sábado 8 de noviembre de 2025
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Las plazas de Rabin

“Permítanme decir que estoy profundamente conmovido. Deseo agradecer a cada uno de ustedes el haber venido hoy aquí para oponerse a la violencia y manifestar vuestro apoyo a la Paz”. Así comenzaba el entonces primer ministro israelí Yitzhak Rabin su discurso, pronunciado como acto final de una manifestación multitudinaria en favor del proceso de paz, celebrada en la Plaza Kikar Malkhay Yisrael (Plaza de los Reyes) de Tel Aviv, el 4 de noviembre de 1995. Minutos después, un fanático extremista judío de 25 años llamado Yigal Amir disparaba tres tiros sobre el cuerpo de Rabin, ocasionándole la muerte.

El asesinato de Rabin, aquel fatídico 4 de noviembre de 1995 fue un crimen culminante de los grandes martirologios del siglo veinte. La historia lo ubica entre los magnicidios que troncharon las vidas de líderes y estadistas como Mahatma Gandhi, John F. Kennedy, Martin Luther King, Anwar El Sadat, Olof Palme e Indira Gandhi. Como en todos esos casos, su muerte, lejos de terminar con su causa -la causa de la paz-, la reforzó hasta asociarla de manera inseparable al destino de su pueblo.

Rabin había sido uno de los padres fundadores del moderno Estado judío. Un guerrero de todas sus batallas, militares y civiles; el soldado y el político, marcado a fuego por la dura tarea de edificar una nación en medio de la hostilidad de sus vecinas, entendió que había llegado otro tiempo y que la historia le ofrecía la oportunidad crucial del cambio anticipatorio, del giro fundamental.

La paz ya no sería el resultado de la victoria de unos sobre otros. Tampoco la consecuencia del terror disuasivo y la amenaza permanente. Había que buscarla yendo a las raíces del conflicto. Rabin había asumido como propia la mayor de las batallas, la más dificultosa; aquella que implicaba cumplir con el mandato bíblico: “Convertir las espadas en arados”.

Pero no sólo hacia adentro, no sólo para el pueblo judío que había hecho realidad el sueño de la Tierra Prometida; sino entre el pueblo judío, que había llegado a destino y había edificado los cimientos de una nación nueva, y los pueblos árabes, sus vecinos. Sobre todo, había que avanzar un paso más y reconocer los derechos del pueblo palestino a hacer lo que tanto esfuerzo y tanta lucha había costado al pueblo judío; tener su propia casa.

“Durante 27 años fui un soldado –decía Rabin en una entrevista realizada poco antes de su muerte- y combatí en todas partes cada vez que fue necesario. Sin embargo, nunca dejé de desear fervientemente una solución que lograra, no ya el reconocimiento de Israel por parte del mundo árabe sino la reconciliación de ese mundo árabe con el Estado judío”.

Entendió Rabin que se trataba de una tarea compartida. Que la trinchera ya no estaba en las fronteras que dividían a un pueblo de otro pueblo, a un ejército de otro ejército, sino que la escisión empezaba a producirse dentro mismo de cada pueblo entre las mayorías que decían “ya no más guerras”, “ya no más la amenaza permanente”, “ya no más mi vida a expensas de la de mi vecino”, y aquellos que habían nacido, habían crecido y se habían formado en un clima de intolerancia, prejuicio, miedo y odio; aquellos estigmas que había que remover dentro mismo de cada sociedad.

Treinta años más tarde, sobre el dolor de las víctimas del terrorismo y de la muerte y destrucción desoladora en Gaza, el Plan de Paz acordado bajo patrocinio internacional y padrinazgo de los Estados Unidos, vuelve sobre aquello que ya se había logrado en los Acuerdos de Oslo y Camp David: la solución de los dos estados.

Aquella plaza central de Tel Aviv donde Rabin fue asesinado hoy lleva su nombre y es donde se realizan las manifestaciones en favor de la paz y protestas que reclaman poner fin a la escalada del terror, un punto de encuentro de la sociedad civil israelí.

Mientras tanto, en una esquina de una de las zonas más elegantes de Buenos Aires, en Arroyo y Avenida 9 de Julio, una modesta placa recordatoria que le rinde homenaje a Rabin yace casi oculta, abandonada. Sería oportuna, en este 30 aniversario, alguna iniciativa conjunta de las comunidades judía y árabe de nuestro país y las autoridades responsables del gobierno porteño y nacional, para rescatarla del olvido y el deterioro en el que pervive su memoria.

Publicado en Clarín el 1 de noviembre de 2025.
Link https://www.clarin.com/opinion/plazas-rabin_0_ecYNwLuNog.html

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