Vivimos un “momento populista” que algunos académicos (Pierre Rosanvallon) califican de “siglo populista” a escala mundial. El populismo ya no es esa “enfermedad” que padecen los “incorregibles” latinoamericanos. Ahora, movimientos y liderazgos populistas emergen en países a los que antiguamente se creía inmunizados ante la “tentación populista” (como la califica Flavia Freidenberg). Es el caso de Estados Unidos (EEUU) bajo la presidencia de Donald Trump y algunas naciones de la Europa occidental.
América Latina, mientras tanto, vive la cuarta oleada populista de su historia en los últimos 100 años: tras la época de los “populismos clásicos” (los de Juan Domingo Perón y Getulio Vargas), del “populismo neoliberal” (Alberto Fujimori y Carlos Menem) y del “nuevo populismo” (Hugo Chávez), ha llegado el actual populismo ultraconservador de los Bukele, Milei, Bolsonaro… Si Chávez puso de moda a escala latinoamericana el “populismo bolivariano”, que se extendió por la región con sus propias especificidades (de Manuel Zelaya en Honduras a Rafael Correa en Ecuador pasando por Evo Morales en Bolivia), en la actual coyuntura, algunos líderes locales buscan replicar los fenómenos de Milei y Bukele en sus países. Es el caso del chileno Johannes Kaiser en Chile, quien aspira a ser el Milei de su país (ya es segundo en las encuestas para las presidenciales), o del alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, que tiene como referente a Bukele y persigue convertirse en el nuevo presidente del país andino. ¿Pueden ser Juan Domingo Perón y Javier Milei clasificados como populistas cuando tienen una procedencia ideológica tan diferente, una praxis económica diametralmente opuesta y Milei dice representar la contracara del peronismo?
El concepto populismo está sobreutilizado. Por eso es muy importante, antes de calificar un liderazgo como populista, definir lo que se entiende por populismo. De las abundantes definiciones académicas, en este texto se escoge la utilizada por Flavia Freidenberg que entiende el populismo como un fenómeno esencialmente político (no económico). Se trata de un “estilo de liderazgo” caracterizado por “la relación directa, carismática, personalista y paternalista entre líder-seguidor, que no reconoce mediaciones organizativas o institucionales, que habla en nombre del pueblo y potencia la oposición de éste a los ‘otros’, donde los seguidores están convencidos de las cualidades extraordinarias del líder y creen que gracias a ellas… conseguirán mejorar su situación personal o la de su entorno”.
Si entendemos el concepto populismo como un estilo de liderazgo, de raíz fundamentalmente política y no tanto como un conjunto de políticas públicas y económicas, el maridaje entre Perón y Milei se torna posible. Pese a sus diferencias ideológicas (liberal antiestatista, uno, intervencionista y estatista, el otro), existen paralelismos a la hora de construir sus liderazgos políticos y desplegar su estilo de conducción.
El populismo de Perón y ahora el de Milei es un estilo de liderazgo político que se basa en la creación de un liderazgo carismático, que divide la sociedad política en un juego de suma cero, entre buenos y malos, entre patria y antipatria y entre casta y anticasta. Tiene una relación directa con una población frustrada y decepcionada con la clase política tradicional que percibe en el líder emergente cualidades extraordinarias. Capacidad para resolver problemas y canalizar demandas: Perón, por su política social, la desigualdad; y Milei, como experto economista, el “hombre necesario” para conjurar el peligro de la hiperinflación y derrotar la inflación.
Ese estilo de liderazgo es, en uno y otro caso, el producto de una cultura política, la argentina, que ha sido el caldo de cultivo en el que han aparecido y se han desarrollado sucesivos experimentos populistas de características heterogéneas, pero praxis políticas comunes. Una cultura política argentina, donde ha predominado la polarización y la utilización política y partidista del resentimiento social por encima de la convivencia entre los que piensan diferente. La historia de Argentina desde su independencia es una sucesión de pugnas entre actores políticos excluyentes y enfrentados existencialmente: en el siglo XIX, rosismo/antirosismo y mitrismo/antimitrismo. En el XX, yrigoyenismo/antiyrigoyenismo, primero, y peronismo/antiperonismo después. Ya en el siglo XXI, la polarización –ahora llamada grieta– ha girado en torno al kirchnerismo/antikirchnerismo. En ese caldo de cultivo de la polarización es donde nació, se crio y aprendió Milei, quien reproduce las mismas dinámicas populistas y se perfila como eje en torno al cual gire la nueva polaridad argentina. Nace así el mileísmo y su contra cara, el antimileísmo.
Milei, como Perón, al establecer una relación carismática y personalista entre el líder y el seguidor, reedita una de las esencias e idiosincrasias del populismo, la de construir una dicotomía excluyente entre el pueblo, como quintaesencia de todas las virtudes, al que el líder encarna, y los rivales políticos transformados en enemigos a los que hay que excluir hasta su completa erradicación e incluso exterminio.
Es el germen de una polarización política consustancial a ese estilo de liderazgo donde el adversario queda al margen de la comunidad política y con quien se establece una pugna de carácter existencial. Perón se refería a la patria y la antipatria. Eva Perón lo plasmaba gráficamente cuando decía que “Perón es la patria… Saben también que la oligarquía, que los mediocres, que los vendepatrias todavía no están derrotados y que desde sus guaridas atentan contra el pueblo y contra la nacionalidad”.
Milei, como Perón, deshumaniza al adversario: cree que hay que erradicarlo. Perón, tras el golpe de junio de 1955, apelaba directamente al asesinato: “Por cada uno de los nuestros, caerán cinco de los de ellos”. En realidad, como se señala en las “20 verdades peronistas”, “para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista” lo cual excluye al adversario. Y Milei, en su soberbia iliberal, desprecia al que piensa diferente: “¿Qué es en el fondo un socialista? Es una basura, es excremento humano… Ser socialista, en el fondo, es una enfermedad del espíritu, una enfermedad del alma. Son malas personas”.
Los dos, en sus discursos, crean un sentido de pertenencia y otorgan un capital simbólico a sus seguidores. El miedo al otro se convierte en un eje en torno al cual construir la identidad. “No tengan miedo, den la batalla contra el zurderío, que se la vamos a ganar, somos superiores productivamente, somos superiores moralmente” (Milei). Eva Perón retrataba ese capital simbólico que otorgaba el general cuando se refería a que “(ustedes) saben que fue el general Perón quien los dignificó social, moral y espiritualmente”.
El nacionalismo populista de Milei, como el de Perón, sueña con el regreso a una Argentina de un pasado mitificado. Milei tiene como referente el periodo 1880-1916 cuando “Argentina arrancó el siglo XX siendo el país más rico del mundo”. Juan Domingo Perón, que soñaba con una Argentina potencia y poseedora de la bomba atómica, tenía como referente al Libertador, José de San Martín.
Los seguidores, que no son simples marionetas ni está manejados por un caudillo omnipotente, se ven escuchados y sus demandas canalizadas. Consideran que gracias a ellas conseguirán mejorar su situación personal o la de su entorno. En ese contexto, Milei emerge como un mago de las finanzas, el único capaz de derrotar la inflación por sus conocimientos económicos. En Perón, nada más ilustrativo sobre la mitificación del líder que la marcha peronista, el himno dedicado al caudillo.
Dos figuras tan distantes en el tiempo y en la ideología, como Perón y Milei, responden finalmente a una semejante dinámica de liderazgo y conducción política, de características populistas cuyo resultado, quizá exitoso económicamente en el caso de Milei, resulta dañino a largo plazo. En especial, en el terreno de la convivencia política porque se basa en la exclusión del rival, convertido en enemigo, y en la apelación constante a la división y a la crispación como método para, desde la polarización, legitimar una acción de gobierno.
Publicado en Real Instituto Elcano en abril de 2025.
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