viernes 18 de octubre de 2024
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Loan

I. Por lo que pude leer, que no fue poco, lo único seguro en el denominado “caso Loan”, es que este niño de apenas cinco años ha desaparecido y que acerca de su destino no hay muchos motivos para ser optimista. Quince días pasaron del presunto secuestro, lo cual es una enormidad de tiempo a la hora de dilucidar un misterio. Quince días y ahora leo que se iniciarán de nuevo los recorridos con perros por la zona, es decir, volvimos al día uno. Todo mal al mejor estilo argentino. Mal el comisario y pésimo el fiscal; mal borrar y sembrar pruebas falsas; mal dejar ir a los testigos; mal empecinarse en la hipótesis del niño perdido y no atender en primer lugar la posibilidad del secuestro. Repito: todo mal. A partir de allí lo único que se impone es el misterio, el enigma. Hay un almuerzo celebrado en el campo en homenaje a un santo; hay catorce invitados, muchos de los cuales no se conocen; hay cuatro o cinco niños, uno de ellos se llama Loan; hay una excursión para juntar naranjas en un árbol que no tiene naranjas y hay comensales que se retiran porque quieren ver un partido de fútbol. En las novelas policiales se ha construido desde sus inicios un paradigma conocido con el nombre de “cuarto cerrado”. Un delito ha ocurrido en un cuarto, en un hotel, en un barco o en una fiesta campera. En el caso que nos ocupa, la fiesta no se celebra en algún  palacio de la campiña francesa o en alguna mansión de la campiña inglesa, sino en un rancho cercano a un pueblo correntino de no más de tres mil habitantes. En las novelas de enigma, estilo Agatha Christie, llega en algún momento miss Marple, una anciana lúcida y curiosa, o el señor Hércules Poirot, un belga algo maniático pero muy eficaz a la hora de resolver los crímenes. En menos de una semana resuelven el enigma. Los sospechosos son en este caso los asistentes al almuerzo convocado por la nona de Loan. Los investigadores preguntan, miran, escuchan y en cierto momento convocan a todos los presentes a reunirse alrededor de la mesa donde estuvieron almorzando y después de brindarles una lección de pensamiento lógico, prueban quién o quiénes son los culpables.

II. Como no soy periodista dedicado a la sección Policiales y como nadie me envió de corresponsal a Corrientes, mis informaciones provienen de los medios, de algún colega, pero sobre todo de mi conocimiento de la literatura policial. No es mucho, pero se me ocurre que a juzgar por los resultados oficiales, es bastante. Mencioné a Agatha Christie, pero hubiera debido mencionar a don Velmiro Ayala Gauna, el periodista y escritor que creó al comisario de la localidad correntina de Paraná Cué, don Frutos Gómez. Si bien a veces se dice que la realidad supera a la ficción, en este caso la relación se invierte, porque don Frutos Gómez es muy superior a su colega real el comisario de 9 de Julio, Walter Maciel, cuyo comportamiento en el más suave de los casos fue el de un imbécil, cuando no el de un cómplice. Don Frutos Gómez, (en el cine lo interpretó en 1958 Ubaldo Martínez) hubiera descubierto la verdad no en quince días sino en quince horas. Y la hubiera descubierto porque era sabio, porque conocía como la palma de su mano al pueblo y su campaña, porque sabía de las virtudes y de las agachadas de sus vecinos y, en primer lugar, porque era un comisario decente. Como una suerte de Maigret rural (aunque Maigret había nacido en un modesto pueblito de Francia) don Frutos hubiera mirado, hubiera escuchado, hubiera conversado con las personas indicadas y hoy los delincuentes estarían entre rejas, Loan estaría con sus amiguitos jugando a la pelota en el potrero del pueblo y el comisario estaría tomando mate amargo debajo del árbol del patio de la comisaría acompañado por su asistente lector de Freud, la directora de la escuela y el cura del pueblo.

III. Nada de esto ocurrió en Corrientes. Más bien todo lo contrario. Si el primer día había alguna sospecha, en el decimoquinto día las sospechas se mantienen pero no hay ni una puta prueba, salvo que alguien le otorgue seriedad al operativo que incrimina a la pareja integrada por el marino y la funcionaria municipal. Como se sabe, los perros reconocieron que en los autos de la pareja había rastros de Loan. Impecable todo, salvo el detalle que los olfateos de los canes se realizaron una semana después cuando, según dicen los entendidos, estos rastros duran a lo sumo dos o tres días. Digamos que con esas pruebas hasta el abogado más chapucero garantiza la libertad de los principales sospechosos. Después no hay nada. Nada por aquí y nada por allá. Especulaciones, teorías conspirativas, apelaciones a la magia. Y punto. Llegó Fernández Burlando y Patricia Bullrich. Me parece muy bien. Pero desde ya advierto que no son ni Mandrake ni los Reyes Magos.

IV. No solo a las novelas recurro en estos casos. También al cine. Y muy en particular a una película mexicana que se filmó el año pasado titulada “Sonido de libertad” (“Sound of Freedom”, dirigida por Alejando Gómez Monteverde. El tema de las bandas  dedicadas al secuestro de niños. Se trata de una película, pero los hechos son reales. Dos hermanos de cinco y nueve años, Miguel y Rocío, son secuestrados en Honduras y luego obligados a prostituirse en inmundos locales nocturnos de Cartagena. Un agente de seguridad norteamericano, Tim Ballard, se toma a pecho la investigación y va hasta las últimas consecuencias. En el camino lidia con secuestradores, pedófilos y guerrilleros cuyos comandantes parece que también son aficionados al arte de mantener relaciones sexuales con niños. Ballard investiga, arriesga y se documenta. Descubre que el tráfico de niños es un negocio de alcance universal tan lucrativo como el narcotráfico, con la diferencia de que una cosa es vender cocaína a consumidores y otra muy diferente es secuestrar nenitos para que sean asquerosamente sometidos por degenerados sexuales cuyo exclusiva virtud pareciera ser la disposición de millones de dólares en sus cuentas. Haciendo memoria, recuerdo que hace más de veinte años la monja Marta Pelloni, trasladada de Catamarca a Goya después del asesinato de Soledad Morales, se dedicó a denunciar los secuestros y ventas de niños, en algunos casos para venderlos en adopción en país vecinos y en otros para someterlos sexualmente. O sea que en estos temas no hay nada nuevo bajo el sol, sobre todo en regiones pobres con fronteras abiertas. Dejo para otra ocasión el tema de los bebés robados o vendidos por sus padres. Según los que saben, los secuestros para adopción se hacen con niños recién nacidos porque los compradores ilegales saben que un chico de cinco años robado más que una adopción es una confesión delictiva. Digamos que si Loan fue realmente secuestrado, su destino puede ser el peor. Y, como le dijera el Vampiro a Tim Ballard en la película, después de quince días todo es posible: el niño podría estar en Sicilia, en Honduras, en Sudáfrica o en un rancho vecino.

V. Creo que puedo permitirme estar indignado o enfermo de asco. Hay que ser una basura humana, un excremento social, un reverendo hijo de puta para dedicarse a delinquir robando niños para prostituirlos. Y no sé qué adjetivos emplear para referirme a los que consumen esa “mercadería”. En “Sonido de libertad”, Ballard amenaza a un pedófilo detenido y a un traficante de niños con alojarlos, si no hablan y dan nombres, en pabellones de presos donde serían violados sin misericordia. Es una amenaza que nunca se realiza, pero sinceramente les digo que contemplar el rostro de horror y miedo de esos miserables me provoca una íntima y primitiva satisfacción de la que no estoy orgulloso, pero tampoco pierdo el sueño. Lo más terrible de todo, es que este oficio canalla no es nuevo. La historia de la humanidad incluye el secuestro y abuso sexual de niños desde los romanos y los griegos a la fecha. Hay una novela del escritor Curzio Malaparte, que luego fue llevada al cine por la gran Liliana Cavani, titulada “La piel”, que entre otros horrores de la guerra detalla cómo los niños en 1945 son obligados a prostituirse con lascivos jeques árabes. Digamos entonces que a la hora de la inmundicia moral no se ha inventado nada nuevo. A lo sumo, en la actualidad se ha ganado en eficacia. Esperemos que Loan no sea el tributo de esa “eficacia”.

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