viernes 8 de agosto de 2025
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Encrucijadas del término “Política de Estado”

Nacido acaso en los años ’30 al calor de la exaltación del Estado como factótum de la sociedad, el término “Política de Estado” prosperó de modo proporcionalmente inverso a los continuos fracasos de los sucesivos Gobiernos en implementar políticas públicas consistentes en el tiempo.
Desde los ’90 hasta hoy, el término se popularizó sin límites ideológicos, de quehaceres ni educativos, en todo el mundo hispanohablante, aunque adoptando varias nociones y, paradójicamente, sin obtener una formulación académica elaborada.
Siguiendo la tutela del reconocido experto en políticas públicas Oscar Oszlak, los aportes canónicos de O’Donnell y la teoría sobre la “Historia de los conceptos” de Koselleck, y con la experiencia concreta de cuarenta años como diplomático en el campo de la política nuclear –considerada una de las escasas “Políticas de Estado” existentes-, procuré paliar aquel vacío académico mediante una tesis doctoral en la que se sugieren las siguientes
contribuciones para tornar este término consuetudinario y las nociones intuitivas que fue adquiriendo, en un concepto dotado de sustancia teórica.
El empeño con que lo usa la sociedad argentina demuestra que el término contiene un reclamo espontáneo y generalizado que no puede ser subestimado pero sí debe ser explicado; es posible rastrear sus usos fundacionales en ámbitos estatales de los ’30 y un reverdecer en los ’90; es notable la peculiar capacidad de la política nuclear argentina para atravesar no sólo la litigiosa visibilidad que ha vivido desde los ’50 sino, sobre todo,
la ardua transición en los ’80 entre el Estado autoritario y el democrático; las variables características de una Política de Estado se vinculan a cuatro capacidades: técnica, institucional, representativa e internacional; y puede definírsela como la capacidad técnico-institucional para articular políticamente interacciones virtuosas, de relativa autonomía, entre los principales actores, demandas e intereses del Estado, del Gobierno, de la
sociedad y del contexto internacional, en una cuestión relevante de la agenda pública y de forma consistente a lo largo del tiempo.
No casualmente persiste el consenso de que la política nuclear argentina constituye un modelo de este concepto, como lo avalan la continuación de la actividad nuclear en el país, de su capacidad nuclear exportadora y de su prestigio internacional personificado en el Embajador Rafael Grossi, así como el ambicioso Plan Nuclear anunciado por el Presidente de Nucleoeléctrica, el físico nuclear Demián Reidel.
Por otra parte, los profundos cambios de políticas públicas que están experimentando la Argentina y los EEUU, introducen paradójicas reflexiones respecto al futuro empleo del término a la luz del diktum de Kant de que “no existen experiencias sin conceptos ni conceptos sin experiencias”.
En la Argentina, el empleo del término podría declinar o adquirir otra noción frente a la menor intervención estatal que implementa el Gobierno y reclama la mayoría.
Paradójicamente, en los EEUU podría ocurrir lo inverso, pues el axioma basal del término –no existe en ese país porque allí todas políticas son de Estado y no de Gobierno-, se ha derrumbado frente a los revolucionarios cambios de Trump en lo que se consideraban políticas eternas, lo cual podría suponer que el término cobre ahora allí algún sentido.
En síntesis, la apasionante novedad consiste en especular que, si se cumpliese el diktum kantiano frente a las nuevas experiencias, el vasto uso del término podría alterarse en la Argentina y, contrariamente, sugerir una innovación conceptual en las políticas públicas de los EEUU.

Publicado en La Nación el 8 de agosto de 2025.

 

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