En 1937, mientras demolían casas y manzanas enteras para abrir la avenida 9 de julio, una cuadrilla de obreros se topó en una humilde pensión con un hombre mayor, en cama, enfermo. El hombre pidió unos días para recuperarse y abandonar la vivienda. Cuando dió su nombre, la demolición se detuvo de inmediato, a la espera de instrucciones. Se trataba de Elpidio González, vicepresidente de la Nación entre 1922 y 1928.
A los pocos días, el presidente Agustín P. Justo propuso al Congreso otorgar una pensión vitalicia a los ex presidentes y vicepresidentes, que fue aprobada por la ley 12.512.
González rechazó los beneficios de esa ley, que le estaba dedicada, mediante una carta enviada al titular del P.E. En la misiva afirmaba que, en su larga trayectoria, “persiguiendo anhelos de bien público”, que jamás se había detenido a meditar “acerca de las contingencias adversas o beneficiosas” que los acontecimientos podrían depararle.
-“No esperaba, pues, esta recompensa, ni la deseo, y, al renunciar, me complace comprobar que estoy de acuerdo con mis sentimientos más arraigados”.
-“Confío en que, Dios mediante, he de poder sobrellevar la vida con mi trabajo, sin acogerme a la ayuda de la República, por cuya grandeza he luchado”, concluía.Elpidio González, así, continuó vendiendo anilinas para ganarse el pan.”
La pandemia que afecta la salud y la economía en todas sus actividades, hace que pase desapercibida esta actitud en momentos en que quien ha desempeñado este mismo cargo, y que por sus problemas judiciales el Anses le negara ese derecho, en vez de tener que recurrir al Poder Judicial si cree tenerlos, como cualquier ciudadano, logre que un integrante del Poder ordene al Anses que le pague.