De acuerdo al conocido dramaturgo ruso Antón Chéjov si en el primer acto de una obra hay una pistola colgada en la pared es porque en algún momento en el transcurso de la obra va a ser disparada.
Si aplicamos este principio a la reciente resolución de la Corte Suprema de Justicia de la Nación de rechazar la recusación presentada por Cristina Fernández de Kirchner contra el juez Ricardo Lorenzetti, cabría concluir que el Alto Tribunal se apresta a tomar una decisión en el recurso en queja de la ex presidenta respecto del fallo de la causa Vialidad.
Si la Corte adopta una decisión adversa a la antes del 19 de julio, fecha límite para inscribir candidaturas para la elección bonaerense del 7 de septiembre, la candidatura de Cristina Kirchner por una banca de diputado provincial en la Tercera Sección Electoral quedaría trunca.
¿Cuál sería el impacto político de esta decisión? Es evidente que resultaría un verdadero cimbronazo para todo el sistema político en general y para el peronismo en particular. En el corto plazo afectará la dinámica electoral tanto en las elecciones bonaerenses del 7 septiembre como en las legislativas del 26 octubre. El peronismo se embanderará bajo el discurso de la proscripción y quien lo llevará adelante en territorio bonaerense no será otro que el gobernador Axel Kicillof, hoy enfrentado con su antigua jefa política. Tanto en septiembre como en octubre, la consigna de la proscripción de Cristina será omnipresente.
Si el Gobierno quería a Cristina en la cancha para derrotarla electoralmente y sepultar el fantasma de un regreso kirchnerista en 2027, la prisión no afectará el plan del oficialismo. CFK estará bajo arresto domiciliario, pero eso no le impedirá hacer declaraciones o dar entrevistas. El peronismo bonaerense no podrá esquivar la idea de la proscripción en la campaña, más bien buscará aprovecharlo. A pesar de una eventual arresto e inhabilitación de Cristina, la polarización no desaparecerá en el corto plazo, más bien hasta podría intensificarse.
A mediano y largo plazo la cuestión es algo diferente. Puede trazarse una analogía con lo ocurrido en Chile con la derecha chilena tras la salida de escena de Augusto Pinochet. Advertencia preliminar: no estoy comparando la figura de Pinochet con la de Cristina Kirchner. El primero fue un dictador sangriento y corrupto que llegó al poder por medio de un brutal golpe de Estado, y que es responsable de muertes y violaciones a los derechos humanos. Cristina Kirchner fue dos veces elegida presidenta a través de elecciones libres y transparentes. Pesa sobre ella una condena por corrupción, ratificada por la Cámara de Casación Penal. No se trata de figuras ni remotamente parecidas. Lo que sí podría ser similar es el impacto que tendría una condena judicial inapelable de Cristina sobre el peronismo.
El dictador chileno, luego de abandonar el poder y el cargo de jefe del Ejército fue arrestado en Londres por un pedido de extradición de la Justicia española. Permaneció dos años en el Reino Unido hasta que el Gobierno británico acordó con Chile permitir el regreso a su tierra natal a condición de que fuera juzgado por los tribunales locales. Pinochet fue juzgado, pero murió antes de que se dictara sentencia. Las peripecias del ex dictador chileno con la Justicia británica fueron la mejor noticia posible para los partidos de la derecha chilena, que se libraron del lastre que este representaba a la hora de atraer votantes y que conspiraba contra una renovación de la derecha. ¿Habrían podido surgir nuevos líderes en la UDI y Renovación Nacional mientras Pinochet ocupara su banca de senador vitalicio?
Desde hace años el peronismo atraviesa una crisis de liderazgo. La centralidad de Cristina Fernández de Kirchner bloquea el surgimiento de nuevos líderes. El hecho de que su figura aún goza de una alta popularidad en el conurbano bonaerense, que da cuenta del 70% del electorado provincial, que a su vez representa el 38% del padrón a nivel nacional, le otorga a la ex presidenta una suerte de poder de veto. Probablemente muchos peronistas ven con agrado el desafío de Kicillof a Cristina Kirchner, no pensando en que el gobernador bonaerense quede consagrado como el nuevo líder del justicialismo, sino más bien esperando que el triunfo de Kicillof generara el espacio para dar una discusión sobre el liderazgo dentro del peronismo, dando por cerrada la larga etapa kirchnerista.
Aquello en lo que el peronismo viene fracasando desde 2015, tal vez lo resuelva la Corte Suprema de Justicia en las próximas semanas. Así como Baltasar Garzón con su pedido de extradición liberó a la derecha chilena de su figura más poderosa, la Corte en términos prácticos pondría cierre al ciclo kirchnerista dentro del peronismo. Aunque no inmediatamente, el clivaje kirchnerismo-anti kirchnerismo, que aún sigue estructurando la política argentina, iría dilatándose en el tiempo.
La salida de escena de Cristina generaría el espacio dentro del peronismo para discutir el liderazgo y muchas más cosas. Por ejemplo, dejar atrás el sesgo ideológico que la ex presidenta quiso imprimirle y recuperar el pragmatismo y flexibilidad que lo caracterizaron hasta 2003, los cuales le permitían adaptarse con facilidad a las cambiantes demanda de la sociedad.
Si efectivamente la salida de escena de Cristina terminara por sepultar definitivamente el clivaje que ha venido estructurando la política argentina desde hace más de 20 años, el peronismo podría dar vuelta la página del capítulo kirchnerista. Si efectivamente fuera así, tal vez habría chances no solo para la renovación del peronismo, sino para el resurgimiento del centro, hoy diluido en la polarización entre libertarios y kirchnerista.
Tal vez no en el corto plazo, pero sí pensando más allá de la próxima elección, esta sería una mala noticia para el Gobierno.
Publicado en El Economista le 8 de junio de 2025.