jueves 24 de julio de 2025
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¿Es Milei un liberal pragmático o un antiliberal?

Cuando era chiquito, milité en la Juventud Peronista. Básicamente tomé parte de un episodio histórico del que aún hoy me enorgullezco: la larga y complicada campaña del regreso de Perón a la Argentina.

La ilusión fue flor de un día, sucedida por amores de estudiante: Perón se murió, volví a la Facultad (UBA), comprobé que los libros muerden, afortunadamente, y la vida no me dio un respiro, porque se nos vino encima una noche más negra que la de los asesinos de Rucci, las Tres A e Isabel.

En esa intemperie, de la mano de autores como Popper, Huntington (sic), Koestler, Floria, y de amigos del alma menos burros que yo, traté de pensar. No podía dejar de ser peronista así como quien cambia de camisa, pero serlo no me impidió transitar por nuevos caminos.

Descubrí de pronto dimensiones inesperadas de la democracia; me nacía de adentro un apego insospechado por “nuevas” ideas y nociones, como la del poder limitado, la división de poderes institucionales, el valor del pluralismo político, la estima por la diversidad de ideas políticas, la noción de que ninguna creencia era dueña de la verdad, y la noción fundamental de la libertad y los derechos del individuo.

Descubrí que la libertad tenía por basamento la cooperación sostenida en derechos (entre ellos el de propiedad y el de contar con un instrumento tan valioso como el mercado) y deberes individuales inalienables, y que una mayoría no podía oprimir a ninguna minoría. No me hice liberal.

No era tan ignorante como para olvidar que el liberalismo a secas no tiene buena reputación histórica ni política en la Argentina, pegado a su caricatura oligárquica y a su preferencia recurrente por el orden autoritario y el vínculo estado-mercado corporativo y rentístico y las presiones estatales contra los trabajadores, y desaguado demasiadas veces en dictaduras atroces, justificadas por los “excesos populares”.

No me hice liberal pero fui incorporando aquellos extraordinarios valores del liberalismo a mi gaseosa identidad política. Gaseosa porque, en una parábola desfachatada, del peronismo renovador maltrecho pasé a una incómoda socialdemocracia, y tras ella, a un republicanismo criollo, pero clásico, sin abandonar – al contrario – los trazos liberales adquiridos.

Este relato viene a cuento del asombro que me ha ocasionado Marcos Falcone y su inefable defensa del liberalismo de Javier Milei y su gobierno. Dice Falcone: “persisten críticas que sostienen que su gobierno no es liberal”. Acto seguido, con un pase mágico nos remite a la economía: “¿dónde están las bajas de impuestos? ¿y las privatizaciones?” dice Falcone que se pregunta la gente que duda del liberalismo de Milei.

Hay un enorme debate académico sobre la economía de Milei, si es más o menos ortodoxa, si se ajusta o no al canon del liberalismo económico, si sigue o no las pautas de la más absoluta desregulación del mercado que profesa. Pero el simplismo al que recurre Falcone no lo autoriza a apagar con papel mojado la cuestión central del liberalismo político.

Soy de los republicanos que creen que la lucha contra la dependencia de las personas (dependencia horrorosamente prevaleciente hoy día en Argentina) requiere conjugar libertad política y libertad económica, en lugar de hacernos los distraídos.

Argumenta Falcone: “Los liberales, por su propia naturaleza, tienden a ser pésimos administradores del poder.” ¿Tiene idea de quiénes no son, en cualquier parte del mundo, pésimos administradores del poder?

El poder no es algo que soporte otra cosa. Me cuesta creer que Falcone lo desconozca. Pero tiene su respuesta: la receta de Milei es la Realpolitk. Otro olvido: ningún gobernante que no sea imbécil gobierna sin realpolitik. Pero ¿es la Realpolitik de Milei una realpolitik liberal? Dice Falcone: “No es que en las acciones del gobierno de Milei no haya liberalismo ”. Le concedo la astucia: la del topo que no construye un estado liberal, sino que lo destruye prácticamente en todas sus áreas.

Esta no es apenas la retórica de Milei, es su práctica. Milei no devuelve libertades; profundiza, ahonda, desigualdades. Retira el estado de modo tal que se congelan las desigualdades preexistentes y las que él ha creado. Hace papel picado con las instituciones. Lejísimos de ser un liberal pragmático, es un antiliberal galopante.

Nos presenta aquí al peor Niccolò en su manual para niños: el fin justifica los medios. Como si al pragmatismo (liberal) no le importaran las consecuencias de los medios escogidos. Como si la demonización del adversario, la suciedad política y la confrontación absoluta (“de hecho son pocos los que quieren las reformas que quiere Milei”) en lugar del blend entre conflicto y cooperación, pudieran conducirnos a un orden más próspero y liberal.

Seguiré a la intemperie. Soy un ex peronista liberal. Un republicano liberal. Pero si el valor de la igualdad social se convierte en un objeto de culto peronista al pasado, y un objeto de execración de los libertarios, seguiré a la intemperie.

Publicado en Clarín el 22 de abril de 2025.

Link https://www.clarin.com/opinion/milei-liberal-pragmatico-antiliberal_0_1wuKi7VdzQ.html?srsltid=AfmBOorGq21Xjy0tHX2AmwZ9Onmnwnvjw5FFoV_BQr3VRoaNrZeKfpCc

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