A mediados de la década el ´80 se editó en el país una colección de libros de aventuras, destinados a chicos de, digamos, diez años y más años de edad. La colección se llamaba “Elige tu propia Aventura”; cada uno de los libros tenía su nombre y, además, estaba numerado. Pero la característica particular, y su atractivo especial, era que tenían varios, muchos, posibles finales diferentes en función de opciones que tomaba el lector, indicándole el texto, para cada una de éstas, en qué página debía continuar la lectura. El lema de la colección era: “Las posibilidades son múltiples; algunas elecciones son sencillas, otras sensatas, unas temerarias… y algunas peligrosas. Eres tú quien debe tomar las decisiones. Puedes leer este libro muchas veces y obtener resultados diferentes. Recuerda que tú decides la aventura, que tú eres la aventura. Si tomas una decisión imprudente, vuelve al principio y empieza de nuevo. No hay opciones acertadas o erróneas, sino muchas elecciones posibles.” Había novelas de hasta treinta, o más, finales distintos.
Tratándose de novelas de aventuras, el mayor atractivo que tenían, además de hacer protagonista al lector a partir de la elección de sus propias opciones, era que se multiplicaba la más importante de las virtudes que debe tener ese género literario: la incertidumbre.
El proceso electoral que transcurre en la Argentina, con las elecciones P.A.S.O. ya realizadas el 13 de agosto, y las generales previstas para el 22 de octubre, con segunda vuelta, si la hay, el 19 de noviembre; pareciera que hubiera copiado el diseño de aquella colección de libros, sobre todo a partir del resultado de las elecciones primarias. Pero, por lo que se comienza a conocer, y que debería estar mucho más presente en la conversación de campaña entre las agrupaciones políticas, y también entre los electores, nada de esto ha nacido el 13 de agosto. Se trata del oscuro diseño de una tramposa estrategia electoral de quien es, tal vez, el más inescrupuloso de los personajes de la política argentina, obviamente acompañado de sus amigos de negocios, que le han aportado viabilidad y espesura. Hablamos de Sergio Massa, claro.
En un repaso de las características sobresalientes de este proceso electoral, podemos comenzar con que se desarrolla sin presidente en ejercicio real de su cargo, sin gabinete de ministros ocupados de la gestión del estado, sin poder legislativo funcionando, a excepción de las puestas en escena del candidato oficialista y de las necesidades y obsesiones de la Vicepresidenta con su situación frente al Poder Judicial. Todas las decisiones de gobierno son adoptadas o convalidadas por el Ministro de Economía-candidato presidencial, a quien esta doble condición le garantiza que sus mentiras tengan abultado financiamiento, con consecuencias económicas sombrías; y que hasta se ha dado el lujo de que tengan rango institucional del más alto nivel, ya que ha incluido entre sus víctimas al propio FMI. Mientras tanto, se va poblando la administración de cada vez más personal, que, sabemos, tendrá una activa participación en la puesta de palos en la rueda e iniciativas que hagan de la Argentina un país cada vez más alejado de un funcionamiento con cierto apego a la “normalidad”.
Entre las opciones, como las de aquellas novelas, respecto de este candidato entonces, podríamos señalar:
¿Qué pasa si Massa no entra al ballotage?; ¿Estará dispuesto a seguir siendo ministro?; ¿Le pedirá la renuncia el presidente?; ¿Aguantará la macroeconomía o le explotará en la cara?
¿Qué pasa si fuera presidente?; ¿Lo apoyará el kirchnerismo?; ¿Lo aceptarán los gobernadores?; ¿Estará dispuesto a realizar el ajuste que equilibre las variables macro que él empeoró profundamente como ministro?; ¿Conseguirá financiamiento en algún rincón del mundo que no sea Rusia, China, Irán, Corea del Norte o Brasil?; ¿Podrá rápidamente elegir un gabinete que cuente con el acuerdo de todos los sectores del peronismo?; ¿Continuará siendo Cristina Fernández la poseedora del poder real?; ¿Estará Massa dispuesto a enfrentarla si eso sucediera?; ¿Operará en la Justicia para darle impunidad a Cristina…, o verá una oportunidad para eliminarla en su plan de convertirse en conductor de un “nuevo” peronismo?; ¿Podrá convivir con Kicillof si es éste reelecto?.
Claro que a todo lo mencionado deberían agregársele otras muchísimas opciones ya relativas a su plan de gobierno, pero como éste aun no existe no abrimos esa caja de pandora.
Por su parte LLA, con Javier Milei a la cabeza, presenta un abanico que, para abrirlo y plantearse las opciones, se requiere primero que logre uno salir de la perplejidad:
¿Ganará la elección del 22/10?; ¿Estará en condiciones de ganar un ballotage?
Si fuera electo presidente: ¿Presentará un Proyecto de Ley de Ministerios con uno de Capital Humano, que nuclee Educación, Salud, Trabajo y Desarrollo Social?; ¿Pondrá al frente de ese ministerio a una Licenciada en Ciencias de la Familia?; ¿Se lo votará sin cambios el Congreso?; ¿Presentará un proyecto derogando la ley de aprobación de la Carta Orgánica del BCRA?; ¿Será advertido de que no puede eliminar a Coparticipación Federal porque tiene rango constitucional?; ¿Privatizará los ríos como anunció?; ¿Cerrará o achicará el CONICET?; ¿Pretenderá derogar la Ley de Aborto no Punible?; ¿Insistirá con plantear que si la Corte Suprema indica la inconstitucionalidad de alguna de sus posturas, es porque no le importa el “robo”?; ¿Seguirá existiendo el peso?; Si decide que no, ¿aprobará la Justicia la no existencia de moneda propia o regional?; ¿Seguirá Argentina siendo miembro del Mercosur? ¿Estará dispuesto a ir todos los años a rendir cuentas al Congreso en cada inicio de sesiones?; ¿Estará dispuesto a negociar en minoría cada una de los proyectos de ley que requieran aprobación legislativa?; ¿Gobernará por DNU?; y se podrían llenar varias páginas con estas preguntas.
Para ambos casos, por supuesto, cada respuesta, por sí o por no, cambia el escenario para uno u otro lado y, en consecuencia, abre nuevas y distintas preguntas. Es decir; lo que en una novela de aventuras es una virtud: la incertidumbre llevada a su máxima expresión, se ve replicado en nuestro proceso electoral provocando efectos tan peligrosos que hasta pueden terminar determinando el resultado de la elección.
A diferencia del tránsito por estos caminos aun no abiertos que no se sabe adónde conducen, Juntos por el Cambio ha optado por tener una ruta definida al menos para una primera etapa de gobierno, algo más aburrido tal vez, porque, a diferencia de las novelas citadas al inicio, su programa va recorriendo página por página, sin saltos alternativos que lleven a un destino incierto. Para cada dimensión de la acción pública las fundaciones de los partidos que integran la coalición han diseñado un programa, y allí está, y estará, para poder ser consultado por los electores, y controlado en consecuencia su cumplimiento después. Tendrá además un potente vector de gobernabilidad, diez gobernadores provinciales, u once si gana la provincia de Buenos Aires; y actualmente una representación parlamentaria de más de 100 diputados nacionales y más de 30 senadores que podría verse incrementada. Y, desde ya, tiene de sobra la capacidad para integrar especialistas para ocupar los aproximadamente 4000 cargos de conducción que requiere el ejercicio de la administración en el Poder Ejecutivo Nacional.
Cuando el deterioro es tan profundo, es sano tener objetivos realistas, posibles de ser alcanzados; y no tener pausa en renovarlos por otros más complejos una vez que fueran obtenidos. Pero garantizando siempre que todo se haga dentro de la constitución y la ley; respetando y dialogando con las otras minorías políticas para cambiar el paradigma de funcionamiento del parlamento. Patricia Bullrich garantiza eso en todas las dimensiones que deben abarcarse: la templanza, la firmeza, la experiencia política, la capacidad de diálogo, la disposición a la escucha y la falta de prejuicios para con todas las fuerzas que integran la coalición. Como supo decir Yrigoyen: “Nuestro programa es la Constitución Nacional”. Hoy esto es indispensable para transitar la salida de la crisis con la mayor factibilidad de éxito y el menor costo social posible.
Estos últimos días le preguntaban en la TV a un historiador político italiano sobre lo que significaba Milei, y respondió: “el típico populista: el hombre de la providencia. El hombre de la providencia es una categoría que no debería existir en política porque es antidemocrática por definición” (…) “Un liberalismo populista y mesiánico, basado en una premisa maniquea de nosotros contra ellos no solamente no puede tener éxito sino que se va a construir su propio futuro. O sea, su enemigo será otro populismo a la peronista clásica”. También dijo que le resulta parecido a lo que él ya vio en Italia con la elección de la Cicciolina (actriz porno) como diputada, o el más reciente caso del cómico Beppe Grillo, fundador del M5S (Movimiento 5 Estrellas). En la Argentina ya hemos tenido nuestra propia elección de rechazo generalizado. Fue el proceso electoral realizado en octubre de 2001, en el que, por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires ganó el voto nulo. Dentro de los sobres venía cualquier cosa, incluyendo la famosa feta de salame.
El voto a Milei puede ser visto como una etapa superadora de aquella “feta de salame” del 2001. Sólo que, a no engañarse, ya son varios los testimonios de protagonistas, y los hechos, que nos llevan a la única certeza de esta campaña: detrás de Milei, detrás de la feta de salame, está la cara de Massa y su sonrisa torcida a la que sólo le falta el brillo del diente de oro.
Decíamos que el lema de la colección de “Elige tu propia Aventura” decía en una parte: “Recuerda que tú decides la aventura, que tú eres la aventura. Si tomas una decisión imprudente, vuelve al principio y empieza de nuevo.” Lamentablemente, en nuestro caso, no se puede volver al principio y empezar de nuevo.