domingo 24 de agosto de 2025
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Milei, Grabois y los sueños (y pesadillas) de la Argentina nacional-popular

Javier Milei contra Juan Grabois. ¿Se lo imaginan en 2027? ¡Qué fuegos artificiales! Quizás no suceda, pero si sucediera tendría su lógica. Solo un «loco», dicen muchos, podía enderezar el país tras el naufragio kirchnerista. Normal que en el bando contrario piensen lo mismo: solo un «loco» puede derrotar a otro «loco». Todo una locura.

Suena a broma, pero es una broma a medias. El campo nacional-popular está hecho pedazos, hundido junto con la señora Kirchner. Para recomponerlo, Grabois tiene más cartas en la manga que cualquier otro: pedigrí familiar y apoyo clerical, estilo populista e ideología peronista. Hay que tener memoria, no identificar ese vasto y vago territorio político y cultural con el kirchnerismo, que de él ha sido expresión espuria y parcial, transitoria y circunstancial: la Argentina nacional-popular existía antes de que él naciera y sobrevivirá a su ocaso.

Nos lo recordó la ritual celebración de San Cayetano el 7 de agosto, terminada frente a la Rosada gritando consignas contra el gobierno. Y lo reiteró la Semana Social eclesiástica de Mar del Plata, un desfile de la oposición: conscientes de las humillaciones padecidas ahí por los ministros de Macri, los de Milei no fueron. Sí, porque el pegamento ideal de la Argentina nacional-popular siempre ha sido la catolicidad. A cada caída, fue la Iglesia a rearmar el rompecabezas. Aquí estamos otra vez.

El peronismo maduró en las parroquias, antes que en los cuarteles. Y allí tomó pié la resistencia peronista. En las sacristías se formaron los Montoneros, en las diócesis se reorganizaron los sindicatos. Desde los santuarios partieron las marchas de Saúl Ubaldini contra Martínez de Hoz, luego las huelgas generales contra Alfonsín.

Allí se nutrieron la disidencia peronista contra el menemismo y los movimientos sociales contra la Alianza. Bendecidos por Bergoglio, reunieron al campo nacional-popular allanando el camino a Kirchner: ¡cuando se dice la heterogénesis de los fines! La escena se repitió con Macri y pesó como una losa sobre su fracaso. Aunque huérfana del poderoso apoyo del pontífice argentino, la Iglesia hace lo que siempre ha hecho, traduce en oposición social una devoción espiritual. No es de extrañar que muchos argentinos la consideren un factor de poder.

En ese mundo, Grabois es un pez en el agua, Kicillof un pingüino en los trópicos. El primero fue protegido del Papa, el segundo es un marxista básico; uno invoca la «cultura católica del pueblo», el otro la cultura secular de la clase media; al carisma peronista de Grabois, Kicillof opone un carisma de milanesa. Grabois es profético, o intenta serlo, Kicillof ni lo intenta.

Pero hay más, mucho más. Empeñada en reorganizar el campo nacional-popular, la Iglesia quiere depurarlo de las incrustaciones seculares con las que el kirchnerismo lo desfiguró: abortistas y feministas, wokismos y posmodernismos.

Señores, suena el mensaje, volvamos a los orígenes, al núcleo católico de la Argentina plebeya, al Dios, Patria y pueblo del verdadero justicialismo, del que, al fin y al cabo, la Iglesia fue madre y es heredera. Así se entiende la «alianza táctica» de Grabois con el catolicismo conservador de Steve Bannon. Una alianza basada, vaya originalidad, vaya sutileza analítica, en el enfrentamiento global entre el pueblo y la oligarquía.

A la luz de todo esto, quienes piensan que la vulnerabilidad de Milei resida en el Congreso, ven el escollo más pequeño, pero se pierden el gigantesco en el que se estrellaron todos los gobiernos no peronistas: el escollo nacional-popular. Este actúa principalmente fuera de las instituciones representativas, corroe su legitimidad invocando la «cultura del pueblo» y movilizando sus palancas corporativas: sindicatos, movimientos sociales, organizaciones populares. Las une la sólida red del asistencialismo católico y una atávica ideología antiliberal, anticapitalista y antioccidental.

El guión que se anuncia, por lo tanto, tiene nuevos actores, pero trama antigua. Y si el patrón es el mismo, el mismo será el final. Pero destacan dos incógnitas.

La primera: ¿sigue existiendo el «pueblo mítico» depositario de la «cultura católica» de la patria invocado por la Iglesia como fundamento del campo nacional-popular? Ya veremos: sucede a veces que los mitos sobreviven a la desaparición de la realidad que los alimentaba.

La segunda: el enemigo ya no es, como siempre lo fue, la Argentina laica y liberal. Milei no es eso. Milei le disputa la «religiosidad del pueblo» con igual profetismo y fundamentalismo. No en vano cultiva el evangelismo que desde hace tiempo trastocó el mapa religioso de Argentina.

En Argentina siempre acaba así, no hay nueva grieta que no siga los pasos de la antigua, que no traduzca el conflicto político fisiológico en una guerra religiosa patológica, dominada por el espíritu tribal y opuesta a la autonomía individual. Ante esto, la Argentina laica muere muda.

Publicado en Clarín el 21 de agosto de 2025.

Link https://www.clarin.com/opinion/milei-grabois-suenos-pesadillas-argentina-nacional-popular_0_NKeWeeJouy.html

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