¿Hay diferencias generacionales significativas en los puntos de vista acerca de la democracia en América Latina?; ¿Qué tan central es la democracia en la cosmovisión política de las generaciones más jóvenes?; ¿Cuál es el grado de apego a la democracia entre las nuevas generaciones y qué tanto está cambiando el significado de esta forma de gobierno?
Estas preguntas fueron el eje de la ponencia presentada en la conferencia global de WAPOR, la Asociación Mundial de Opinión Publica, realizada este mes en St. Louis, Missouri, en el panel sobre perspectivas globales para la democracia y la situación latinoamericana.
Nos basamos en el Latinobarómetro de 2024, con entrevistas personales a 19.124 ciudadanos en 17 países de América Latina y el Caribe. Este estudio ofrece una oportunidad valiosa para analizar el vínculo con la democracia desde un enfoque generacional. Para ello clasificamos los encuestados en cuatro grupos: Baby Boomers (más de 60 años), Generación X (46 a 60), Millenials (31 a 45) y Generación Z (16 a 30).
A primera vista, parecería que al respaldo al sistema democrático se mantiene firme. Frente a la clásica pregunta “churchilliana” de si la democracia es preferible o no a cualquier otra forma de gobierno, alrededor de dos tercios de los encuestados, sin grandes diferencias entre edades, respondió afirmativamente. Sin embargo, cuando se profundiza con otros indicadores surgen matices reveladores.
Ante la opción entre democracia y autoritarismo, utilizamos la siguiente pregunta diseñada por el catedrático estadounidense Juan Linz hace ya décadas ¿Con cuál de las siguientes frases está Ud. más de acuerdo? 1) La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno; 2) En algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático; 3) A la gente como uno, nos da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático.
Sólo el 45% de los jóvenes latinoamericanos afirma que la democracia es preferible frente al 58% de los mayores de 60 años. Otro27% de los jóvenes considera que en ciertas circunstancias un gobierno autoritario podría ser mejor y un 21 % es indiferente al tipo de régimen (le da lo mismo un régimen democrático que uno que no lo es) Ambos porcentajes más altos que los registrados en las generaciones mayores.
Asimismo, el escepticismo se acentúa cuando se consulta por la calidad de la democracia en sus países o la transparencia en las elecciones. Solo 4 de cada 10 jóvenes creen vivir en una democracia plena y 66% sospechan que las elecciones son fraudulentas versus un 53% de los mayores de 60 años.
El estudio revela una brecha generacional marcada por diferentes puntos de vista, en la que los jóvenes se muestran menos apegados y más escépticos respecto de la democracia. Esto no quiere decir que la rechacen, sino que no están tan comprometidos con lo que hasta ahora han sido los pilares de la democracia representativa. Apenas un 26% de la generación Z se siente representado por los partidos políticos, mientras que entre los mayores de 60 esta cifra alcanza al 42%.
Otros indicadores confirman que la visión de la democracia podría estar cambiando. Las generaciones nuevas son más propensas a pensar que la democracia puede funcionar sin partidos o sin Congreso e incluso sin oposición. El andamiaje institucional de la democracia representativa moderna es cuestionado. El 48% de los jóvenes piensa que la democracia puede funcionar sin partidos, el 44% sin congreso y sin oposición. Mientras que, entre los mayores de 60, estos porcentajes son significativamente menores. Parecería haber una relación de tipo instrumental con estas instituciones. Si no funcionan o no resuelven, podrían ser prescindibles.
Hay una visión crítica del sistema político tradicional que es compartida por las distintas generaciones, pero mucho más fuerte entre los jóvenes. Estas diferencias nos invitan a reflexionar sobre el futuro de la democracia, que dependerá en gran medida de lo que las nuevas generaciones piensen y hagan.
Las redes sociales y la inteligencia artificial también juegan su parte. Mientras los jóvenes las usan masivamente para informarse y expresarse, las generaciones mayores las utilizan en menor medida y las ven con mayor desconfianza. En ambos casos, la percepción es que las redes o son neutras o perjudican más que lo que ayudan la política, pero la generación joven convive con ellas y no puede pensarse su relación con la democracia sin considerar ese factor.
Lo que parece emerger no es una amenaza directa a la democracia, sino una mutación. Las generaciones más jóvenes interpelan el sistema desde adentro. No lo abandonan, pero sí lo tensionan. Se preguntan “qué es lo que la democracia hace para gente como yo”. Tal vez sea tiempo de aceptar que la democracia evoluciona y que el desafío de las instituciones es transformarse y repensarla para dar respuesta a las demandas ciudadanas.
En un país marcado por la inestabilidad económica, la polarización política y una ciudadanía exhausta, los jóvenes emergen como un actor clave para comprender los cambios culturales que atraviesan el vínculo entre sociedad y democracia. Entender a esta generación es una necesidad del presente que definirá nuestro futuro.
Publicado en Clarín el 29 de mayo de 2025.
Link https://www.clarin.com/opinion/vinculo-generacional-democracia_0_nd8710POfW.html