Hubo alguna vez una “Argentina potencia”? ¿Existió un momento en que la Argentina fue “el país más rico del mundo”? En año electoral, resurgió el debate sobre el momento fundacional de la Argentina. Javier Milei tiene su propia respuesta: el país en torno al centenario de 1910 como el arquetipo de una Argentina deseada: la más rica del mundo, y por eso, añorada. “La Argentina inició el siglo XX siendo el país más rico del mundo”, dijo en 2023, en el debate del balotaje. “Hace 120 años, la Argentina tenía uno de los tres PBI per cápita más altos del mundo”, afirmó el 1 de marzo de 2024, en la primera Asamblea Legislativa de su gestión, nada menos. Días atrás, en La Rural de Palermo, insistió: “Nosotros venimos a recrear ese país que cuando se empezó a implementar la Constitución del 53 (…) generó la época dorada que llevó a la Argentina a ser una potencia mundial. Bueno, nosotros queremos recobrar esa ‘Argentina potencia’ y el corazón de la potencia está acá, en el campo argentino”. La estadística no confirma los dichos presidenciales, ¿pero alcanza esa corrección para comprender el nivel de progreso de la Argentina de esos años y su excepcionalidad en la historia del país? ¿Cómo entender ese momento histórico sin sobregirar su importancia y sin minimizar su aporte único a la pujanza argentina? ¿Aquella Argentina nació de un Estado chico o de un Estado presente? Hay sorpresas. En las últimas semanas, esta polémica tuvo otro pico, en un cruce entre el director de la Casa Histórica de Tucumán, el abogado José María Posse, que sostuvo el carácter de “potencia” de la Argentina de 1910, y la historiadora Camila Perochena, que lo refutó. Milei tomó partido en X: “Se jacta de historiadora y arranca negando un dato base. Si llega a revisar las series de Maddison le colapsará el cerebro”. ¿Maddison le da la razón a Milei? No necesariamente: todo depende de la relación entre riqueza y potencia. Veamos.
Primero. Mr. Maddison y el inicio del malentendido
Hay que ir a la serie estadística del economista británico Angus Maddison, enfocada en la evolución del PBI per cápita de los países. Según la onda de Maddison de 2023 (la más actualizada), en 1904, la Argentina estaba en el puesto 10 entre 41 países con mayor PBI per cápita: no estaba ni primera ni tercera. En 1900, estaba en el puesto 13. En 2018, la corrección de la curva de Maddison de ese año trajo novedades, y confusión: fue la primera y única vez que la Argentina apareció primera en el ranking en dos años puntuales, 1895 y 1896. Esa corrección estuvo afectada por cambios metodológicos. Desde 2018, se sumaron otras dos revisiones, en 2020 y 2023, pero la Argentina ya no ocupó el primer lugar en ningún año. De acuerdo a la onda Maddison de 2023, en 1895, la Argentina estuvo en el puesto 7, y en 1896, en el puesto 6, las mejores posiciones que alcanza en la curva considerando cualquier año. Entre 1890 y 1929, la Argentina figuró en general en el top 10 de países con mayor PBI per cápita del mundo, nunca en las primeras posiciones; en 1891 y en 1917, estuvo en el puesto 14, su peor posición en ese período de pujanza.
Posición de la Argentina en el ranking de PBI per cápita mundial
Entre 1870 y 2020
“Las series oficiales de PBI de la Argentina empiezan recién en los años 30. Los datos anteriores corresponden a estimaciones más frágiles. Las distintas versiones de Maddison cambian las posiciones según los supuestos y la cantidad de países incluidos”, aclara el sociólogo Daniel Schteingart, director en el think tank Fundar. “No es cierto que en 1895 la Argentina tuviera el PBI más alto del mundo y, además, mete ruido innecesario en el debate sobre el progreso material porque realmente la Argentina de toda esa época era un avión”, cuestiona el historiador económico Pablo Gerchunoff.
Segundo. ¿Edad dorada?
“El período que va de 1880 a 1930 es exitoso, con un aumento importante del PBI per cápita, aun con un crecimiento bestial de la población”, anticipa el economista e historiador económico Lucas Llach. “La movilidad social fue más que una aspiración. Fue una experiencia palpable. La idea de progreso estaba arraigada”, plantea el historiador Roy Hora. “Era una época que se veía como dorada, pero había costos”, sostiene el profesor Eduardo Zimmermann, que aclara: “El surgimiento de problemas nuevos, como la cuestión obrera, era indicio de una Argentina que progresaba”. También hay detractores: los organiza la narrativa nacional y popular. ¿”El granero del mundo” fue el coto de caza de una “oligarquía expoliadora” de las mayorías? “Falso”, plantea Gerchunoff. “Podía venir una legión de pobres italianos en tercera clase de un barco: sacás la foto del momento y hay muchos pobres que llegan, pero mirás las películas, y queda claro que son absorbidos rápidamente”, argumenta. “La mayor parte de los historiadores profesionales coinciden en que fue una experiencia de crecimiento económico y transformación social muy acentuada. La visión negativa ya no tiene mayor relevancia”, explica Hora.
Tercero. “Argentina potencia”, el diccionario fallido
¿Falta un diccionario que permita una mejor comprensión? La palabra “potencia” acarrea imprecisión. “Perón fue el que usó la noción de ‘Argentina potencia’. Cuando volvió al país, le dio un uso pícaro como equivalente a ‘pequeña comunidad de hombres felices’ y, en verdad, solo se puede ser una cosa o la otra”, distingue Gerchunoff. “Pero en los años de la Argentina agroexportadora, hablar de ‘Argentina’ y ‘potencia’ no era frecuente en el lenguaje político argentino”, describe. “Hay que mirar el PBI global sumado a la influencia geopolítica. Hay que estar entre los que definen en Basilea qué hacen los bancos, o sentarse en el G7 o en la OTAN o en el Consejo de la Seguridad de la ONU: eso es ser potencia”. La definición es del economista Eduardo Levy Yeyati, que también relativiza el PBI per cápita como indicador de potencia mundial: “Aun cuando su PBI per cápita es bajo, Rusia es potencia porque incide en la arena mundial”. Y suma otra consideración: “El PBI per cápita no tiene sentido cuando se trata de una sociedad en proceso de composición. Que sea bajo no es un fracaso; es parte de una política inmigratoria exitosa que puede impactar negativamente en el PBI per cápita temporalmente”. Si la población sube, que es el divisor de la ecuación, el PBI per cápita puede bajar. Schteingart coincide: para medir “potencia”, mejor el PBI total. Pasada la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos, una potencia, representaba más del 20% del PBI global. “China es más pobre que Bélgica, pero nadie diría que Bélgica es más potencia que China. ¿Qué es ser potencia? Cuánto movés la aguja de la economía global. El tamaño de la población puede dar un PBI per cápita bajo, pero el PBI total pone a un país en el lugar de potencia”, ejemplifica. Llach prefiere el año 1928 para pensar la Argentina de aquellos años: “Hay consenso en que se vivía un proceso de pujanza”. Pero, según su mirada, a la influencia mundial y al tamaño de la economía de un país, hay que sumar indicadores de bienestar y la distribución: nivel de escolaridad y esperanza de vida. ¿Pero entonces, importa o no que aquella Argentina tuviera alto PBI per cápita? ¿O es apenas efecto de un territorio vasto y productivo pero poco habitado?
Acceso a la educación entre 1880 y 1930
En el debate de estas semanas, se habló de países-islas que tienen PBI per cápita alto porque el PBI total se divide entre muy pocos habitantes, pero no son potencia. ¿Eso pasa con la Argentina de principios del XX? Llach hace una aclaración fundamental: el aumento de la población por la llegada de inmigrantes no baja necesariamente el PBI per cápita porque los inmigrantes se suman a la actividad productiva. “En los años 20, fue tal el boom económico que el PBI per cápita de la Argentina siguió creciendo, aun con un gran aumento de la población. A lo sumo, el crecimiento empieza a retrasarse algo, pero continúa”, explica. Y subraya: “Por eso, esa Argentina es todavía más meritoria”. Hubo boom económico con boom poblacional. Se pasó de 1,9 millones de habitantes en el primer censo nacional, el de Domingo Faustino Sarmiento en 1869, a 4 millones de habitantes en el censo de 1895, a casi 8 millones de habitantes en 1914 y a 10 millones en los años 20. Y siempre con un PBI per cápita que fluctuaba entre las posiciones 6 y 14 del ranking de Maddison 2023. Es decir: crecía la población pero también crecía la economía, que representaba el 25 por ciento del PBI de América Latina, incluidos México y Brasil. De 1830 a 1920, las exportaciones argentinas se multiplicaron unas 50 veces.
Relación entre la educación y el PBI per cápita de los países
Cuarto. La Argentina, antes y después de 1870
¿El valor de aquella Argentina se ve mejor todavía comparando con el propio pasado argentino? “El punto central de comparación es la historia anterior a 1870. Ese cambio fundamental llenó de asombro a los observadores de esos años”, sintetiza Zimmermann, que agrega: “La Argentina estaba en un proceso de progreso imparable. Antes, durante tres cuartos del siglo XIX, se habían sucedido guerras civiles, inestabilidad política y una economía que prometía poco”. En cambio, a principios del siglo XX, dominaban la transformación y la movilidad social. Zimmermann aporta datos: en 1914, dos tercios de los comercios e industrias de la ciudad de Buenos Aires estaban en manos de inmigrantes. Gerchunoff apunta otra evidencia: en 1880, entraban al puerto de Buenos Aires unos 1000 vapores por año. En 1910, llegaron a ser 5000. “La Argentina estaba viviendo una transformación material extraordinaria muy centrada en una inmigración en relación a la población original que no tiene igual”, resume. Torcuato Di Tella lo planteaba en estos términos, según refiere Gerchunoff: “El único país del mundo en donde los nativos tuvieron que adaptarse a los inmigrantes, y no a la inversa”.
Relación entre la esperanza de vida y el PBI per cápita de los países
Quinto. La Argentina del Centenario, ¿crecimiento económico vs. desarrollo?
¿La Argentina rica implicó crecimiento de la desigualdad? “Fue un crecimiento inclusivo”, afirma Hora sin vueltas, y sigue: “La Argentina importaba trabajadores porque la oferta interna no alcanzaba. Integró a los trabajadores argentinos y a los extranjeros”. El crecimiento económico se dio con crecimiento de la riqueza de las clases populares, aunque el patrimonio de los sectores altos fue mayor. Aunque una minoría de izquierda avanzaba con sus reclamos, los sectores populares no acompañaban: “Su mentalidad estaba enfocada en el avance del ascenso social”, según Hora. “La diferencia entre el rico y el pobre, entre el estanciero y el trabajador rural, era altísima. Pero en toda la Argentina se daba una extraordinaria movilidad social”, desarrolla Gerchunoff. Un trabajador con el empleo peor remunerado rápidamente cambiaba de puesto y ascendía en la escala social. Gerchunoff menciona un dato que grafica ese proceso. Un banco extranjero del siglo XIX le plantea a su casa matriz el problema que enfrenta: de un año a otro, los sujetos de crédito progresan tanto que tienen que reubicarlos todo el tiempo en el ranking y subirles muy rápidamente su límite crediticio. El problema de pobreza versus riqueza no se dio tanto entre clases sociales sino entre regiones y provincias. En cuanto al desarrollo humano, la riqueza hizo su parte: “En la Argentina, el boom económico pudo hacer realidad la ley de educación de Roca de 1884”, dice Gerchunoff. Llach suma en ese sentido: “En comparación con el PBI per cápita, la Argentina estaba un poco más abajo en el ranking de esos indicadores de desarrollo humano, aunque en posiciones altas. Y los salarios, que hablan de la distribución, eran relativamente altos, por eso los inmigrantes acudían en masa. No había tanta desigualdad entre trabajo y capital”. Su ya clásico paper, “Rica pero no tan moderna: Argentina antes de la depresión”, sobre el período 1870-1930, muestra esos matices, tal como se refleja en los gráficos que acompañan esta producción.
Índice de Desarrollo Humano, 1930
Sexto. Élites, la autopercepción y la percepción
¿Hay algún indicio para hablar de una “Argentina potencia” entre fines del siglo XIX y principios del XX? En algunos puntos, tiene sentido. Por un lado, en relación con América del Sur. Gerchunoff recuerda una mención significativa de “potencia” en el juicio del siglo, de Joaquín V. González, ministro en la presidencia de Roca. Dice Gerchunoff: “Usa la palabra ‘potencia’ para referirse a Brasil, Chile y Argentina como potencias regionales que debían inspirar al resto de Sudamérica”. Había algo de exageración en esa autopercepción de la dirigencia. “Entre fines del siglo XIX y principios del XX, la élite dirigente argentina se imagina liderando un país que es vanguardia en Latinoamérica. Se concibe como un contrapeso a la creciente influencia de Estados Unidos en América del Sur”, explica Hora. Zimmermann da un ejemplo claro del lugar que la Argentina se arrogaba en las Américas, y del alcance de sus efectos concretos. En 1889, en la Conferencia Interamericana en Washington, Roque Sáenz Peña, presidente de la delegación argentina, se opuso a la pretensión de Estados Unidos de establecer una suerte de unión aduanera. Como cierre del discurso, pronunció una frase que hizo historia: “¡Sea la América para la Humanidad!”. La resistencia no fue retórica vacía: el proyecto de Estados Unidos quedó bloqueado. “La dirigencia argentina lo tomó como una señal de que la Argentina podía asumir el papel de guía de América del Sur”, aclara Zimmermann. “El granero del mundo” era efectivamente percibido como competencia comercial por Estados Unidos. En el plano militar, hay datos duros que confirman el despegue: “La Argentina se convirtió en una potencia naval, entre las ocho más poderosas del mundo”, afirma Hora. La armada de guerra argentina era una de las más grandes del mundo en proporción a la población. Lo deja claro el historiador Pablo Lacoste en su trabajo Chile y Argentina al borde de la guerra (1881-1902). “El poder naval de Argentina y Chile era tan desproporcionado con respecto al escenario internacional que podían influir en el sistema mundial de alianzas y equilibrio de poder”, sostiene.
Séptimo. Estado vs. mercado
¿La pujanza de esa Argentina puede ser inspiradora para un Milei libertario anti Estado? “Hubo una economía de mercado fuerte que puso recursos en juego y le dio empuje al crecimiento. Al mismo tiempo, la clase dirigente se abocó a la construcción de un Estado bastante grande. Roca tuvo un rol clave”, sintetiza Hora. Llach desafía con una interpretación: “El roquismo fue economía abierta, pero también desarrollismo: el Estado enfocado en construir infraestructura y capital humano, y de manera inteligente, muchas veces con capital privado pero subsidiado”. Fue un desarrollismo con dimensión regional, explica: proteccionismo para Cuyo con el vino y para el NOA con el azúcar. “En parte, tenía que ver con la configuración política del roquismo. Hoy en día se llamaría ‘tongo’”, dice Llach, que concluye: “Es muy difícil llamar ‘liberal’ a ese momento histórico. Sólo se entiende en comparación con lo que vino después, pero no en relación con el peso del rol del Estado durante esos años”.
Publicado en La Naciòn el 30 de julio de 2025.
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