lunes 11 de agosto de 2025
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El mileísmo, en la marea de su autoconstrucción

El mileísmo, fiel a una tradición nacional de raíces profundas, sigue tanteando el curso de su autoconstrucción desde el poder sumiendo en la perplejidad a propios y ajenos. La historia de nuestra democracia de masas es ilustrativa a instancias de sus dos aludes de masas: el yrigoyenismo y el peronismo. ¿Podría situarse en una secuencia semejante? Veamos.

Milei comparte comunes denominadores con sus eventuales antecesores: en el primer caso, la división del espacio hegemónico del conservador PAN; y en el siguiente, el vacío de los grandes referentes nacionales de los años 20 y 30 fallecidos en sus vísperas: Alvear y Justo.

Ambos, asimismo, se fueron construyendo predicando encendidos discursos regeneradores que enmascaraban transacciones pragmáticas cuando no antagónicas respecto de sus elevadas declamaciones.

Así, el arte silencioso pero eficaz de Yrigoyen, en principio fuerte solo en las zonas modernizadas por el desarrollo capitalista y la inmigración transoceánica, implantó en todo el país una maquinaria electoral implacable que carcomió las bases nacionales de un conservadorismo atrincherándolo en sus provincias.

Perón supo interpretar desde sus cargos estratégicos, en la dictadura militar de 1943-46, la debilidad del establishment político tradicional y su incapacidad de representar la mutación socioeconómica generada por la recesión de los 30 y sus dos grandes herencias: las nuevas industrias y sus trabajadores.

Su asombrosa capacidad de seducción de al menos la mitad de los dirigentes sindicales no fue óbice como para aspirar a apoyaturas políticas más sólidas. Apuntó, primero, a la figura estelar del yrigoyenismo: Amadeo Sabatini, que el gobernador cordobés descartó al advertir la seducción del coronel por el fascismo. Logró, no obstante, una cosecha significativa incorporando un elenco numeroso de otros radicales, conservadores y socialistas. Una vez en el poder, los fusionó autoritariamente en la “rama política” del “movimiento”: el Partido Peronista.

Ambos reflejaron torsiones socioeconómicas complejas que les imprimieron un curso diferente al de sus planes primigenios. La obsesión política personalista de Yrigoyen desatendió los desafíos anticipados por la Primer Guerra Mundial y el consiguiente tránsito de la hegemonía británica a la norteamericana. El nacionalismo peronista, por su parte, naufragó aguardando una tercera guerra que no ocurrió y le puso un cepo a su pícnico redistribucionismo..

Aquel que había reforzado en las masas al arraigado imaginario social que concebía a “la Argentina” como el significante entusiasta del ascenso social; pero que no tardó en toparse con unas bases materiales menguantes desde hacía casi dos décadas.

Como Yrigoyen y Perón, Milei también expresa un clima de época con fenómenos análogos por izquierda y derecha. Representa a una potente nueva derecha que bascula entre el liberalismo y el conservadorismo. Combinación poco novedosa en estas playas; aunque con la originalidad de su plebeyismo tan excéntrico como el manejo del silencio del radical o los rituales del plebiscitarismo callejero peronista.

Su sorpresivo ascenso en las PASO de 2023 fue más intenso en el Interior que en la región metropolitana pese a que allí, sin bases territoriales, logró avanzar más extensamente que PRO en zonas tradicionalmente peronistas. El desacople entre los comicios nacionales y provinciales le permitió, en el primero, representar de manera más nítida al voto justicialista desencantado con la esperanza de una superación del kirchnerismo desde adentro.

En el GBA, en donde concentra al núcleo más duro y numeroso de la pobreza, el electorado se comportó con más recaudos: evitó el relevo de los garantes provincial y municipal de su administración; aunque sin dejar de denunciar sigilosamente la malversión sistemática de sus políticas en el balotaje.

En 2023 no se privó de echar mano a la subasta de cargos adquiridos por segundas y terceras líneas de los armados locales. Pero aquello que pareció resultar de la necesidad exhibe hoy una dirección menos improvisada. Lo capitanea su hermana Karina asociada en la PBA con el peronista lomense Sebastián Pareja.

Ha procedido a reemplazar allí a su tropa juvenil digital por otra de dirigentes territoriales: desde referentes barriales hasta policías y pastores evangélicos. En las provincias, el juego oscila entre la cooptación o la osada creación de una fuerza propia alentada por la resurrección dinástica de un menemismo que aguardaba su momento para reaparecer, por ahora, afuera del justicialismo.

¿Estrategia para el Conurbano o golpe de timón que expresa la seducción de conceptos valorativos arraigados en nuestra cultura política? Por de pronto, durante los últimos tiempos han vuelto a resonar términos de reconocida potencia movilizadora a lo largo de nuestra democracia de masas: “principios”, “causa”, “enemigo”, “batalla” entrega incondicional al jefe “dejando el alma”.

En ese caso, ¿Y si la interna peronista se esté librando menos entre el exhausto kirchnerismo y una anodina renovación de viejos conocidos que con una suerte de neo menemismo remixado? Por último, ¿No serán todas estas categorías piezas residuales en un nuevo tiempo de actores y espacios diferentes en el que Milei es solo un precursor?

Habrá que esperar dos años para percibir los contornos más nítidos de esta marea incierta hasta para sus propios protagonistas. Máxime en la Argentina, un país en el que más que en otras latitudes, “Dios suele escribir derecho con letras torcidas”.

Publicado en Clarín el 8 de agosto de 2025.

Link https://www.clarin.com/opinion/mileismo-marea-autoconstruccion_0_WlqgxWicQP.html

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