viernes 7 de febrero de 2025
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El día que fusilaron a veinte radicales

Hace 120 años, el 6 de febrero de 1905, fueron fusilados veinte revolucionarios radicales en la Masacre de Pirovano El ciclo histórico que abrió la Revolución del Parque, en 1890 puso en evidencia la modernización excluyente de la Generación del 80.

Para David Rock, el fin era recordarle “a la oligarquía que el Radicalismo no estaba muerto”.

En la madrugada del 4 de febrero, la Junta Revolucionaria tomó Bahía Blanca, con el objetivo de apoyar a Hipólito Yrigoyen.

El radicalismo armado por el sufragio universal, secreto y obligatorio, otra vez.

Liderados por jóvenes oficiales, los regimientos de Infantería bahienses y el destacamento de Ingeniero White emprendieron viaje a Buenos Aires en el Ferrocarril del Sud.

Doscientos hombres avanzaron y se tirotearon con la policía que intentó frenarlos cortando vías y vaciando los depósitos de agua.

La columna creció, se sumaron gentes armadas en Puán y Carhué.

En cambio, en la Capital, las delaciones hicieron que fracase la toma del Arsenal de Guerra.

El 5, La Nación, cargada de su característico antiyrigoyenismo, aseguró que el “motín” no merecía “el nombre de conjuración, mucho menos el de revolución, que implica responder a una inspiración política, al disentimiento responsable y confesable de tendencias de opinión”. “Reducida así a la proporción que le asigna su fracaso y su insignificancia, resulta más grotesca esta tentativa o parodia de sedición ahogada en la repulsión y vacío de opinión que condena a irremisible y ejemplar fracaso todo conato contra el orden y la paz públicos”, concluyó.

La noticia de la caída porteña llegó a Daireaux, antes que los rebeldes radicales. La columna siguió camino hasta Pirovano.

 

La Junta Revolucionaria que le había impedido a la tropa saquear a su paso, asumió la derrota El malhumor creció entre los que aguardaban la decisión de entregarse o luchar, y ante el arribo de las tropas leales, los jefes rebeldes decidieron reunirse en una sala de la estación.

Sin parlamentar con las fuerzas del presidente Manuel Quintana, los jóvenes tenientes revolucionarios Avelino Montero e Hipólito Verniard cayeron asesinados por un sargento desleal que abrió fuego. La impaciencia y el temor a las represión pudo más que la revolución.

Algunos jefes civiles huyeron y cargaron con los heridos que fueron atendidos en el Hospital de Bolívar. Pero la mayoría fue fusilada por un puñado de suboficiales que traicionaron la revolución. El teniente José Bello y los soldados Carabajal y Miguel Marticón cayeron en minutos.
También fueron acribillados los agrimensores Cornelio Baca y Germán Kuhr; los estancieros Inocencio Arroyo y Alejandro Moreno; el doctor Agustín Rocca y el ferroviario, Esteban Tulla, entre otros.
Ocho fusilados quedaron anónimamente enterrados en el cementerio de Bolívar.
Aún hoy en la estación, los agujeros que dejaron los Mauser certifican la tragedia.
Siete años más tarde llegó la ley del sufragio universal, secreto y obligatorio.

Y once años después, el líder de esta revolución, Hipólito Yrigoyen, fue el primer presidente electo por la voluntad popular.

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