Antes que nada, creo necesario aclarar que resulta necesario avanzar en una modernización laboral.
Hace ya más de un año que, entre el DNU y las leyes impulsadas por el gobierno, se implementó una reforma laboral. Sin embargo, nada cambió para mejor: se profundizaron los problemas. Hoy hay más trabajo no registrado, menor poder adquisitivo, más monotributistas y una creciente inseguridad jurídica.
Parece que gran parte de los problemas de la Argentina se solucionarían, según muchos, si se hiciera “una reforma laboral profunda”. Durante la última campaña electoral participé en reuniones con distintos sectores productivos y, sin excepción, todos mencionaban la reforma laboral como la clave para resolver sus dificultades. Pero cuando se les preguntaba qué entendían por “reforma laboral”, las respuestas eran muy distintas: unos pedían reducir cargas, otros terminar con la “industria del juicio”, otros bajar las indemnizaciones, y así sucesivamente.
Respecto a la “industria del juicio”, que creo no existe, y como ya habíamos advertido, la eliminación de las multas por empleo no registrado, sin crear sanciones efectivas y tarifadas, generó más incertidumbre legal, ya que al quitar una “tarifa” clara para el incumplimiento, se abrió la puerta a reclamos por daños y perjuicios que ya están siendo reconocidos por la Justicia, en algunos casos con sanciones mayores al sistema anterior. El resultado fue exactamente el contrario al prometido: siguen los juicios, más inseguridad jurídica y menos empleo formal.
Otro ejemplo de esto, es la figura del “trabajador independiente con colaboradores”, presentada como una novedad modernizadora. En la práctica, casi nadie la utiliza. Y, además, terminará generando más conflictividad: lo que define una relación laboral no es lo que dice una norma, sino lo que ocurre en la realidad. La Justicia seguirá reconociendo como trabajadores dependientes a quienes lo sean, y las empresas contratantes enfrentarán nuevas condenas solidarias.
El nuevo proyecto que circula vuelve sobre errores ya conocidos. Propone reinstalar beneficios sociales no remuneratorios y topes indemnizatorios que la Corte Suprema ya declaró inconstitucionales. También plantea que las sentencias judiciales puedan pagarse en hasta doce cuotas mensuales consecutivas, lo que equivale a que el trabajador financie a la empresa.
Reformas de este tipo volverán a ser declaradas inconstitucionales. Luego, los mismos que las promueven, hablarán de la “industria del juicio”.
Un mercado laboral que no despega
Argentina lleva más de una década sin crear empleo formal privado. La mitad de los trabajadores está en la informalidad. Y cuando hay crecimiento económico, este ya no genera trabajo de calidad. Entre 2017 y 2018, por ejemplo, la economía creció cerca del 4 % anual, pero solo se sumaron 100.000 empleos formales, frente a 600.000 informales. La causa no está solo en las leyes y/o los costos laborales: también influyen la sustitución tecnológica, la baja calificación de los trabajadores y el enanismo empresarial.
Las grandes empresas no expanden su nómina, las pequeñas no logran crecer y las micro son, en su mayoría, informales. Mientras tanto, la educación y la formación laboral no preparan a los jóvenes para los nuevos empleos.
Para solucionar los problemas del mundo laboral argentino hay que hacer un diagnóstico correcto. Sin eso, toda reforma será errada. Nuestro mercado laboral está dividido en tres grandes grupos: asalariados formales, asalariados informales y trabajadores independientes. Cada uno requiere políticas distintas. Sin embargo, el debate público sigue centrado en una única receta: bajar costos y restringir derechos. Esa estrategia fracasó una y otra vez: solo sirvió para subsidiar empresas sin crear trabajo genuino. La precarización la hicieron en los 90”, y termino mal, en lo social y en la seguridad jurídica.
Si vamos a atacar la informalidad y la precarización los más afectados son los jóvenes y las mujeres, especialmente las de menores recursos, que además enfrentan obstáculos estructurales como la falta de acceso a la educación, las tareas de cuidado no remuneradas y la brecha digital. Si no se abordan esas desigualdades, no habrá futuro laboral para una generación entera.
Qué debería hacerse
Dijimos que estamos a favor de una modernización laboral, pero el desafío es construir un nuevo marco laboral, tributario y formativo que fomente la formalización, aumente la productividad y reduzca la pobreza. También que otorgue seguridad jurídica, pero debe surgir de un acuerdo entre gobierno, oposición, sindicatos y empresas, y no ser una imposición de un sector sobre otro. No se trata de “una reforma de alguien”, sino de la reforma de todos los argentinos. No se trata de destruir derechos, sino de actualizarlos a la realidad del siglo XXI.
Eso implica:
Modificar en la Ley de Contrato de Trabajo todas las normas que generan dudas de interpretación y terminan en un conflicto judicial.
Modificar el régimen de licencias pagas por enfermedades inculpables, y poner un organismo imparcial para su determinación.
Restablecer un sistema que castigue la informalidad, con reglas claras y previsibles: con multas más bajas y con tope y definiciones precisas de qué se considera empleo no registrado y un esquema que premie al que cumple.
Crear un sistema único nacional de actualización de las sentencias de los juicios laborales, que establezca por ley el uso del IPC más un interés determinado.
Modernizar la regulación laboral, con soluciones específicas para las pequeñas empresas, dictando un estatuto especifico. Al respecto ya existen proyectos de ley en el Parlamento en ese sentido
Establecer un régimen especial para trabajadores independientes que los proteja sin empujarlos a la informalidad.
Federalizar la negociación colectiva, adaptando convenios a la realidad de cada región o sector.
Vincular la formación con el empleo, mediante un Sistema Nacional de Capacitación que actúe como un verdadero puente hacia el trabajo formal.
Promover la inclusión laboral de jóvenes y mujeres, con capacitación certificada y un plan nacional de cuidados que facilite la conciliación entre familia y trabajo.
EL desafío de la próxima reforma laboral está en aprender de los errores del pasado, trabajar para que sea una reforma de todos los sectores, y atacar los problemas de manera correcta. Necesitamos que las reformas devuelvan al trabajo su valor como motor de progreso y movilidad social.








