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Opinión 25 11 2022

Me detendré a llorar por los ausentes


Autor: Aníbal Barengo









Cuesta muchísimo desasociar el tiempo de los albores de la democracia argentina de ciertas músicas. El drama de haber transitado la adolescencia en dictadura y que las prohibiciones y listas negras hayan sido el pan de cada día contrastan de repente al despertamos una mañana con un repertorio tan ecléctico como el de Don Alfredo Zitarroza, estricto uruguayo que nos hizo gustar el folklore, al degustar su música de rebelde oriental.

La play list de la primavera democrática se complementaba con Serú Girán, que se despedía para siempre (por poco más de una década) en marzo del 82, un mes antes de la guerra de Malvinas con el profético "No llores por mí Argentina", con los Abuelos de la Nada, con Joan Manuel Serrat al que vamos a ir a ver en los próximos días al Movistar Arena del barrio de Villa Crespo

Entre el fin de la dictadura y el comienzo de nuestra ardua democracia, llenamos estadios entre recitales y actos políticos. Y mientras estábamos reconstituyendo los partidos políticos en nuestra sociedad era en los estadios de fútbol y en los recitales populares donde se coreaban a viva voz y cada vez con menos miedo, consignas espontáneas contra la dictadura que se iba desmoronando ante el peso de su propio oprobio.

Silvio Rodríguez y Pablo Milanés formaron parte de esa banda sonora de la transición soñada. Antes de conocer Cuba esos trovadores me emocionaron y antes de conocer Santiago de Chile fue Pablo Milanés el que me hizo amar esa ciudad y desear fervientemente la libertad de todo un pueblo con su "Yo pisaré las calles nuevamente".

Porque muchos de nosotros que transitamos estadios de fútbol y recitales populares en aquella épica transición hacia la democracia, en nuestra propia posguerra, pretendíamos volcarnos, abrirnos, debatir, enriquecernos de izquierda, impregnando nuestra militancia en el ideario socialista. ¿Si no se pretende ser socialista a los 18, a los 20, entonces cuándo?

Si hasta el vecino de piso de Pablo Milanés, el madrileño más porteño, Joaquín Sabina se ha manifestado abiertamente en contra y decepcionado por el pensamiento de izquierda que ha fracasado rotundamente en América Latina.

Pero era fácil y necesario soñar en los tempranos ochenta con Cuba, el destape español, Barcelona (la ciudad, no la publicación) irradiar democracia en toda América del Sur en la que todavía se enseñoreaban los Stroesner y los Pinochet de la región.

Y Serú, y Serrat, y el propio Zitarroza nos convocaban a recitales que eran verdaderas fiestas políticas y celebraciones del arte y de la música.

Pero Silvio y Pablo Milanés eran diferentes

Su poesía y su música eran de otra estirpe. Y si bien recorriendo las calles de La Habana es más fácil encontrar genios musicales que un mendrugo de pan, nosotros no lo sabíamos. Se podía hablar de amor a una mujer en sus canciones que cantaban loas a la revolución. Y si bien había desacreditadores, los clásicos refutadores de leyendas de siempre que nos venían a contar que no vivían en Cuba, que vivían en Europa, a nosotros qué nos importaba mientras ellos nos seguían enamorando con "Por quién merece amor".

El diario de estos días hablará de ti, querido Pablo Milanés, que partiste un 22 de noviembre sin que supieras acaso que fue el día de Santa Cecilia, patrona de la música.

A nuestra hermosa banda de sonido de la transición a la democracia le faltará tu voz. La música cambia como los tiempos políticos. De Alfonsín, Straserra y nuestra play list hoy nos queda un gobierno inexistente y músicas nada elegantes.

Mientras algunos de nosotros nos seguimos preguntando cómo fue posible que los movimientos de la izquierda de cabotaje se inclinaran hacia variantes del peronismo de Herminio Iglesias, mientras Alfonsín defendía en la cara de Reagan, en los jardines de la Casa Blanca, la autodeterminación de los pueblos y el viento democratizador empezaba a soplar fuerte por el sur del continente. Así es: desde el Río de la Plata exportamos democracia mientras cantábamos y soñábamos con pisar las calles nuevamente.

No es exageración. Una vez escuché a Patricio Aylwin reconocer que “Alfonsín nos hablaba de democracia cuando en Chile ni nos atrevíamos a soñar con ella, Él nos inyectó un entusiasmo inusitado por restablecer nuestro sistema político cuestionando a la dictadura de Pinochet”.

Y así fue Pablo: pisamos las calles nuevamente, sentamos a los dictadores en el banquillo de los acusados, frente al partido de la autoamnistía, de los “ventajita” y de los pactos espurios.

Querido Pablo:

te fuiste a los 79 años en tu piso de Madrid que ganaste a fuerza de tu música y de tu talento.

"Postal de La Habana", grabada hace veintiséis años junto a tu vecino Joaquín Sabina te pinta de cuerpo entero y ya se empezaba a cantar que “a las barbas de la revolución, le salían más canas cada día”.

Serrat y Sabina seguirán viniendo cual rolling stones ibéricos impostando porteñismo y bosteridad. Silvio podrá venir viudo pagado por una fuerza política fracasada y en retirada.

Pablo Milanés contribuyó con su voz y con su música a que nos enamoremos de la democracia y algunos supimos de La Moneda y de La Alameda desde su canción eterna, "y en una hermosa plaza liberada. me detendré a llorar por los ausentes"

Chau Pablo, gracias por tu música generosa y por tu poesía significativa.