miércoles 11 de diciembre de 2024
spot_img

El abogado Raúl Alfonsín

En el día de los abogados creo que hay que pensar que es lo que se puede hacer con el título, hay quienes lo han utilizado para construir democracia y libertades y quienes lo usaron para destruirlas. Creo que debemos recordar cómo trascender en el ejercicio de la profesión, pasar como si nada rematando casas o que su historia profesional – y el reinventarse siempre como otra cosa- den vergüenza ajena.
Raúl Alfonsín hizo un terremoto de justicia en diciembre de 1983, volteó la amnistía que apoyaban el peronismo y sus aliados, desde el PC hasta los montoneros; sacó a los jueces que no tenían nombramiento del Senado, incluída la Corte Suprema, cuya presidencia ofreció al candidato peronista derrotado en las urnas y construyó con las armas que tenía una justicia que construía valores, como el Juicio a las Juntas, contra otra que construía impunidad y rechazaba hábeas corpus.
Alfonsín y un grupo de abogados radicales pensaban que la solución en las noches de la historia era la democracia, los derechos humanos, la libertad. En oposición a quienes creían que la violencia era la forma de hacer y deshacer la política, eran capaces de jugarse su vida por quienes pensaban distinto, no sólo por sus seguidores sino también por sus rivales políticos. Estos abogados deben ser recordados como quienes con coraje cívico y coherencia salieron a salvar gente en una dictadura feroz y eligieron como única arma su lapicera y su matrícula de abogado.
Raúl Alfonsín no fue el único, otros abogados radicales entendían que su profesión -ante una pandemia de muerte- era un instrumento para luchar por la vida de otros arriesgando la propia, Mario Abel Amaya, Pisarello, Sergio Karakachoff, Luis Caeiro e Hipólito Solari Yrigoyen fueron parte de esas plumas.
Otros políticos sólo pueden exhibir remates de casas en esa época, a familias vencidas por la Circular 1.050.
Porque me gusta el coraje cívico – en mi casa me enseñaron que las ideas se difunden escribiendo y no matando- me gustó este escrito que presentaron una serie de abogados al terminar la semana santa de 1977. Fue el primero que llegó a la Corte reclamando por los desaparecidos. En esos días el clima de Buenos Aires era irrespirable y la muerte moneda corriente, las patotas de los grupos de tareas recorrían la ciudad. Raúl Alfonsín, Luis Caeiro, Genaro Carrió, Augusto Conte Mac Donell, Roberto González Bergez, Oscar Macebo, Emilio Mignone y Alberto Pedrocini no buscaban ganancias fáciles con la 1050, buscaban gente. Eran tiempos donde la democracia parecía derrotada y el país tomado por los grupos más locos, más violentos.
Nadie apostaba a un futuro en la política, pero, no todos actuaban igual. Alfonsín creía que valía la pena firmar escritos con la APDH en vez de sostener su estudio jurídico, Néstor Kirchner creía que era la hora de hacer plata con la 1050, que no se podía hacer política sin ser rico (o que no valía la pena serlo), otro que sería Juez de la Corte, Eugenio Zaffaroni, se dedicaba a rechazar los hábeas corpus, (pueden ver la cédula de uno de sus tantos rechazos), que otro futuro miembro de la corte -Genaro Carrió- y un futuro presidente Raúl Alfonsín firmaban.
Pero el escrito que encontré es casi de ciencia ficción, un grupo de abogados, en abril de 1977, iba a la Corte como letrados patrocinantes de un grupo de familiares de desaparecidos (Conte Mac Donell por su propio hijo), o la esposa de Oscar Smith, el padre de Teresa Israel, entre otros. Se jugaban la vida por otros que pensaban distinto: no era una red para contener a militantes propios, defendían a quienes habían sido los rivales políticos y estaban desaparecidos, a veces, ante el desinterés de sus propias organizaciones.
A esa fecha las Madres de Plaza de Mayo aún no marchaban, pero un grupo de radicales y defensores de los derechos humanos reunidos en la APDH hacían esta presentación quejándose de que los habeas corpus “oportunamente interpuestos no han dado resultado alguno”, eran los mismos habeas corpus que rechazaban los jueces. En esos tiempos cuando alguien desaparecía había una serie de gestiones o recursos que se hacían para evitar su asesinato, la formal era la presentación de los habeas corpus, que presentaba la familia, y algunos abogados -muy pocos firmaban-. Algunas veces la difusión del caso arrojaba la esperanza de su aparición y tenía éxito. Era tirar botellas al mar pensando que algún mensaje llegaría a ser leído, y una vida salvada.
Alfonsín en esos tiempos integraba la APDH (que se había fundado ante el terrorismo de Estado durante el peronismo y continuó activa durante el proceso) y por eso el domicilio que constituyen es esa sede (Paraguay 1484, 8º piso) y los abogados firmantes son usuales espadas de la APDH. Entre ellos se destacan Genaro Carrió, quien fue Presidente de la Corte durante el gobierno de Alfonsín, otro radical como Luis Caeiro, históricos de la APDH como Alberto Pedroncini y familiares de víctimas como Augusto Mac Donell. En la presentación los abogados de la APDH intentaban que la Corte investigue las desapariciones y que los jueces dejaran de desechar los habeas corpus. Cito:“Los firmantes de este escrito somos familiares o amigos de personas que, tras haber sido detenidas por grupos armados que prima facie actuaban en ejercicio de una autoridad, han desaparecido. Los recursos de habeas corpus oportunamente interpuestos en favor de esas personas no han dado resultado alguno. Los órganos del poder público a los cuales se han requerido los informes de ley han contestado en todos los casos que esas personas no están registradas como detenidas.”, “Como Anexo I de este escrito acompañamos una nómina de los desaparecidos en cuyo directo interés actuamos, con la indicación de la fecha de su desaparición y de los trámites judiciales realizados en relación con cada uno de ellos.”, “Como Anexo II acompañamos una nómina de otras personas desaparecidas en circunstancias semejantes. Son cuatrocientos trece casos, con sus correspondientes datos….”. Todos los órganos del Estado, en la órbita de su accionar legítimo, tienen el deber de intervenir para asegurar el ejercicio del monopolio estatal de la fuerza, y con él -valga la reiteración- la existencia de comunidad organizada, la protección de los derechos individuales y la eficacia de la actividad jurisdiccional. “El Poder Judicial de la Nación no puede sustraerse a ese deber V.E. como cabeza de ese poder de Estado debe asumir las responsabilidades que le son inherentes…al Poder Judicial le cabe la responsabilidad de contrarrestar la falta del mismo para evitar que un excesivo celo pueda poner en peligro la vida, el honor y los bienes de los habitantes del país.”
Por eso no fue casual que Alfonsín se opusiera a la amnistía a los militares o que hicieramos una larga campaña para hacerlo presidente, enfrente del peronismo con su candidato impuesto por Lorenzo Miguel (quien había liderado las patotas sindicales en los ’70 asociadas al terrorismo de Estado). Todos aceptaban la amnistía, decían que era legal, en cambio Alfonsín prometía defender la vida y la democracia, que nunca más hubiera golpes. Me tocó, como a muchos, ser parte de esa gesta democrática, por llegar a esa democracia que inunda todo lo que nunca habíamos vivido.
Néstor y Cristina usaron su lapicera para firmar solicitadas agradeciendo al Estado de Derecho durante la dictadura, en vez de habeas corpus. Les dejo como recuerdo la solicitada a la que me refiero.
Eugenio Zaffaroni pasó de juez del proceso designado por Jorge Videla al mes de asumir, de rechazar habeas corpus (todos los que le llegaron, incluido el del hijo de Fernández Meijide) y de ser denunciado por Hebe de Bonafini como parte de los jueces de la dictadura, a defensor de los “perseguidos” por como el neofascista matancero, Luis D Elia. Nunca nada importa, no sé cómo se llega de rechazar hábeas corpus a garante de los derechos humanos.
Porque hubo abogados como Raúl Alfonsín, fue que importó lo que pasó en el Proceso de Reorganización Nacional y decidimos juzgarlo, no amnistiarlo y porque somos la vida hubo juicio a la muerte. Y porque hubo abogados que se la jugaron toda, nuestros hijos saben lo que es una dictadura por un libro y no por los diarios. Feliz día a quienes todavía tienen el fuego de la profesión para defendernos, Será Justicia.
spot_img
spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

David Pandolfi

Una fecha en el calendario

Rodolfo Terragno

La Constitución, violada desde 1994

Fernando Pedrosa

La ley marcial en Corea del Sur: un intento fallido por aferrarse al poder