sábado 14 de junio de 2025
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¿Dos caras de la misma moneda?

El kirchnerismo ha sido un perverso huracán que asoló al país en los últimos veinticinco años. Con la excepción del período 2015-2019, en el que Macri no supo, no quiso o no pudo cambiar definitivamente el rumbo, la Argentina sufrió una epidemia que parecía no tener fin.

Fueron años en los que la economía sufrió un gravísimo deterioro; aumentó la pobreza considerablemente, hasta alcanzar a casi la mitad de la población; los funcionarios del régimen se enriquecieron (comenzando por Néstor y Cristina, ésta última ya condenada en doble instancia por haber administrado fraudulentamente los recursos públicos); el país se llenó de subsidios y prebendas; las calles fueron invadidas por reclamos de cualquier índole, y se produjo una notable subversión de valores: era más conveniente reclamar subsidios que trabajar; era más fácil tomar una escuela que obedecer a la autoridad, y era preferible robar que vivir dignamente.

El himno nacional de Vicente López y Planes fue cambiado por el “Cambalache” de Enrique Santos Discépolo, porque, efectivamente, parecía que daba lo mismo “ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, pretensioso o estafador”.

En ese contexto, la sociedad se hartó y se abroqueló en torno a quien, torpe y confusamente, comenzó a defenestrar a la clase política en general. No importaron los modos ni las exóticas propuestas de quien finalmente fue ungido como primer mandatario; todo valía para que desapareciera urgentemente el flagelo kirchnerista, que había pulverizado valores aprendidos por años, como el trabajo, el mérito, el esfuerzo y la honestidad.

El kirchnerismo era y es profundamente autocrático, reniega del sistema republicano de gobierno basado en la división de poderes y la independencia del Poder Judicial, fue intolerante a las críticas, atacó a todo aquello que no podía controlar, como jueces, periodistas y fiscales; elaboró un prolijo y fabuloso relato que funcionó como una verdadera lavadora de cerebros, y sus líderes se caracterizaron por su mesianismo y megalomanía.

Todo esto llegó a su fin el 10 de diciembre de 2023. Si bien los candidatos del régimen anterior obtuvieron un porcentaje considerable de votos, y aún cuando ganaron la provincia de Buenos Aires, se tuvo la sensación que soplaban vientos de cambio. Ese “buque” llamado “Argentina” modificó el rumbo.

Es claro que no se puede emparentar, ideológicamente, al régimen kirchnerista con la actual gestión; pero habiéndose cumplido casi el 30% del mandato de Milei, se advierte con toda claridad que la “moneda” sigue siendo la misma, y que el actual gobierno representa a la otra cara.

Y no me refiero al signo monetario, sino a las preocupantes similitudes que existen entre quien buscó fueros para postergar la confirmación de su condena, y quién está conduciendo los destinos del país.

Las acciones, modos y estilos de Milei, lo muestran como un gobernante profundamente autocrático. En efecto, descree de la división de poderes; detesta al Congreso; no cree en la independencia del Poder Judicial (si no fuera así no hubiera propuesto a Lijo para integrar el máximo tribunal); no cree en los límites constitucionales; detesta las críticas, y del mismo modo que los Kirchner, tiene su propio “ejército” de obsecuentes, que también están creando un meticuloso y detallado “relato”, cuyo objetivo es hacerle creer a la gente que está haciendo “el mejor gobierno de la historia”, cuando no ha cumplido, aún, un año y medio de gestión.

El Presidente grita, ofende, ignora, ningunea, insulta; y a quienes difundimos y alertamos sobre los desvíos institucionales, nos califica de “ñonos republicanos”. Según la Real Academia Española, “ñoño” es un adjetivo, que, aplicado a las “cosas”, significa “de poca sustancia”, “intrascendente”; y aplicado a las personas, significa “de corto ingenio”, “timorato”, “pusilánime”, “mediocre”.

Es muy claro: cuando Milei agrede con el término “ñoños”, no solo se refiere a los constitucionalistas que defendemos los postulados del sistema republicano (el que el mundo adoptó hace más de doscientos años para limitar el poder de los emperadores y monarcas), sino también a una “cosa” denominada “Constitución Nacional”, que, para el primer mandatario, es, precisamente, “sosa”, “intrascendente” y “de poca sustancia”.

La referida Real Academia Española, encuentra en la palabra “energúmeno”, la adecuada para describir a aquellos “que habitualmente se comportan de manera airada y violenta”.

Los países cuyos gobernantes tienen esa impronta, no logran que sus ideas, por razonables que sean, tengan arraigo y perdurabilidad.

Publicado en Clarín el 12 de junio de 2025.

Link https://www.clarin.com/opinion/caras-misma-moneda_0_eWh46N7oBR.html

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