miércoles 25 de junio de 2025
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Lo que no se dice de la guerra entre Israel e Irán.

A partir de la Revolución Islámica de 1979, el Ayatollah Jomeini, y su sucesor Jamenei, declararon a Estados Unidos (“el Gran Satanás”) y a Israel (“el Pequeño Satanás”) cómo los principales enemigos de la fe islámica. En las manifestaciones oficiales en Irán se canta “Muerte a Estados Unidos, muerte a Israel“. Pero nunca como ahora, estas naciones habían entrado en una contienda bélica directa.

Esta nueva guerra en Oriente Próximo conmueve al mundo por sus implicancias en el potencial peligro de usar armas nucleares y por tratarse de un conflicto en el que también influyen muchísimo factores religiosos.

Pese a ello, los analistas internacionales casi no se han referido a las cuestiones de la psicología política y de la historia que son determinantes en este enfrentamiento.

Los judíos están convencidos de que Irán quiere destruir Israel y que para eso está desarrollando la energía nuclear. Los gobernantes de la teocracia Persa han repetido públicamente mil veces que su objetivo es destruir Israel. En junio de este año, la máxima autoridad de Irán, Jamenei, expresó en un acto recordatorio del Ayatollah Jomeini, que “Israel es un tumor canceroso que debe ser aniquilado y destruido”.

Ya hace décadas que los ayatollahs vienen repitiendo que “Israel es el representante de Satanás en el mundo” y debe ser exterminado.

La guerra entre Israel e Irán lleva muchos años, lo que sucedió es que se enfrentaban a través de grupos armados y financiados por el régimen persa: Hamás, Hezbollah, y los hutíes en Yemen. El propio ayatollah Jamenei saludó y felicitó al grupo terrorista Hamás por la brutal masacre del 7 de octubre en Israel.

Prácticamente no existen judíos ni israelíes que no tengan familiares asesinados por los nazis en el Holocausto. Esto provoca que sea un pueblo cuyo mandato principal es evitar otro Holocausto. Por eso el régimen iraní ha jugado con fuego al amenazar permanentemente a Israel con su aniquilamiento y fomentar el terrorismo contra sus ciudadanos. Terrorismo que llegó a la Argentina, con las bombas contra la Embajada de Israel y la Amia y la sentencia de muerte (sharia) contra el fiscal Nisman, que posteriormente fuera asesinado. Irán también fomentó el terrorismo en Europa donde opositores kurdos fueron ametrallados por un comando iraní en Alemania, lo que derivó en un largo embargo de la Comunidad Europea al régimen persa.

Dentro de Irán, el régimen religioso fundamentalista ha desatado una terrible represión contra opositores y jóvenes que reclaman libertad.

Pocos recuerdan que el ayatollah Jomeini ordenó fusilar en plena guerra contra Irak a miles de ciudadanos iraníes que estaban presos por ser de partidos políticos, en su mayoría de izquierda, que no pertenecían al fundamentalismo islámico. Y hace poco tiempo fue asesinada la joven Mahsa Amini por no usar adecuadamente el velo islámico. Cuando miles de jóvenes salieron a protestar por las calles de Teheran contra este asesinato, fueron detenidos y condenados a muerte. Varios de ellos fueron ahorcados en lugares públicos para amedrentar a la población. También se recuerda la ejecución de homosexuales en los últimos años por violar las leyes de la moral religiosas.

Antes del ataque de Hamas del 7 de octubre, miles de israelíes protestaron contra el primer ministro Netanyahu. Pero por razones de  las tragedias históricas a las que hicimos referencias, la sociedad israelí volvió a unirse frente a un enemigo mortal, que pregona su aniquilamiento.

La comunidad internacional tiene que unirse frente a un conflicto de imprevisibles consecuencias, y buscar una alternativa de pacificación que necesariamente incluya la reparación de la crisis humanitaria en Gaza, con la exclusión del grupo terrorista Hamas.

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