadie, en ningún momento, menciona que dicho tratamiento no tiene ninguna homologación científica comprobada ni ningún paper académico que lo respalde. Solo el testimonio de una madre.

En un pueblo del interior profundo del país hay un robo. Sospechan de un recién llegado que, obviamente, nadie conoce. Lo muelen a palos. Lo matan. La víctima no tenía nada que ver con el robo, estaba de paso por el lugar. Mientras, todas las tribus del derecho piden que se implementen los juicios por jurado. Nadie asocia una cuestión con la otra. Nadie sabe explicar porque dichos juicios mejorarían el proceso y la institución judicial.

Dos vacantes de la Corte Suprema son cubiertas al filo del cierre (o de la apertura, en este caso) de acuerdo a una interpretación de la Ley. Legal, pero de tan dudosa legitimidad que, apenas uno de los nombrados tiene un acuerdo que resolver, lo hace con una máxima de la política: “Nos cagaron, entré yo solo”.

El plan económico del país, “novedoso, sin antecedentes”, está tan sobre la cuerda floja, que el Poder Ejecutivo acaba de anunciar que el tan mentado acuerdo con el Fondo Monetario se hará por Decreto de Necesidad y Urgencia.

Mediáticos diputados exigen todos los días por las redes la eliminación de los controles de verificación del estado vehicular. Argumentan que, entre otras cosas, no tiene sentido hacerlo porque los “accidentes en ruta” no son por el estado de los vehículos. Incapaces de sumar 2 + 2 y no darse cuenta que justamente no lo son porque los vehículos están (en general) en buenas condiciones, dado el control hacho previamente. De la nula inversión en rutas, no dicen nada. No sea que el caprichoso niño presidente se enoje y los deje fuera de las listas.

El consenso básico, construido a lo largo de décadas de democracia entre los principales partidos políticos, alrededor del acuerdo de sentido común, de no reformar leyes electorales en año de elección, se rompe, sin consecuencias, en las tres principales legislaturas del país. Nadie pagará costos por ello. Nadie se hará cargo de la caja de pandora que se abre.

Estas son solo algunas perlas, elegidas al azar, que grafican un fenómeno no solo transversal sino también global.

Carlos Nino hablaba de la “anomia boba”. Sin ser jurista me gusta interpretar que, dicha (in)capacidad inherente a la sociedad argentina, no tiene que ver solo con la violación flagrante de una ley, sino con las conductas asociales que día a día cometemos. Desde el padre “copado” que hace manejar a su #hijodeseis en la ruta, hasta el que espera con termos de café en la puerta de la escuela que lleguen sus adolescentes después de festejar el “último primer día”, un fenómeno local inventado hace pocos años atrás.

La política está siendo ajena a estos fenómenos y no logra reaccionar ante un escenario que no vieron venir. El capricho adolescente se trasladó a las cámaras. La imposibilidad de generar consensos, en una sociedad que no es permeable a los mismos, es peligrosa. Sumado a la anomia que nos caracteriza como sociedad, las distopías no son tan ficticias.

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