Se buscan, se recelan, se acarician, se arañan, se dan la espalda y se pelean por el mismo plato de comida. Andan solos, pero después se juntan. Permanecen quietos mucho tiempo, pero de repente entran en hiperactividad. Así es la convivencia entre los gatos. Son personajes muy distintos a los perros.
Estamos hablando del “gato” Macri y del “gatito mimoso” Milei (Bergman dixit). El primero hubiera querido hacer lo que está logrando el segundo, pero el clima de época no acompañaba. El actual presidente se encontró con la oportunidad histórica de una sociedad devastada por la crisis continua que, hasta acá, le dio un crédito importante para hacer y deshacer sin oponer mayor resistencia. Es un electorado de brazos caídos, sin energía, luego de 12 años de estancamiento económico y tres gobiernos seguidos con balance negativo.
Macri debe estar maldiciendo la mala suerte que tuvo él y la buena que está teniendo Milei. Pero no todo es cuestión de suerte, como ya comentamos en esta misma columna hace un par de semanas atrás. El ingeniero sabe construir, por eso hizo el PRO y lo concibió como un proyecto de largo plazo con casa central en la CABA. El economista sabe deconstruir, es decir, desmontar conceptos establecidos atacando su lógica. Son dos cabezas distintas, aunque los dos tuvieron dificultades en las relaciones con sus respectivos padres.
El ex mandatario considera que el actual presidente es un personaje que se pasa de revoluciones y puede terminar yéndose al pasto innecesariamente, cuando la historia le está abriendo una puerta inédita. Pero más allá de los modales, hay al menos cuatro cuestiones que le hace difícil la relación:
1) La bronca personal: ¿por qué fue él y no yo? A mí me costó tanto trabajo y a él casi que le vino servida en bandeja.
2) El riesgo de desaparición: lo que le costó tanto construir podría desaparecer en el aire como pompas de jabón si se produce el éxito económico, y ergo político.
3) Las dudas sobre la sostenibilidad del esquema económico: sus tres ex ministros de economía tienen serias dudas sobre cuánto tiempo puede sostenerse este modelo sin que explote en algún momento, y se vuelva a fojas cero.
4) La conversión de Patricia: su pupila le clavó un puñal en plena espalda y es amparada por el líder libertario. “Tú también, Patricia”.
5) La elemental lucha por el poder: está claro que Karina quiere avanzar sobre la casa central del PRO porque éste ya no tendría sentido de existir.
En cambio, Javier Milei tiene otras razones:
1) Cree que él es el elegido, como el Mesías redentor, y que Macri fue el que plantó la semilla, una especie de profeta como Juan el Bautista.
2) Piensa que al ingeniero le faltó lo que a él le sobra: testículos para llevarse todo puesto. El líder amarillo habría sido demasiado concesivo con el statu quo.
3) Su ideólogo cree que Mauricio forma parte del pasado que se debe jubilar, no como el primero de lo nuevo que hay que rescatar. Por eso, al mejor estilo kirchnerista, profesa que debe encolumnarse o ser considerado enemigo.
4) Desconfía del “Macri lobbista” que quiere colocar amigos para hacer negocios. ¿Por qué aborrece esa práctica? No, porque tiene su propio lobby. Algunos sospechan, incluso dentro del PRO, que el ingeniero ya no es un dirigente político, sino un gestor de negocios.
5) La elemental lucha por el poder: si yo soy el exitoso, el que se animó a todo, ¿por qué voy a compartir cartel con él que fracasó y tiene mala imagen en la sociedad?
Entonces, la persistente ayuda legislativa del PRO-Macri a LLA ¿es resignación? ¿es paciencia estratégica? ¿es una coartada? ¿o es el prólogo de una traición? Para un personaje con una faceta vengativa como el amarillo, seguro no es resignación. En todo caso, pueden ser cualquier de las otras tres opciones.
Mientras, su contrincante tiene la íntima convicción de que tiene a todo el mundo agarrado de los testículos. A los gobernadores porque si no acuerdan, no sobrevirían. A los empresarios porque les va a hacer escupir la que tienen en el colchón y tendrían que aprender a competir. A los mercados porque hoy es su única opción, como a la mayoría social. A los gremios porque es capaz de cualquier cosa y las bases no resisten. Y a Macri porque se arrodilla y lo venera, o dejaría de existir.
Solo cabe recordar que Franco Macri lo mandó a su hijo Mauricio –el jugador de bridge- a negociar con Donald Trump su salida obligada del mercado inmobiliario de Manhattan, hacia mediados de los ´80. Treinta y tres años después, aquél joven devenido adulto y presidente argentino, logró el mayor crédito del FMI que hubiera obtenido un país… con ayuda del mismo magnate, también primer mandatario. La vida te da sorpresas.
Publicado en La Capital de Rosario el 17 de noviembre de 2024.