En su ya clásica obra Derecha e Izquierda, Razones y significados de una distinción política, Norberto Bobbio intentaba dar luz sobre esta díada y reiterar que la distinción sigue más vigente que nunca. Y lo mismo podríamos decir a 30 años de la publicación de aquel libro.
La esencia de la distinción entre la derecha y la izquierda “es la diferente actitud que las dos partes —el pueblo de la derecha y el pueblo de la izquierda— muestran sistemáticamente frente a la idea de igualdad”, esto es, quienes se declaran de izquierda dan mayor importancia a lo que transforma a los hombres en iguales, los que se declaran de derecha están convencidos de que las desigualdades son un dato propio de la naturaleza, y que al final ni siquiera deben buscar su eliminación.
Agrega el autor: “Lo igualitario parte de la convicción de que la mayor parte de las desigualdades que lo indignan, y querría hacer desaparecer, son sociales y, como tales, eliminables. Lo no igualitario, en cambio, parte de la convicción opuesta, que sean naturales y como tales, ineliminables”.
Como nos resume Cas Mudde en su obra La Ultraderecha hoy (2021), “el fundamento clave de la distinción entre izquierda y derecha residía en sus posicionamientos respectivos a propósito de la igualdad: la izquierda considera que las desigualdades clave entre las personas son artificiales y negativas, y que un Estado activo debería eliminarlas, mientras que la derecha cree que las desigualdades entre personas son naturales y positivas, y deberían ser defendidas o, cuando menos, ignoradas por el Estado. Hablamos de desigualdades culturales, económicas, raciales, religiosas o de cualquier otro tipo, o concebidas como tales”.
Gran parte del imaginario social se resume en la idea de que la izquierda es buena y la derecha mala, y parece que la izquierda ha sido cubierta de un manto de piedad y la derecha tiene mala prensa. Stalin o Mao y las atrocidades cometidas por ellos tienen menos espacio en los libros de historia.
Acaso ¿alguien se acuerda de Pol Pot? En nombre de la igualdad, la izquierda desemboca en una sociedad jerárquica tan desigual como la derecha conservadora, donde algunos son más iguales que otros, Orwell dixit.
Pero, cumpliendo con las leyes de la física -esa ciencia más exacta que las nuestras- toda acción genera su propia reacción en sentido contrario. Y así han ido tomando mayor fuerza y lavando su cara las derechas. Ahora sí, derechas e izquierdas. No una, varias. Y al interior de cada una, los moderados y los extremistas.
Es esta quizás la distinción más importante y relevante para nuestro tiempo: ¿están dispuestos a aceptar las reglas de la democracia liberal? En la extrema izquierda la respuesta es no, en la extrema derecha la respuesta es no.
Ambos extremos son antisistema. Los ya no tan nuevos partidos, a ambos lados del espectro ideológico, están dispuestos a aceptar la regla democrática y, si no lo están, no importa si son de derecha o de izquierda, lo que importa es que están dispuestos a terminar con la democracia. Además, ambos son anti liberales por naturaleza. El liberalismo brinda componentes esenciales al y para el funcionamiento democrático: libertad de opinión, de asociación, diversidad, competencia, tolerancia, rendición de cuentas, estado de derecho. Todo ello es rechazado a izquierda y derecha.
En todo caso, derecha e izquierda, como antinomia, tiene siglos de existencia y debate. Lo nuevo -o ya no tanto- es la radicalización a ambos lados, con un vaciamiento del centro y una crítica al sistema político y económico generalizados (a la democracia liberal y al capitalismo). Los extremos coinciden al otorgarle al Estado un papel central por encima del individuo: la nación, el pueblo o el interés general (definido siempre por unos pocos) imperan y dominan por sobre el interés individual.
El autoritarismo está a la vuelta de ambas esquinas. Recuperar el centro significa ir achicando distancias, buscando la moderación, y esto no está sucediendo, ni en Europa ni en América Latina, ambos extremos explotan las antinomias, las divisiones y prometen una vida mejor que nunca llega. Y aquí estamos, frente a extremistas de izquierda y derecha que están dispuestos no solo a terminar con la democracia, sino a poner en riesgo nuestra convivencia en paz.
Publicado en Clarín el 12 de julio de 2024.
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