jueves 26 de diciembre de 2024
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Contra Países Bajos hay que creer… y concretar

No te da un respiro el Mundial. Nadie te regala nada. A la más mínima distracción, todo amenaza con venirse abajo. Si no, pregúntenle a Lisandro Martínez, que con esa barrida en modo Mascherano evitó un desmadre, como Dibu con esa parada en el último suspiro. ¿Cómo puede ser posible, cuando la Argentina se divertía tanto, de la mano de un Messi modo 2009-2012? Pasó, quizá, por no haber hecho el tercero. ¿Lautaro Martínez? Luce como si se hubiera quedado estancado en el offside tecnológico del gol que no fue gol contra Arabia Saudita. Se lo vio nervioso, más que la tarde de Polonia cuando también falló lo que nunca falla. No faltaron los memes en las redes sociales que lo asociaran con el Pipita Higuaín, al que casi nadie le perdona los mano a mano no facturados en las finales. Ahora, el Toro está aturdido. Y el antídoto, un gol que espante fantasmas, se hace esquivo porque a medida que se avanza de fase es más difícil anotarle al rival y se paga más caro el no hacerlo.

Pero más allá de los sustos del final merece la pena rescatar las otras muchas cosas buenas de la Argentina. Como Enzo Fernández en modo Monumental. Da lo mismo si se pone la camiseta de River en una Libertadores, la de Benfica en la Champions o la albiceleste en un Mundial. Juega con una confianza y claridad propias de un tipo de 30 años al más alto nivel y 1000 batallas encima. Contagia al resto, como Messi, que en su partido número 1000 como profesional mezcló lo de sus mejores días en la selección, pidiéndola siempre, en rol de líder, con esas corridas y gambetas de cuando marcaba 40 goles cada temporada con Barcelona. Otamendi y Romero estuvieron infranqueables, y no sé si alguien más comparta esto, pero lo de Acuña por izquierda fue de manual: para quitar, para atacar, para estar siempre en el lugar y momento indicados.

Julián Álvarez merece, como Enzo, otro capítulo aparte. Hace todo bien en todos lados, técnicamente su repertorio es amplio y como requiere un 9, cuando huele sangre hunde el colmillo. Como en el 2-0, con un apoyo fundamental de De Paul, quien en la previa confesó que recién ahora había podido disfrutar de la experiencia mundialista, y vaya si se notó: fue lo más parecido al De Paul de siempre, ese que, si no lo saben, es el que más minutos vio desde que tomó las riendas Scaloni.

Sabella, presente

El fútbol, como la vida, suele ser quisquilloso. Tiene algo —mucho— de místico. Como las tantas casualidades que se encuentran entre el Mundial de 1986 con el que viene desarrollándose en 2022, o las tantas anécdotas y curiosidades que siempre nos recuerdan al Diego. Por ejemplo, con esa captura de pantalla detrás con un calendario que marca “18 de diciembre”.

Los cuartos de final, contra Países Bajos, van a jugarse el 9 de diciembre, dos años y un día después de la partida de Sabella. Esa llave (en semifinales) quedó como una de las más felices en la historia del fútbol argentino, como todos esperamos que quede la del viernes.

Enfrente, sin embargo y como en 2014, espera un rival engañoso y difícil. Arrancaron de menos a más. En fase de grupos tuvieron un debut no muy deslumbrante con Senegal, pero cuando llegaron al arco rival, marcaron. Luego, con Ecuador, bien pudieron perderlo, pero resistieron el empate. Y cerraron su participación en fase de grupos con una testimonial Qatar, contra la cual vale resaltar que cumplieron los deberes.

En octavos midieron fuerzas ante un Estados Unidos que venía bien, con ganas y sin nada qué perder. Pero se toparon con un Países Bajos lúcido, que hizo su partido más solvente del Mundial. Estuvieron bien parados y cuando no sufrieron mucho cuando no controlaron la posesión. En la defensa tienen a De Ligt, uno de los mejores centrales del mundo, y arriba te llegan rápido por las bandas y si alguno de sus delanteros tiene espacio, no duda en pegarle. Tienen altísima efectividad, por lo que Romero, Otamendi y los que estén van a tener que mostrarse finos.

Nosotros lo tenemos a Messi, sí, pero, así como el traspié con Arabia Saudita ayudó a no encarar relajados el partido con Australia, ahora hay que tomar nota de que las ocasiones que tengamos, más que nunca, debemos concretarlas. Porque, aunque esta versión de Países Bajos no tiene la apariencia de una Naranja Mecánica, tiene jugadores técnicos e inteligentes como lo que, hay que decirlo con todo respeto, no tenía Australia.

Hay con qué y en qué creer. La Argentina, hasta ahora, supo sobreponerse en los momentos más difíciles. Ganar un Mundial no pasa por jugar bonito sino bien, y nunca venirse abajo cuando se está con los dientes apretados y la tensión desborda hasta a los más experimentados.

A creer y no confiarse ahora hay que añadir: hay que concretar.

Sabella, como el Diego, seguro lo verán y nos darán una mano.

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