“Nos hallamos frente a un hombre de elevada estatura, de complexión robusta, erguido y firme como un antiguo militar, a pesar de sus setenta años, y que, a esta edad, conserva una actividad y desenvoltura de movimientos realmente extraordinarias; la gran cabeza, propia para el busto, bien plantada por un cuello vigoroso sobre los anchos hombros; en su semblante, de rasgos enérgicos pero armoniosos, se destaca la mirada, viva y penetrante, detrás de los lentes de ligera presbicia; la frente, surcada por varias arrugas transversales, está recortada por los cabellos espesos y enmarañados, en los que aun predomina el pigmento, al revés del encanecido bigote”.
De este modo se describió a Emilio Coni en un número de la revista Caras y Caretas, hacia 1922.
El célebre doctor fue uno de los grandes higienistas argentinos y, sin lugar a dudas, el que más influencia tuvo en nuestra provincia. Hijo de padres franceses -Pablo Emilio Coni y Fanny Fonteneau Odantos- nació en Corrientes el 4 de marzo de 1855. Con cuatro años de edad viajó junto a su familia a París y allí aprendió las primeras letras. De regreso en Argentina, los Coni se instalaron en Buenos Aires, dónde el pequeño Emilio terminó sus estudios primarios. Inmediatamente ingresó al Colegio Nacional de Buenos Aires, donde entabló relaciones con los futuros líderes. De aquellas aulas por las que desfilaron mucho grandes de la Patria pasó a la Facultad de Ciencias Médicas, en 1872.
Realizó las prácticas en uno de los hospitales más importantes de la capital dónde pudo observar los estragos que la falta de higiene hacía en los enfermos, según sus propias palabras: “presenciando los cuadros sombríos del Hospital General de Hombres, en el que los pobres operados sucumbían fatalmente a la infección purulenta, infección pútrida, gangrena y podredumbre de hospital, fantasmas terroríficos de una época en que no se conocía la asepsia y la antisepsia”. Desde entonces se obsesionó con mejorar las condiciones higiénicas en diversos espacios.
Su trabajo no se limitó a enfrentar enfermedades en las frías salas de hospital, también dedicó mucho tiempo a publicar sus investigaciones en libros y revistas científicas, para concientizar a la población.
Según Federico Pérgola, miembro de la Academia Nacional de Medicina, considera a Coni “un verdadero apóstol de la medicina social. Fue uno de los fundadores de la Liga Argentina contra la Tuberculosis e impulsó la Liga Argentina contra el Alcoholismo. Abogó por la necesidad impostergable de efectuar el examen prenupcial para ambos contrayentes, propuesta que sería después incluida (aunque parcialmente y con omisión de su nombre) en la legislación nacional”.
El 15 de abril de 1896 Emilio Coni fue contratado por la Provincia de Mendoza para llevar a cabo la higienización de nuestra ciudad, esa misma tarde comenzó con su trabajo inspeccionando diversos sitios. Su cargo fue el de Director General de Saneamiento. Durante su gestión se realizaron grandes modificaciones convirtiendo a la capital mendocina en un lugar más salubre.
Coni falleció el 4 de julio de 1928, su pobreza era tal que vivía en un cuarto dentro de la casa de su hijo. Su destino fue el de tantos hombres y mujeres que tienen la dicha -o desgracia- de vivir su vocación con pasión y entrega, en un país donde los políticos cobran más que los médicos.
Publicado en Los Andes el 9 de mayo de 2020.
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