sábado 8 de noviembre de 2025
spot_img

El “convivio cruzado” y el futuro de la Argentina

Un almuerzo de trabajo esperaba a Javier Milei en la Casa Blanca, a apenas doce días de las elecciones legislativas en Argentina. Trump acababa de regresar de un viaje relámpago por Israel y Egipto: 24 horas de avión para estar apenas 8 horas para discutir el cese al fuego en Gaza. Un Trump visiblemente agotado.

“Sos asombroso”, le dijo Milei con los ojos saltones al verlo, tratándolo más como a un ídolo que como a un par. La reunión duró aproximadamente dos horas y fue completamente dominada por Trump, mientras Milei intervino brevemente al inicio —sin traductor en una parte—, casi como un espectador de la escena.

En la Edad Media, los cruzados —caballeros, nobles y miembros de órdenes militares— celebraban distintos encuentros de camaradería. El “convivio cruzado” (del latín , “banquete compartido”) era el término más habitual. Era común que se organizaran después de campañas o antes de emprender el viaje a Tierra Santa. Más que simples banquetes, tenían un carácter simbólico: reforzaban la hermandad entre los guerreros y el juramento de cruzada.

Todo este ritual en torno a Trump nos hace revivir aquel espíritu. Tal como describo en mi reciente libro Las Cruzadas del Siglo XXI (Siglo XXI Editores), el retorno de la religiosidad política se observa en dos elementos.

El primero es la representación del bien y del mal: Trump y sus aliados se presentan como salvadores de Occidente, mientras que China, el socialismo del siglo XXI, o el comunismo —incluso el peronismo— encarnan la figura del Diablo, según las etiquetas que se mencionaron en la reunión. Elaine Pagels, en “El origen de Satanás”, sostiene que la idea del Diablo en las visiones cristianas y paganas está asociada a amenazas infiltradas: un “ángel caído” fue el gran conspirador contra el orden divino.

El segundo elemento es la predilección por lo verosímil sobre lo verdadero: no importa si las afirmaciones son falsas (de hecho, el comunismo “real” solo existió entre 1917 y 1989), sino que resulten convincentes para sus fieles. De ahí surgen los cruzados de hoy: Trump es el gran cruzado, el armador, y Milei, su replicador periférico. Ambos exageran la amenaza de los opositores, etiquetándolos como extrema izquierda cuando, en realidad, nada de eso existe.

El 9 de octubre de 2025, Estados Unidos compró pesos argentinos y anunció un swap de divisas con para estabilizar el dólar en un contexto de incertidumbre. Según la Reserva Federal de Nueva York, en su historia Washington solo intervino tres veces para comprar moneda extranjera: yen japonés en 1998, euros en 2000 y yen japonés tras el tsunami de 2011. En esos casos, la intervención fue coordinada internacionalmente y respondía a crisis económicas o financieras, sobreapreciación de la moneda o desastres naturales.

La intervención en el mercado financiero argentino, además de extorsiva —está condicionada a que Milei gane las elecciones—, es inusitada: la primera en un país periférico.

Como señala el internacionalista Esteban Actis, Argentina cedió al Tesoro estadounidense la capacidad de influir en su tipo de cambio. En un contexto de cruzadas geoeconómicas, es decir, uso de instrumentos económicos con fines políticos, que una potencia extranjera actúe como árbitro del valor de la moneda genera un poder incalculable: lo que hoy es una zanahoria, mañana puede convertirse en garrote.

Para Trump, el salvataje a Milei forma parte de su estrategia de expandir su influencia en América Latina y proyectar a Argentina como un modelo MAGA (“Make America Great Again”) para otros líderes de la derecha radical con aspiraciones electorales inmediatas, desde Bolivia y Chile hasta Colombia, Brasil y Perú. Es un mensaje al MAGA sudamericano: zanahorias para quienes se sumen, garrotes a quienes no lo hagan.

Para Milei, expresa otro MAGA: un Mega Alineamiento Geopolítico Absoluto, con penetración estadounidense en todas las áreas del gobierno. Su cruzada, personalista y dogmática, busca integrarse al entramado internacional trumpista a través de vínculos partidarios, foros como la CPAC y redes informales de financiamiento, mientras profundiza su postura anti-China y anti-región sudamericana.

Ese “convivio cruzado” en la Casa Blanca fue más que un gesto: simboliza la provincialización de la política exterior, un proceso mediante el cual un Estado reduce su proyección y su comprensión del mundo hasta una escala mínima y deformada, apostando no ya a una potencia, sino a un solo gobernante.

En la teoría lacaniana, “lo real” no es la realidad empírica ni el mundo objetivo, sino aquello que no puede ser completamente simbolizado, lo que resiste al lenguaje y desborda las tramas de sentido. Lo real, en este caso, es un país que elige renunciar a su autonomía.

El gobierno de Milei optó por la auto-humillación, pero las consecuencias exceden el plano simbólico: implican la pérdida de la capacidad de imaginar y diseñar futuros propios. ¿Puede una nación pensarse desde la devoción? ¿Qué destino le queda a un país que decide dejar de pensarse como tal?

Publicado en Clarín el 16 de octubr de 2025.

Link https://www.clarin.com/opinion/convivio-cruzado-futuro-argentina_0_HlNUvllDfA.html

spot_img
spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Jesús Rodríguez

Entre el miedo y la esperanza

Eduardo A. Moro

El estallido de los partidos políticos

Fabio Quetglas

Perdidos por el centro