“¿Me caso o no me caso?” Le pregunta el joven a su maestro. “Puedes hacerlo o no, de todos modos, elijas una cosa u otra, te vas a arrepentir”, recibió como respuesta. La antigua enseñanza, mal adjudicada a Sócrates, hoy es oportuna para analizar la situación del Pro con respecto a sus últimas decisiones políticas. Desde que Juntos por el Cambio quedó relegado del balotaje en 2023, y Mauricio Macri decidió apoyar a Javier Milei, era sabido que ese respaldo lo condenaba al olvido o, al menos, a un letargo político prolongado. Desde un principio se dijo eso, porque si a Milei le va bien, el electorado del Pro quedaría tomado por los libertarios y si le va mal, cargaría con parte de la culpa del fracaso. No olvidemos que Milei ganó también gracias al apoyo de los votantes del expresidente, que se volcó en su favor.
Pero pasado el primer momento, y una vez derrotado el kirchnerismo, el Pro volvió a elegir, y no fue solo por decisión de su propio líder, Mauricio Macri. Algunos alfiles también lo hicieron y, garrocha en mano, saltaron el “muro republicano” que los separaba en sus identidades no tan similares. La primera de ellas, construida en la vereda de enfrente del kirchnerismo y la otra, a su sombra. El Pro termina, luego de ser maltratado públicamente por el mismo Presidente y su hermana, siendo el acompañante del asiento trasero de La Libertad Avanza en su distrito, la CABA, donde se entiende que optaron por una elección donde hay más chances de ganar “escondidos” antes que de sufrir una nueva derrota: “No nos quedaba otra, dos derrotas en un año en el distrito que gobernamos desde 2007 sería lapidario”, dice con resignación, y muy poco convencido de la movida, un legislador porteño del Pro.
El debate se trasladó a sus votantes, porque desde hace unos meses la aventura de acompañar a Milei con el único objetivo de “que no vuelva el kirchnerismo” ya no conforma a todos como hace un año y medio. Pasó un tiempo prudencial que permite analizar a Milei, no solo por sus modos violentos y poco institucionales, sino también por las sospechas por el caso $LIBRA, los Menem y sus oscuridades en cuanto a negocios cerca del estado, las valijas de la Aduana que se parecen tanto a las de Antonini Wilson, el armado de listas utilizando agencias públicas como la Anses y el PAMI, los nombres que la componen, con punteros que vienen de larga militancia en el kirchnerismo o el PJ de Massa -los ejemplos de Leila Gianni en La Matanza, la misma Pilar Ramírez en CABA y un número bastante elocuente de desconocidos que no tuvieron empacho en poner la firma en la lista libertaria- fueron situaciones que fueron asemejando a La Libertad Avanza a algo más parecido a lo que vinieron a cambiar. Es más, en algunos aspectos, solo los diferencia el nombre y el color de la lista y por supuesto, la propuesta de gobierno, donde es muy distinta a las bases que le dieron al Pro un impulso nacional ganado en su gestión en el GCBA, que se caracterizó por el orden de las cuentas sin dejar de garantizar derechos, algo que se contrapone con el mileísmo que, paradójicamente, puede ganar electores mostrándose duro, inflexible y hasta desinteresado en atender ciertas demandas de los sectores más humildes. Algo de eso muestran las postales de cada miércoles con fuerzas de seguridad reprimiendo a jubilados en el Congreso, o las del martes pasado, cuando se vio a personas en sillas de ruedas y a familiares de niños con autismo o no videntes ser rodeados por efectivos de Gendarmería, como si fuesen perturbadores del orden y no personas que fueron a pedir que no les quiten derechos ya adquiridos.
Allí se metió el Pro, a jugar una patriada para contrarrestar la posibilidad del regreso del kirchnerismo, acompañando a un partido nuevo que se parece cada vez más a aquél. A esta altura resulta un objetivo con gusto a poco para sus partidarios. María Eugenia Vidal, que no quiso someterse personalmente a este juego político, quizás siembre hoy una semilla que florecerá a futuro.
“Lo que está polarizada es la oferta política, no la sociedad, nuestro deber es construir un refugio para esos sectores”, dijo el flamante candidato a diputado nacional por la Coalición Cívica, Hernán Reyes, en un encuentro donde intentan armar un espacio que nuclee a “los lilitos”, la UCR, Confianza Pública de Graciela Ocaña, el Socialismo y el movimiento de Horacio Rodríguez Larreta, alertados todos ellos de que “la batalla cultural desatada por el gobierno es ir contra el Garrahan, los jubilados, los discapacitados, la educación y la ciencia, por eso los enfrentamos”.