Buena parte de la sociedad hoy está en vilo por el alegato del Fiscal Luciani en el juicio “Vialidad” contra CFK y el descargo de la vicepresidenta, que está haciendo en el mismo momento en que escribo esta nota. Anoche, la tarea del fiscal culminó con un pedido de condena que generó una concentración en la calle, en apoyo a su líder, de los seguidores del proyecto nacional y popular. Muchas de esas personas estuvieron, seguramente, en las movilizaciones contra las medidas educativas del gobierno de Juntos por el Cambio hace unos años, que incluyeron presupuestos atrasados con la inflación y actualizaciones salariales con los que no estaban conformes.
Sin embargo, el foco sobre CFK invisibilizó una noticia cuyo impacto será mayor a lo que pueda dejar el resultado del juicio: el mismo día del alegato a Cristina el gobierno recortó 50 mil millones de pesos al presupuesto educativo del gobierno nacional, y nadie se concentra en las calles por ese tremendo anuncio. Las noticias educativas no son mediáticas, porque sus efectos no los palpamos en el momento. Pero no hace falta rastrear mucho para comprender lo grave de la decisión del ajuste fiscal sobre la educación en función de lo que tenía previsto el gobierno nacional en esta materia.
Apenas si nos trasladamos a julio de este año vemos al ministro de educación Jaime Perczyk anunciar con bombos y platillos la hora adicional en la jornada escolar a partir del 1ro de agosto, con el fin de recuperar aprendizajes de calidad. Esa medida tenía su probado efecto si se complementaba, según las palabras del ministro, con infraestructura escolar, mobiliario, material didáctico y provisión de libros. “A partir de ahora tenemos que hacer todo el esfuerzo posible para implementar la jornada extendida de carácter presencial, contar con mayor presupuesto y mejorar el rendimiento educativo”, decía Perczyk. También planteaba medidas de mediano plazo complementarias y claves para la igualdad de oportunidades educativas, como la construcción de 360 jardines de infantes: “Estoy convencido que la escuela es el lugar en el que tienen que estar las chicas y los chicos. Por eso la decisión política de construir más jardines de infantes para ampliar la cobertura de las salas de tres años”. Unos meses antes, en la apertura del ciclo lectivo 2022, luego de casi dos años de escuelas cerradas, el ministro apostaba al resurgimiento de un programa que se levantaba como la bandera de la democratización educativa del S XXI: Conectar Igualdad “es el piso mínimo al que deben acceder las chicas y chicos para que la escuela Argentina entre definitivamente en el Siglo XXI”
Pasados menos de dos meses, los anuncios del ministro se acaban de desvanecer como arena entre las manos. El programa Conectar Igualdad se suspende al decidirse recortar 30 mil millones de pesos que aún no se habían ejecutado. El programa de Fortalecimiento de Jardines de Infantes sufrió un ajuste de 15 mil millones de pesos. Y el programa de Infraestructura y Equipamiento tuvo lo propio, con un recorte de 5 mil millones. De más está decir que este ajuste se hace sobre programas que intentaban acercarse a un piso -ya bajo- del que nos habíamos alejado luego de la pésima gestión educativa durante la cuarentena, sumada a una crisis estructural educativa de décadas. Es decir, estos programas no apuntaban a innovar en educación. Apenas se proponían permitir sacar la cabeza afuera del agua a miles de chicos y chicas con pobreza educativa.
El ajuste era inevitable, lo sabemos. Y un lugar donde comenzar a realizarlo era sin dudas por los gastos injustificables en el Estado. Pero es incomprensible pensar que allí, en la educación, había gasto objeto de recortes. En un momento en que toda la sociedad y el sistema político había llegado a una visión compartida acerca de la inédita crisis de la educación argentina, este recorte no hace más que confirmar que para el gobierno la educación no es una prioridad, y que el ajuste hoy se piensa de manera disociada a una proyección del desarrollo. Así se hipoteca el futuro, no sólo de las futuras generaciones sino de toda la sociedad. Mientras tanto Cristina sigue haciendo su descargo, y la educación seguirá a la deriva, sin el juicio que se merece.