martes 11 de noviembre de 2025
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El 30 de octubre

Este 30 de octubre no puedo menos que recordar aquel día histórico hace cuarenta años. El legado de ese día es la democracia para siempre, un sueño, vivir sin miedo, en libertad, pudiendo opinar distinto, dejar que toda la política saliera del closet. Eran años negros en la Argentina, mi padre contaba que en las redacciones todos habían aprendido a tener miedo: a saber que hicieran lo que hicieran , de una u otra forma, siempre habría un tribunal secreto estudiando si correspondía o no dictar la pena de muerte, los había de todo tipo y por cualquier tipo de acusación, era ese mundo en el cual Alfonsín empieza en forma prematura su campaña electoral. Para mí Alfonsín, como a Balbín, eran personas que conocía desde pequeño y que en ocasiones las encontraba. El vivir calculando el miedo y el peligro, el vivir al límite casi durante años, generaba un extraño sentido del riesgo. Alfonsín, como pocos hacían política cuando nadie quería hablar, eran los años del no te metás. Ya por el año 1980 iba a pequeños actos radicales -uno tuvo la hermosa participación de un grupo de la policía que nos rodeó, seguramente emocionados con el discurso de Alfonsín-, y solía verlo en las calles de Chascomús donde a veces paseábamos, a él se lo veía recorriendo afiliados en los años más negros, firmando habeas corpus cuando otros ejecutaban viviendas, pidiendo a la Corte por los desaparecidos cuando este era un país sin ley. Uso su matrícula de abogado para defender la vida de quienes pensaban distinto, en vez, de pensar que había que ser rico para ser presidente. Tras la muerte de Ricardo Balbín en agosto de 1981, Alfonsín era el líder natural del radicalismo, aunque el aparato partidario estaba en manos del balbinismo. Ese fue el año de una terrible crisis económica causada -como tantas otras- por un tipo de cambio atrasado que se volvió incontenible, la solución que encontraron los militares fue el nacionalismo con base popular, y la forma de implantarlo era la causa de Malvinas. En 1982 Alfonsín se opuso a la demencial aventura de la guerra de Malvinas, mientras otros se subían a aviones o se sacaban fotos con los funcionarios del proceso, el criticaba, y tenía razón. La guerra fue un desastre y dejó al país en peor situación, pero, la salida democrática era inevitable. Solo unos días separan la rendición del primer acto radical en la Federación de Box, donde asistí con muchos compañeros de colegio que empezaban a ver ese mundo de la política que se abría a sus ojos. Tras el acto me uní a los primeros grupos de la Franja Morada Secundarios, casi un delirio en esos tiempos, la campaña empezaba a tomar color, Alfonsín empezaba a recorrer los barrios, los pueblos y a llevar su propuesta. Él nunca dejó de creer que luchar por la democracia valiera la pena, nunca creyó que la solución era la violencia, tampoco en la demencial guerra de Malvinas. Raúl denunció el pacto entre el sindicalismo peronista y los militares y prometió la nulidad de la amnistía. El peronismo en los setenta, no contento con habernos dado una versión full del fascismo en los años 46/55 con la Alianza Libertadora Nacionalista, empezó a pasearse por las calles golpeando opositores y haciendo el saludo fascista, o con los falangistas manejando la universidad. Tuvo el logro de darnos dos nuevos modelos fascistas: su propia versión de una “derecha” fascista creada por el propio Perón y sus funcionarios -que la llamaron primorosamente Alianza Anticomunista Argentina- y la otra versión de “izquierda” fascista que llamaron amorosamente Montoneros, y decidieron discutir quienes eran más fascistas conforme a su ideología, o sea a los tiros, implantando el miedo. En 1982 el peronismo nos mostró que el poder real lo tienen los mismos que habían armado las variantes sindicales de la AAA, la revista Argumento inmortaliza esa situación con un enorme Lorenzo Miguel con un módico Luder en la palma de la mano, nadie podía creerles que iban a ser democráticos, podían no importarles pero era claro su discurso práctico.
Es de imaginar que Lorenzo Miguel no aceptaba juzgar el terrorismo de Estado durante el proceso porque esos delitos eran los mismos que habían hecho ellos cuando gestionaban, los autos de la AAA ( y sus similares), eran vehículos del terrorismo de Estado, que salían desde lo que hoy es la sede de la AFIP en Plaza de Mayo, como lo fueron los temibles Falcon verde del Proceso, que intensificó, multiplicó y perfeccionó la maldad de esa violencia estatal. El peronismo entiende siempre la legitimidad que obtienen en las urnas como un cheque en blanco que les da permiso para hacer cualquier cosa, en los setenta fue matar, en la década pasada fue robar, al menos eso es menos dañino. Siempre fue una campaña dura con alto riesgo, nadie creía demasiado que pudiera, pese a las multitudes que reunía cada vez, derrotar a los peronistas que nunca habían perdido elecciones y, además, eran el caballo del comisario. A mí me tocó participar en la campaña desde la Franja Morada y la Juventud Radical de mi barrio y vivir la campaña presidencial desde el escritorio de mi casa, donde mi padre trabajaba para hacerlo presidente, haciendo lo que siempre supo hacer: escribir, convencer, argumentar. La campaña terminó siendo gigantesca, se abrieron cientos de comités radicales y los actos se volvieron multitudinarios. Uno especialmente, a un mes de las elecciones, se realizó en la cancha de Ferro, el radicalismo carecía de una estructura de micros pagos para los actos y cada cual iba como podía, se usaba el transporte público y la cercanía a los barrios más radicales. Ese día la UTA convoca a un paro sorpresivo del transporte a fin de impedir la movilización, la gente hizo milagros para llegar, para llenar el estadio. Ese día se empezaba a oler el triunfo y se generó la apuesta a cerrar en la nueve de Julio. Yo recuerdo haber ido caminando con los chicos de las facultades, en un mar desordenado de gente que atravesaba Once, Congreso para ir al obelisco. El peronismo decide repetir el escenario dos días más tarde, fue capaz de juntar más gente, pero, sacaron a relucir su indisimulable patoterismo. Es porque ganamos esa campaña que hubo en la primera semana de la democracia juicio a la muerte, juicio a todos los que decían que matar era justificable. El peronismo se opuso (por eso no hubo peronistas en la CONADEP), y cuando ganaron en el 89 impusieron el indulto a unos y otros como habían prometido en el 83, fueron los montos los que bancaron (pagaron en plata manchada de sangre) el indulto a Videla a cambio del indulto a Firmenich. Desde allí con distintos protagonismos y formas ganamos y perdimos elecciones, la sociedad empezó a entender que un mal gobierno debe durar cuatro años, y luego por el voto cambiarlo. Empezamos a entender que la democracia implica más bajarse que subirse del poder, aceptar perder por un tiempo que victorias irrevocables Ganarle al peronismo por primera vez inauguró la alternancia política, los malos gobiernos se cambian por los votos. Porque ganamos construimos la democracia para siempre, y ese era el sueño de Alfonsín, no debemos dejar que la llama de la democracia y la libertad se apague nunca.

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