La “interdependencia compleja” es un concepto que no entra en la visión del mundo de Donald Trump. En el ámbito de las relaciones internacionales, el concepto refiere a la interconexión profunda y multifacética entre los estados, donde las acciones de uno tienen consecuencias significativas para otros, no solo en la esfera militar o política.
Esta perspectiva teórica, desarrollada por Robert Keohane y Joseph Nye, en Poder e interdependencia (1977), desafíó la visión realista tradicional que enfatiza la primacía del poder militar y la centralidad de las potencias en el ordenamiento del mundo.
En el último número de la revista Foreign Affairs (julio/agosto), Keohane y Nye (en este caso, su texto póstumo) ilustran sobre las implicancias de la actual política exterior norteamericana y “el fin del largo siglo americano” al que, sostienen, Trump está terminando de dar vuelta de página.
“Incluso cuando Trump ha identificado correctamente la forma en que los Estados Unidos son fuertes, está utilizando esa fuerza de maneras decididamente contraproducentes”, escriben allí Keohane y Nye.
Ponen varios ejemplos elocuentes: la guerra arancelaria, el retiro de los EE.UU. de los regímenes internacionales y organismos multilaterales que contribuyó a edificar, el recorte drástico de la cooperación internacional, de los fondos para la investigación científica y de las medidas para contrarrestar el cambio climático, entre los principales.
En la misma revista, la politóloga Kori Schake argumenta que EE.UU. puede correr el destino de pasar de ser “la nación indispensable” (célebre definición acuñada por la ex secretaria de Estado Madeleine Albright) a ser “la nación prescindible”. El regreso al poder de Trump, sostiene Schake, se vio impulsado en parte por su descripción de Estados Unidos como un fracaso: “exhausto, débil y arruinado”.
Sin embargo, su política exterior se basa en una sobrestimación significativa del poder estadounidense: “Trump y sus asesores parecen creer que, a pesar de la condición aparentemente precaria del país, la acción unilateral de Washington todavía puede obligar a otros a capitular y someterse a los términos estadounidenses”.
Schake es investigadora senior y directora de estudios de política exterior y de defensa en el American Enterprise Institute y autora de Safe Passage: The Transition From British to American Hegemony. Trabajó en el Consejo de Seguridad Nacional y en el Departamento de Estado de EE. UU. durante la administración de George W. Bush. O sea, alguien con aquilatados antecedentes como analista y asesora en temas de la política exterior norteamericana.
El equipo de Trump -sostiene Schake- “da por sentados todos los beneficios que ha producido un enfoque cooperativo y no puede imaginar un futuro en el que otros países opten por retirarse del actual orden internacional liderado por Estados Unidos, o construyan uno nuevo que sea antagónico a los intereses estadounidenses. Pero esos son precisamente los resultados que la administración Trump está acelerando”.
En la era Trump, concluye Shake, muchos han especulado sobre si Estados Unidos se retirará de su papel de liderazgo en el mundo y en qué medida: “Pero una pregunta más urgente podría ser: ¿qué pasaría si el resto del mundo se adelanta a Washington y se retira del orden cooperativo liderado por Estados Unidos que ha sido la piedra angular del poder estadounidense?”.
El escenario que se plantea es el de una superpotencia que deja de poder imponer sus propias reglas y debe adaptarse a un mundo multipolar compartiendo las responsabilidades globales con otras potencias. Un mundo en el que las relaciones internacionales, mal que le pese a Trump, son cada vez más complejas y multifacéticas, donde la cooperación y la interconexión entre los estados, y de estos con otros actores, son esenciales para abordar los desafíos globales.
Publicado en Clarìn el 2 de agosto de 2025.
Link https://www.clarin.com/opinion/eeuu-mundo-pos-americano_0_08qMS1sZYa.html?srsltid=AfmBOorAGfhBZE7KuCfp9RqBzc2RLAa-FCILSwky7-SvWOSYr1Ysnhh-