sábado 21 de diciembre de 2024
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Gran paradoja: La huelga de los sindicatos de automotores estadounidenses favorece a Elon Musk

El dueño de Tesla mantiene sus fábricas fuera de la sindicalización y ha impuesto su sistema de carga de autos eléctricos como de uso estándar para toda la industria.

En la teoría, las ventajas acumuladas por Tesla favorecerían el pasaje hacia los medios sustentables de transporte, a la vez que contradice los deseos de sindicalización de la mano de obra industrial perseguida por Joe Biden y, especialmente Bernie Sanders quien se ha mostrado junto a los trabajadores en huelga de la United Auto Workers (UAW) – fundada en 1935 después de la Gran Depresión – alentándolos a seguir en la lucha y advirtiendo a los CEO’s de la brutal desigualdad entre los enormes beneficios obtenidos por Ford, Stellantis y GM, en el último año, y sus nula correlación con la evolución de sus salarios, de 17 dólares la hora para un trabajador inicial.

Sin embrago, los tres gigantes de Detroit ya pagan hoy a sus trabajadores más que Tesla, y esa brecha en los costos laborales seguramente aumentará incluso con las concesiones que deberán hacer para destrabar el mayor y más extendido conflicto de los últimos años.

Las tres grandes corporaciones tradicionales se encuentran en plena transición masiva hacia los vehículos eléctricos por lo que aducen que las enormes inversiones necesarias para montar nuevas fábricas les impiden redistribuir las ganancias en forma de aumento salarial. La UAW, además de un aumento del 40 por ciento – para los próximos cuatro años – también exige semanas de trabajo más cortas, el restablecimiento de las pensiones con prestaciones definidas y una mayor seguridad laboral a medida que las automotrices hacen el cambio a vehículos eléctricos.

A la UAW le preocupa que las empresas aprovechen la transición a los automóviles eléctricos para recortar su poder de negociación, contratando a trabajadores no sindicalizados. Por otro lado, está bregando para que los fabricantes de automóviles cubran a los trabajadores de las fábricas de baterías de litio, permitiendo su afiliación a la UAW. Hoy, ese segmento en alza de trabajadores no tiene representación sindical o bien se encuentra en negociaciones de contratos por empresa.

La política de Joe Biden en pro de la sindicalización lo ha colocado en situación incómoda, como por ejemplo cuando en 2021, invitó a los CEO’s de las tres grandes al jardín de la Casa Blanca para una importante cumbre sobre vehículos eléctricos, reunión a la que Musk no fue incluido. Cuando se le preguntó si el estatus no sindical de Tesla fue la razón por la que no fue invitado, la entonces secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, respondió: “Bueno, estos son los tres mayores empleadores de la UAW, así que te dejaré sacar tus propias conclusiones”.

En 2022, Biden repitió el convite al que un enojado Musk reaccionó en las redes sociales descalificando a Biden, declarando que había “ignorado deliberadamente a Tesla en todo momento y declarado falsamente al público que GM lidera la industria de los automóviles eléctricos”. Lo cual es cierto, porque Tesla tiene el 60 por ciento de ese mercado.

Pero, en enero de este año, funcionarios de Biden recibieron a Musk en la Casa Blanca para discutir la implementación de la enorme inversión estatal en incentivos para la transición hacia los vehículos eléctricos. Semanas después, la administración anunció que había negociado un acuerdo para que Tesla abriera al público algunas de sus estaciones de carga a cambio de acceso a dólares federales. Y no sólo eso, tres vehículos Tesla también fueron habilitados para aplicar a un crédito tributario al consumidor de 7500 dólares que el Departamento del Tesoro ofrece bajo la Ley de Reducción de Inflación, promulgada el año pasado. Es decir que Musk se vio beneficiado a expensas de las corporaciones que hoy sufren las presiones del sindicato.

Como las grandes tecnológicas de Silicon Valley, Musk combate firmemente la sindicalización a la que considera arcaica para el mundo moderno y sostiene que darles acciones del mercado automotor a sus trabajadores – cosa que Tesla hace – es mucho mejor que estar negociando aumentos de salarios. No es casualidad que el sudafricano haya tenido sintonía con un candidato a presidente de la Argentina que propone un liberalismo extremo – y ridículo – que va en su misma dirección y que lo acercan a un punto de interés más específico: el litio, crucial para producir las baterías de sus automóviles y camiones.

En campaña hacia la reelección en 2024, Biden ha dado muestras de hacer equilibrio entre su apoyo a los sindicatos y el temor sobre las consecuencias para la economía estadounidense de esta huelga. “Seamos claros: nadie quiere una huelga. Pero respeto el derecho de los trabajadores a utilizar sus opciones bajo el sistema de negociación colectiva. Y entiendo la frustración de los trabajadores”, dijo Biden desde la Sala Roosevelt de la Casa Blanca.

“Durante generaciones, los trabajadores del sector automotor sacrificaron mucho para mantener viva y fuerte la industria, especialmente durante la crisis económica y la pandemia. Los trabajadores merecen una parte justa de los beneficios que ayudaron a crear para una empresa”, continuó el presidente, señalando que sus empleadores “deberían hacer más para garantizar que las ganancias corporativas récord se traduzcan en contratos récord”.

Por su parte, el presidente de la UAW, Shawn Fain, en una entrevista con CNN el lunes, reiteró que el sindicato está esperando la respuesta de la administración antes de respaldar la reelección de Biden, algo que Fain se ha negado a hacer hasta ahora. Fain también sostiene que los demócratas, de Bill Clinton a Obama han socavado la sindicalización con medidas pro mercado y eso es algo que acerca a sus afiliados – y a los trabajadores del Cinturón del Óxido – a las promesas de Donald Trump.

Los analistas de JPMorgan creen que un fuerte aumento de los salarios de los trabajadores sindicalizados tendría un impacto en los precios de venta de los vehículos, empujando a los consumidores a “conservar su auto por más tiempo” en lugar de comprar un modelo nuevo.

Por su lado, Musk saca su tajada y lidera una industria pujante, “libre de sindicatos” y subsidiada – esto no le gusta tanto, pero lo acepta con agrado – tal como les place, en general, a las grandes corporaciones estadounidenses.

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