“Diez años de formación; 68 horas de trabajo por semana; $797.067 de salario mensual equivalente a $2930 la hora”, señalaban las pancartas en las protestas que se llevan adelante desde hace semanas en el Hospital Juan P. Garrahan, el establecimiento pediátrico de alta complejidad más importante de la Argentina. Ayer, el Gobierno dictó la conciliación obligatoria en el conflicto salarial con los médicos y trabajadores del establecimiento. Además, el Ministerio de Capital Humano los intimó a dejar sin efecto por el período de 15 días toda medida de fuerza, horas antes del comienzo de un paro de actividades.
La protesta es encabezada por distintos profesionales: médicos, enfermeros y otros trabajadores de la salud de especialidades varias, que llegaron a la instancia de denunciar penalmente al Ministerio de Salud, según señaló la secretaria general de la Asociación de Profesionales y Técnicos del Hospital Garrahan (APyT), Norma Lezana: “porque nosotros tratamos a pacientes que corren riesgos que no pueden ser atendidos en el momento adecuado”. La denuncia apunta a las autoridades del ministerio por incumplimiento de los deberes de funcionario público y abandono de personas y, también, a las autoridades del propio hospital, a quienes responsabilizan por no garantizar las condiciones laborales mínimas para que el Garrahan siga cumpliendo su función esencial.
No es exagerado lo que señala la dirigente gremial. En el último año renunciaron más de 200 médicos y los residentes están con un paro por tiempo indeterminado y sin guardia. Es tan grave la situación que los médicos de planta no llegan a cumplir la demanda que generan más de 500 camas para atender, todas revisten algún tipo de gravedad y los pacientes pueden quedar sin la atención indispensable en breve si no hay una solución inmediata. Un día en el Garrahan requiere que las guardias deban atender a más de 250 pacientes internados en cuidados moderados, 110 en unidades de terapia intensiva a lo que hay que sumar alrededor de 450 consultas diarias. Solo la voluntad y el apego a la profesión de sus recursos humanos hace que el prestigioso hospital aún pueda funcionar.
El Garrahan fue fundado en 1987, es un ícono de la Ciudad, al que llegan pacientes de todo el país. Su administración corresponde en un 80% al estado nacional y en un 20% al gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Es la primera opción médica ante los casos de alta complejidad que son derivados desde otros hospitales y establecimientos médicos privados de todas las provincias y hasta de países vecinos. Los números de las intervenciones en estos más de 37 años de funcionamiento impresionan: se realizaron casi 3000 trasplantes, más de 300.000 cirugías y se atendieron alrededor de 9 millones de consultas, porque cerca de 650 mil pacientes pasan por allí anualmente, con un dato relevante: el 40% de los pacientes oncopediátricos del país se atienden en el Garrahan y esa atención cuenta con un 80% de sobrevida en casos graves, lo que lo ubica entre los mejores hospitales pediátricos del mundo.
Los salarios y la baja del presupuesto operativo generaron una crisis inédita en estos últimos meses. Trabajar en el Garrahan era un aprendizaje enorme para muchos pediatras y un certificado de calidad para su currículum profesional, muchos optaban por trabajar en ese hospital por lo que les significaba profesionalmente. Sin embargo, en los últimos dos años, cientos de médicos y enfermeros renunciaron al no poder sostener una vida digna con los irrisorios salarios que perciben y por la alta carga horaria, que es un 30% más extensa- a lo que hay que sumarle las guardias- que las que cumplen médicos de hospitales del gobierno de la ciudad. La salida de profesionales es superior al promedio que se daba cada año, los números que se presentan en 2025 son alarmantes y ponen seriamente en riesgo la atención y cobertura de los internados, de hecho, en los últimos meses, sucedieron hechos de violencia con familiares que requerían una mayor atención y la falta de personal no lo hacía posible.
¿Por qué el principal Hospital de Niños que cumple un rol insustituible en la cobertura médica pública del país llegó a esta situación? Hay muchas respuestas. Algunos hablan de un abandono que se viene dando a lo largo de los años pero que se acentuó significativamente desde que asumió Javier Milei, cuya presidencia privilegió con el presupuesto a otras áreas como Inteligencia, Seguridad y Defensa, y relegó Salud y Educación.
El ejemplo más claro lo podemos encontrar en que este año el gobierno nacional destinó $32.000 millones extras a la SIDE -el financiamiento en estos cinco meses pasó de $48.253 millones a $80.872 millones- suma con la que se cubriría casi el presupuesto anual del Garrahan y se podrían corregir estos problemas. Estamos ante una muestra clara de que las intenciones del gobierno van por otro lado, porque si hilamos fino se podrán observar las áreas en las que ha pasado la “motosierra”: la salud pública, la educación superior -con el desfinanciamiento de las universidades y el Conicet- y la educación básica, donde el estado federal se mantiene prácticamente ausente hace 15 meses, fueron más afectadas que los privilegiados servicios de inteligencia, que ahora vemos, gracias a la investigación del colega Hugo Alconada Mon, utilizan recursos para “identificar y monitorear” a aquellos que busquen “erosionar” la confianza de la opinión pública sobre los funcionarios a cargo de velar por la seguridad de la Nación. Simple: el dinero está, pero las prioridades son otras.
El ministro de Salud, Mario Lugones, podría recorrer los pasillos del Hospital Garrahan y seguramente no recibir ningún reclamo porque casi nadie lo reconocería, tan bajo es su perfil. La semana pasada participó de la séptima edición del AmCham Summit 2025, entidad que agrupa a las empresas de Estados Unidos que tienen inversiones en el país. Allí Lugones destacó que le parece mal que en CABA “las prepagas tengan que pagar un recupero de costos de atención a los hospitales públicos cuando derivan un paciente porque éstos ya reciben financiamiento estatal”. Así, con mucho cuidado defendió al sector privado sobre los servicios públicos de salud, que encuentran en ese método una manera de financiarse externamente. Además, están cubriendo la sobredemanda del sector privado que, en pos de bajar costos operativos, tarda demasiado en otorgar turnos y que, con esta medida de no cobrarles a las prepagas y obras sociales las derivaciones al sector público, no tendrían ningún incentivo en mejorar su atención, porque llegado el caso el problema se lo resuelve el hospital público, y sin costo para el privado.
Estas ideas y decisiones desde el Gobierno se adoptan al parecer a sabiendas de que su electorado respalda que se le dé la espalda a los reclamos que provengan del sector estatal. De hecho, esta semana, “Garrahan” fue tendencia en la red social X, donde muchos usuarios pedían con distintos posteos que se proteja y se solucione la crisis que está atravesando el hospital pediátrico. Inmediatamente esos mensajes fueron cruzados duramente por los trolls y fanáticos del gobierno. En una suerte de copy paste, todos manifestaban: “es exactamente lo que voté”. Esa misma tarde el presidente Milei posaba con una “motosierra” en sus manos al lado del Secretario de Salud de los Estados Unidos, Robert E. Kennedy, de visita en el país. El mensaje fue claro: le mostramos al mundo como recortamos gasto también en salud. Pero no es lo mismo recortar gasto público en una repartición donde éste está destinado a la política -tema en el cual hay consenso general- que en un lugar tan sensible. Demasiado triste para creerlo.
El sábado pasado, el actor Ricardo Darín desató una fuerte polémica al señalar que una docena de empanadas cuesta $48.000 lo que las hace inalcanzables para las familias trabajadoras. Poco después era rebatido y atacado en las redes por los trolls libertarios y hasta cuestionado por el ministro de Economía, Luis Caputo, acompañados de informes que buscaron desviar la atención al señalar que se podían comprar empanadas a menor precio, como si ese fuese el eje del debate y no la relación entre los bajos ingresos y el alto costo de vida que tenemos los argentinos. Aquí hay un ejemplo claro para sostener que Darín dijo una gran verdad, aun dándole la razón a quienes se agitan mostrando precios de empanadas más baratas: un médico del Hospital Garrahan, con una especialización y 10 años de antigüedad, gana mensualmente, trabajando 62 horas semanales, un salario que le alcanza apenas para comprar 25 docenas de empanadas de las medianamente económicas. Allí se acaban todas las interpretaciones.
En la lógica libertaria se hizo costumbre cuestionar o no atender las demandas sociales que encierran reclamos gremiales, salariales y de costos operativos si estos provienen de la esfera estatal. Parte de la batalla cultural que se libra actualmente es que esto se naturalice y sea aceptado por la sociedad, aunque, como en este caso, enfrentemos el peligro de echar a perder uno de los hospitales argentinos más prestigiosos y necesarios.
Publicado en La Nación el 29 de mayo de 2025.
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