La revolución del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua se realizó “para crear la nueva economía sandinista que permita una vida humana justa, libre y fraternal en nuestra patria”, según el Programa de Gobierno establecido inmediatamente después de tomar el poder, en 1979.
Edén Pastora estaba de acuerdo con estos preceptos. La empresa privada era considerada como “sujeto activo en la reactivación, especialmente en áreas críticas como la agricultura, industria, exportaciones y comercio interno”.
Si bien se sentía más propenso a la actividad militar que a la teoría política, Pastora aceptaba “encauzar la actividad privada por medio del control estatal sobre el comercio y la banca”. Nunca se lo reconoció como un cuadro político, sino más bien como un soldado audaz, como lo demostró al asaltar el Palacio donde sesionaba la Asamblea Nacional en agosto de 1978 para negociar con el dictador Somoza la libertad de presos políticos a cambio de senadores e importantes funcionarios del gobierno. Uno de los presos que salió en esa oportunidad fue Daniel Ortega, actual presidente, que cumplía una pena de siete años de prisión por su militancia sandinista.
Que no se le reconocía como un dirigente capaz de aportar grandes ideas a la Revolución lo prueba el hecho de que no fue convocado a la reunión de los miembros civiles y militares de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional de Nicaragua realizada en León el 18 de julio de 1979: ellos eran Sergio Ramírez, Moisés Hassán, Alfonso Robelo, Violeta Barrios de Chamorro y Daniel Ortega.
El acercamiento del sandinismo hacia la Unión Soviética y Cuba fue el primer llamado de atención para el Comandante Cero. Nunca había sido comunista ni pretendía que su país se alineara con esas naciones. Desilusionado, abandonó su cargo de viceministro de Interior en 1981 y decidió radicarse en Costa Rica para fundar la Alianza Revolucionaria Democrática y retomar la lucha armada, esta vez en contra de sus antiguos compañeros de guerrilla.
La pregunta que muchos se formularon en esa ocasión era si el regreso al monte de Pastora se debía efectivamente a sus diferencias ideológicas o a su pertinaz vocación de combatiente que no toleraba las rutinas burocráticas que todo gobierno necesita.
Sus flamantes enemigos, ahora en el Estado, no le perdonaron su defección y mucho menos que se alzara en armas contra el nuevo poder revolucionario. En 1984, mientras participaba de una conferencia de prensa en La Penca para criticar al régimen, estalló una bomba que ocasionó la muerte de once personas, varios de ellos periodistas. Pastora logró salir ileso.
En su afán por derrocar a sus viejos amigos, se alió a la lucha desarrollada por los llamados “contra”, grupos de mercenarios enviados por Estados Unidos que compartían el objetivo de evitar que Nicaragua se convirtiera en una “nueva Cuba”. Para eso buscó ayuda, precisamente, en Estados Unidos.
En una entrevista realizada en 2012 por el diario El País, de España, Pastora reconoció haber viajado a Norteamérica y tenido contacto directo con el jefe de la CIA, William Casey. “Me llevaron allí para embadurnarme de mierda. Cuando estuve frente a míster Casey, le dije: “No quiero que mañana digan que no fui sincero con ustedes. Yo soy sandinista y soy revolucionario”. Casey me dijo: “Entonces, ¿cuál es su problema con el Gobierno de Managua?”. Le respondí que ellos querían hacer una revolución marxista-leninista sin libertades, y yo, mi revolución sandinista con libertades. ¿Qué le ofrecieron?, fue la pregunta: “Armas y dinero en cantidades reducidas. Al norte (donde operaban los contra) le dieron 600 millones de dólares en la guerra revolucionaria y al sur nos dieron seis”.
Finalmente decidió olvidar su vocación de soldado y en 1990, cuando el FSLN fue derrotado en elecciones, se estableció en Costa Rica para trabajar como pequeño empresario dedicado al turismo pesquero. Desapareció de la vida política y guerrillera y durante varios años nadie se acordó de su persona. De tanto en tanto, algún periodista en busca de noticias lo entrevistaba para indagarlo sobre la actualidad. Pasó el tiempo hasta que fue tentado a regresar a su país y presentar su candidatura para la presidencia de la Nación. No se lo permitieron. Los rencores por su pasado todavía estaban frescos y el Consejo Supremo Electoral, con predominio oficialista, le negó su derecho a aspirar a la presidencia.
“De mí se ha dicho, afirmó también a El País, que soy incoherente, errático, ambicioso, vanidoso, egocentrista, mercurial, impredecible, agente de la CIA, garganta de Reagan, aliado del imperialismo, traidor, Caín, hijo de puta… Lo único que no han dicho de mí es que soy maricón, ni que soy ladrón. Es fácil probar que no soy ladrón y que no soy maricón, que ahora, por cierto, les dicen gais. Solo al ver que tengo 21 hijos se da uno cuenta de que no soy gay. No me extraña nada de lo que me digan”.
Controvertido, desafiante y orgulloso de su pasado, Pastora afirmó, según cuenta el periodista español Carlos Salinas, que “la gente que he matado no cabe en este local y a los que he mandado a matar no caben en su casa”.
En los años ochenta, Daniel Ortega fue jefe de gobierno en dos oportunidades y un aliado incondicional de Fidel Castro. En 2007 fue elegido nuevamente y esta vez decidió aferrarse al poder sin límite alguno; desde entonces gobierna con mano de hierro junto con su esposa Rosario Murillo, inicialmente primera dama y finalmente, desde 2017, vicepresidenta de Nicaragua.
Curiosidades de la historia, en un gesto de reconciliación, Ortega llamó a Edén Pastora para que se integrara a su gobierno. Y Pastora aceptó, sin que esta vez le molestara la estrecha relación con Fidel Castro, el comandante Hugo Chávez, de Venezuela, y su actual sucesor, Nicolás Maduro.
Hasta el día de su muerte fue delegado presidencial en la Comisión de Desarrollo del Río San Juan, un organismo que realiza su labor en el sur de Nicaragua, cercano a Costa Rica, territorio conocido por el ex guerrillero.
En Nicaragua, desde que Ortega asumió junto con su esposa, se reprime a la prensa, se encarcela a los opositores y se violan los derechos humanos de sus habitantes. Los grupos paramilitares han actuado al margen de la ley sin que Eden Pastora, que aspiraba a una “vida humana justa, libre y fraternal en nuestra patria”, tal como proclamaba la revolución triunfante, haya levantado su voz en todos esos años.
Me detengo en otra curiosidad de la historia, poco conocida. Pastora fue jefe del dirigente del ERP, Enrique Gorriarán Merlo.¿Cuándo? ¿Cómo? En 1978 él y otros tres militantes de esa organización que habían permanecido en Europa luego de la muerte de Santucho y la desaparición del ERP, viajaron a Costa Rica y desde allí penetraron a Nicaragua y se incorporaron al frente sur, dirigido por el Comandante Cero.
Con la derrota de Somoza, Gorriarán Merlo se integró en el aparato de Seguridad del Estado y actuó como funcionario del nuevo gobierno. En ese entonces, el FSLN reclutaba gente en los países vecinos, especialmente México. Jóvenes argentinos, chilenos, uruguayos y exiliados de otros países se integraron al Frente tomando decisiones individuales, sin representación política, y partieron al monte. Varios murieron en combate y otros fueron asesinados en las cárceles de Somoza. Habían salvado la vida en sus respectivos países, gobernados por dictaduras militares, y perecieron en la tierra de Rubén Darío.
Publicado en Perfil el 18 de junio de 2020.
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