Este domingo 19 Argentina define su destino sudamericano: ¿aspira a ser como los países del Pacífico o como los del Atlántico?
Sobre el Pacífico se recuestan Colombia, Perú y Chile. En Colombia gobierna Gustavo Petro, que llevó a la izquierda al poder por primera vez en doscientos años. Su rival en el balotaje fue un independiente que estaba fuera del sistema –y, dicen, de sus cabales–.En Perú preside Dina Boluarte, una burócrata que sucedió al destituido Pedro Castillo. El partido por el que llegaron al poder no existía hace diez años, y ellos nunca habían ocupado un cargo electivo. Y hace diez años, en Chile, el presidente Gabriel Boric estaba en la facultad y el partido con que llegó al poder no había sido creado. Los sistemas de partidos de los países del Pacífico se disolvieron, y hoy gobiernan outsiders con dificultades para durar o para reformar.
El Atlántico se ve más previsible. Hoy Lula preside Brasil; hace veinte años, también. Y lo hace por el mismo partido. En Uruguay gobierna Luis Lacalle Pou, que llegó al poder con el Partido Nacional… igual que su padre, Luis Lacalle Herrera, treinta años atrás. Y en Paraguay domina el Partido Colorado, como hace veinte años –y cuarenta–, solo que entonces lo hacía de manera menos cristalina. Si Sergio Massa se ofrece como candidato del Atlántico, en representación del partido que gobierna intermitentemente desde 1946,Javier Milei es el candidato del Pacífico, que propone romper con el sistema establecido de partidos –al que define como “la casta”– y recrear una representación que surja del pueblo.
Todos esos países, sin embargo, gozan de una característica de la que Argentina carece: estabilidad macroeconómica. En todos ellos, la inflación es baja y los mercados internacionales les conceden crédito. Argentina, en lo económico, se parece más a la caribeña Venezuela que a atlánticos y pacíficos. La incógnita solía ser si la estabilidad política conseguiría arreglar la economía antes de que la economía rompiese la política. En otras palabras, ¿podrían el peronismo o el combinado no peronista bajar la inflación y retomar el crecimiento o aparecería un outsider para barrer con ellos?
En 2015, y de nuevo en 2019, asomó una respuesta atlántica: el electorado apostó por la estabilidad política fortaleciendo la alternancia clásica entre peronistas y no peronistas. Pero en las PASO de 2023, para sorpresa de muchos, la insatisfacción generalizada, reveló una inclinación pacífica: Milei y su partido conquistaron el primer lugar con el 30%. En la primera vuelta, el peronista Massa recuperó la pole position. El domingo que viene, Argentina desempata.
Lo que todavía no se vislumbra es una solución para la catástrofe económica, que incluye 150% de inflación anual, más de 40% de pobreza y 50% de informalidad laboral.
¿Y después de la elección?
El último informe de Macroview, la consultora que dirige el malhadado candidato a ministro de Economía de Juntos por el Cambio, Carlos Melconian, anticipa dos abismos: “si ganara la oposición se podría estar yendo hacia un ‘abismo monetario’: liberalización cambiaria espiralizada, megafogonazo inflacionario para que en algún momento y eventualmente en algún nivel después del ‘vómito’las variables se estabilizaran. Si ganara el ofi cialismo, se podría ir hacia un ‘abismo fiscal’: más défi cit, más emisión y unaprofundización de la aceleración infl acionaria. Yendo hacia un ‘abismo monetario’, la crisis sobrevendría desde el inicio y sería muy virulenta. Yendo hacia un “abismo fi scal”, la crisis se desencadenaría un poco más adelante y sería en cuotas”. En síntesis, la crisis esinevitable. Lo que votamos es el dosaje.
La inevitabilidad del abismo hace sospechar a muchos que Milei no quiere ganar la elección. Su desempeño en el debate presidencial así lo sugiere: lo único que podía hacer peor es explotar o derretirse en cámara. Evitado eso, cometió todos los demás errores: falta de preparación, falta de reacción, falta de conocimiento básico sobre temas que debería manejar –no derechos humanos sino comercio internacional–. O, quizás, solo fueron errores desde el racionalismo atlántico. Su apichonamiento ante un Massa hiperprofesional, coacheado y demoledor puede haberle valido la solidaridad de los desclasados, los perdedores, los de abajo. Después de todo, si Massa encarna al porteño canchero que maltrata a un joven al que no le renovaron la pasantía, los electores de dieciséis provincias del interior ya optaron en las PASO por el candidato que salió tercero en las dos Buenos Aires, capital y provincia. Los antecedentes del Pacífico sudamericano favorecen la interpretación favorable al amateur humillado, mientras los del Atlántico otorgan el crédito al profesional del establishment.
Si Milei triunfara a pesar del debate, o gracias a él, montaría un gobierno con muletas macristas. Varios exfuncionarios de Mauricio Macri ya están colaborando con sus equipos, mientras la gente de Patricia Bullrich se encarga de fortalecer la fiscalización de las más de 100.000 mesas electorales que se habilitarán el domingo. Incluso se menciona a Federico Pinedo, expresidente provisional del Senado, como potencial canciller, y a Federico Sturzenegger y Luis Caputo, exfuncionarios de Macri, como refuerzos del plantel económico del libertario. Su talón de Aquiles, sin embargo, sigue siendo el poder legislativo. Con 35 diputados electos –algunos de los cuales ya defeccionaron hacia el peronismo– más los 30 macristas, que se sumarían a los actuales tres libertarios, no se llega a los 86necesarios para bloquear un pedido de juicio político. Milei tendría que recurrir a los peronistas de derecha que quisieran aprovechar para liquidar al kirchnerismo, lo que no impondría un alto costo moral pero sí económico. Su supervivencia durante los dos primeros años dependería, entonces, de que no se le sublevara la calle, ya que la carencia de escudo legislativo lo dejaría vulnerable a la ira popular.
Massa, en cambio, gozaría de mayoría en el Senado y una primera minoría ampliable en la Cámara de Diputados. Su problema no estaría enfrente sino adentro, en el kirchnerismo. Un avezado dirigente peronista reconoció hace poco que, de ganar, Massa terminaría rápidamente con Cristina para abocarse a su verdadero rival, el que podría disputarle la reelección: Axel Kicillof. La lógica peronista es descarnada, pero no secreta. El único que la ignora es Alberto Fernández.
Los problemas de Argentina no incluyen el autoritarismo, la guerra, el separatismo ni las violaciones masivas de derechos humanos. Sus tribulaciones se reducen, más profanamente, a la economía. El próximo gobierno deberá demostrar que las reformas necesarias son, además, viables. Sin embargo, en esta campaña solo dos cosas quedaron claras: lo que quiere hacer Milei y lo que hace Massa. El drama es que lo que quiere Milei no se puede hacer, y lo que hace Massa no funciona.
Publicado en Semanario Búsqueda el 16 de noviembre de 2023.