jueves 28 de marzo de 2024
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El cambio no llega a Colombia

El uribismo ha sido descalabrado en la elección presidencial del último domingo y quedan para la segunda vuelta el previsible Gustavo Petro del centroizquierdista Pacto Histórico y el ex alcalde de Bucaramanga, empresario de la construcción y millonario ultraderechista Rodolfo Hernández de la Liga de Gobernantes Anticorrupción.

Colombia es para algunos analistas un estado fallido, un territorio en el que el estado nacional no tiene el monopolio de la fuerza y la conjunción de guerrilla, narcotráfico y fuerzas paramilitares, desafían esa pata clave de un estado moderno. Pero lo fallido no se reduce a esa evidente carencia. Las políticas desplegadas por el uribismo durante los últimos 20 años han derivado en un desempleo del 15 por ciento, un 40 por ciento de pobreza y un índice de desigualdad que la ubica entre los tres países más desiguales de la región. En 2019 y 2021 ese pueblo vapuleado se hizo escuchar en las calles con manifestaciones que fueron reprimidas a sangre y fuego. Sólo en lo que va de este año más de cincuenta líderes sociales han sido asesinados en Colombia. En resumen, el uribismo ya no tiene nada que ofrecer.

Esta es la tercera vez que Gustavo Petro se presenta a una elección presidencial y si bien era difícil que lograra el triunfo en la primera vuelta, lo inesperado fue que el segundo haya resultado un relativo outsider de la política, un candidato que reúne algo que los electorados parecen apreciar en la región: dinero y no pertenecer a la “casta” como pregona un cómico político argentino.

La fórmula del cambio Petro – Francia Márquez obtuvo el 40,90 por ciento de los votos a nivel nacional y Rodolfo Hernández quedó segundo con el 28,18 por ciento, en tanto que el candidato uribista Federico Gutiérrez se quedó con el 23,87 por ciento de los sufragios.

Estos resultados ubicarían a Hernández con serias chances de ganar la segunda vuelta si obtiene los votos del uribismo. Apenas terminó el escrutinio, Gutiérrez llamó a sus seguidores a votar por el ex alcalde de Bucaramanga en lo que puede constituir – según como se mire – una ayuda o un salvavidas de plomo, debido al voto antisistema que recogió Hernández es refractario al uribismo. Lo que es seguro es que esta elección señala el ocaso del conservadurismo colombiano.

Pero lo que tal vez muestre la lisa y con mucha crudeza, es la paupérrima campaña – desde el punto de vista de las ideas políticas – que han desplegado los candidatos. Todos coacheados, diciendo lo que suponen que los votantes quieren oír o, simplemente, haciendo videos de tik tok como Hernández, método que utilizó para ganarse la simpatía del público que no lo conoce mucho o incluso con frases post elección tan vacías como: “casi 6 millones votaron en contra de lo que nos divide, y a favor de lo que nos une: el deseo de que Colombia sea un país sin odios, sin ladrones, sin pobreza. Un país del que nadie se quiera ir”. Petro tampoco elevó mucho la vara: “Un pequeño esfuerzo más y cambiamos la historia”, tuiteó. Como nota de color habría que agregar que la violencia política está tan rutinizada en Colombia que los actos se realizaron con medidas de seguridad y Petro ha tenido que suspender mitines por amenazas de muerte.

Lo cierto es que, para una segunda vuelta, Petro sólo podría sumar al Partido Verde, mientras que Hernández podría recoger los votos de la diáspora conservadora, a la que, si bien repudia formalmente, establece condiciones para seguir siendo/pareciendo un outsider: “Como siempre, recibo con agradecimiento el apoyo que cualquiera quiera ofrecer, pero mi única alianza es con el pueblo colombiano”, manifestó ayer Hernández.

Es indudable que el valor estratégico de Colombia para los EE.UU. le ha valido no sólo ayuda militar directa, sino la embajada extranjera más grande del mundo. Todo para impedir que la guerrilla pudiera prosperar. Con los años la beligerancia se trasladó del ámbito rural a las ciudades y de las armas a los discursos políticos. Por esta última vía, la derecha mantuvo con el uribismo las riendas del país y, ahora, que la izquierda parece tener las chances de llegar al poder por la vía democrática – en un lógico juego de alternancia democrática- aparece un candidato inesperado que le devuelve a ese bloque de poder una última esperanza. Veremos qué pasa el 19 de junio.

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