sábado 21 de diciembre de 2024
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La Normalidad

Cuando el mundo entra en la segunda ola de covid 19, sólo el pasado parece brindarnos una referencia de certidumbre, así “volver a la normalidad” es recuperar la previsibilidad de nuestra vida. La historia dice otra cosa.

En 1920 el mundo se recuperaba de los efectos de la Gran Guerra y de la “gripe española”. El primer evento causó 20 millones de muertes –entre militares y civiles– sumados a otros seis millones que murieron de hambre en las postrimerías. El segundo, se estima que provocó 50 millones de decesos –sólo en la India 17 millones– y afectó a un tercio de la población mundial.

La ciencia y la política resultaron rudimentarias para lidiar con estos problemas globales. De hecho, en los EE.UU., la iniciativa del presidente demócrata Woodrow Wilson para crear la Liga de las Naciones daba comienzo al involucramiento activo de esa nación en los problemas mundiales, y la ciencia y la tecnología recibirían un fuerte impulso como resultado de los cataclismos de la guerra.

Pero en la vereda de enfrente de Wilson, el candidato republicano Warren G. Harding ganaría las elecciones con holgura –obtuvo 404 electores- con una propuesta conservadora. Nada de perder energías en una institucionalidad internacional que involucrara al país en un escenario incierto, su slogan fue: “volver a la normalidad”. Nada de inmigración masiva ni comercio abierto. Restricciones y aranceles.

Harding, que fallecería durante su mandato en 1923 –dejando a su vice Calvin Coolidge al mando- apenas llegó a ver lo equivocado que estaba. La Ley seca en ese país 1920-1933 no podría poner coto al desenfreno social. No por nada, los años 20 serían apodados los “años locos”, un laboratorio en donde fracasarían el intento de volver al patrón oro, naufragarían las democracias tardías de Europa y todo atisbo de “volver a la normalidad” que, situada en 1890, había sido desarticulada por las fuerzas del libre mercado.

Esas mismas fuerzas desataron la lucha colonialista que fue una de las causas de la Gran Guerra, y en los EE.UU. –debido a la agricultura extensiva en auge– produjo el primer caso de gripe española. Uno de los primeros casos conocidos ocurrió el 11 de marzo de 1918, en la base militar Fort Riley, Kansas y desde allí los soldados esparcieron el virus al frente europeo.

La pandemia de gripe española -que mató a seis veces más estadounidenses que la guerra- abrió las puertas al paroxismo existencial por vivir a una velocidad tal que nada sería como el final decimonónico al que se quería retornar.

La pandemia de hoy, como la de ayer, sirve como advertencia acerca de acciones que deben ser repensadas. En un mundo interconectado y acelerado, el covid 19 se propaga sin freno –a lo sumo se ralentiza mientras se fabrica la vacuna– porque la lógica económica del lucro incesante así lo requiere. El virus nos avisa que cuestiones tales como la distribución de la riqueza, la producción de alimentos, el uso de la energía, la salud pública, la educación y el impacto general de nuestra vida moderna sobre el planeta deben cambiar, no “volver a la normalidad”, esa que nos condujo hasta aquí.

Pero la gran lección es que a partir de ahora, los esfuerzos de Wilson deben ser entendidos como la única salida a un mundo global. Una sólida arquitectura internacional de salud, justicia, educación, de finanzas y ciencia y tecnología, es decir, una gobernanza global es urgente para dar nuevas certidumbres al devenir humano. No es la vuelta a la normalidad es un salto decidido hacia el futuro. Advertencia: el salto es político, las corporaciones deben subordinarse a una lógica que las contradice, ahí reside el principal problema.

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