En mi casa hay una serie de libros infantiles como El túnel o La niña que encendió la noche que leemos una y otra vez; que abandonamos un tiempo pero que un día vuelven y nos dan otra vez la gratificación de lo que ya conocemos y nos hace bien. Algo de saber lo que sigue nos hace cómplices. Pero con otros libros nos pasa lo contrario. Los leímos una vez, a duras penas, y ya está, ya no queremos agarrarlos nunca más. Se quedan ahí, nuevos. Es lo que pasó con uno muy famoso que se llama: El lobo que aprendió a controlar sus emociones. A los chicos no les despertó ningún interés y yo tampoco disfruté leérselos. Las moralejas eran demasiado explícitas y las ilustraciones muy estridentes.
Después vi que formaba parte de una saga: El lobo que quería cambiar de color, El lobo que quería ser feliz y tiempo después confirmé con una librera amiga que eran un éxito de ventas a pesar de no ser bellos o memorables en particular. ¿Siempre hubo libros sobre emociones? ¿Serán resultado de nuevas necesidades?
La duda me llevó a preguntarle a Cynthia Casal, directora del Jardín de la Esquina y de Aequalis, con más de treinta años acompañando lecturas de cientos ¿o miles? de chicos y chicas de nivel inicial y primaria, qué pensaba sobre este tipo de cuentos y me respondió esto: “Muchos relatos vinculan emociones con colores específicos, generalizando percepciones y sentimientos. La alegría para todos es de tal color, la tristeza de otro, el enojo de aquel. Desde esa uniformidad proponen ordenar las emociones para expresarlas. Lo controversial es intentar universalizar algo que es profundamente singular. Además, muchos ponen el acento en la autorregulación, como si el enojo fuese siempre malo y hubiera que combatirlo. Diferente es invitar a reflexionar sobre los motivos de esas emociones, compartir lo que sentimos y conversar sobre las causas. La diversidad de los sentimientos es lo que nos hace diferentes y valiosos.”
Esta crítica encuentra eco en las ideas de Jonathan Haidt, psicólogo social y autor del bestseller La generación ansiosa donde habla sobre la importancia del juego libre, la interacción social y un entorno real y también moral para el desarrollo emocional saludable de los chicos. Haidt también cuestiona la tendencia de usar cuentos infantiles como manuales de control emocional: “Lo esencial es que los niños tengan espacio para sentir, explorar y encontrar significado en aquello que les pasa, acompañados por el diálogo. La riqueza emocional no puede comprimirse en un manual.”
Al buscar información sobre este tema es imposible no encontrarse con las palabras de Yolanda Reyes, escritora, periodista, educadora y promotora de la lectura, nacida en Colombia, directora de la colección de literatura infantil Nidos para la lectura en la editorial Alfaguara y del proyecto Espantapájaros, un espacio pionero en Bogotá dedicado a fomentar la lectura desde la primera infancia.
En su hermoso texto ¿Cómo escoger buena literatura para niños? Yolanda deja una advertencia: “Desconfíe de los mensajes explícitos y de las moralejas obvias. El mercado está lleno de libros infantiles que «disfrazan» bajo el rótulo de «cuento» las intenciones didácticas de los adultos. Aprenda a diferenciar los manuales de autoayuda de las obras literarias. La literatura no pretende explicar valores, letras del alfabeto, normas de urbanidad o mensajes ecológicos. Lea entre líneas y no escoja un libro sólo por su tema sino por la forma como un autor construye una voz y un mundo propios. Desconfíe de ese lenguaje pseudo infantil, lleno de diminutivos y de esas historias «light» en las que los protagonistas son tan perfectos como ositos de peluche. (Su hijo será el primero en «no tragarse el cuento»). Los libros para niños pueden ser atrevidos, transgresores, irreverentes, sutiles, inteligentes, tristes, o miedosos. Todos esos matices, que constituyen la infinita variedad de la experiencia de un ser humano, alimentarán el mundo interior de su hijo y le irán dando claves secretas para descifrar mucho sobre su propia vida y sus emociones, sobre sus sueños y sus pesadillas; sobre la fantasía y la realidad”.
Quizás los buenos libros no están hechos para dictar cómo sentir, sino para acompañar, abrir preguntas y dejar espacio a la complejidad de la experiencia.
Bonus
Hace poco llegó a mis manos Miss Cat. El caso del duende verde, una novela gráfica sobre una gata detective que debe resolver un misterio y en el camino se va encontrando personajes desopilantes. Es atrapante desde la primera línea y disfruté mucho conocer a este personaje y su universo tan particular junto con mis hijos. ¡Se los recomiendo!