El 5 de marzo pasado, la Asamblea General de la ONU aprobó instituir el 28 de enero como “Día Internacional de la Coexistencia Pacífica”. La resolución, aprobada por abrumadora mayoría, fue impulsada por el reino de Bahréin, cuyo representante, Abdulla bin Ahmed Al khalifa la fundamentó “en la promoción de la tolerancia, el respeto de la diversidad religiosa y cultural y los derechos humanos”. 162 países votaron a favor, 2 se abstuvieron y 3 votaron en contra: Estados Unidos, Israel y Argentina. Un día más, entre tantos, para abogar por la paz en el mundo.
A los tres países que votaron en contra, la resolución les pareció muy “globalista” y algo “pro-china”. El representante de los Estados Unidos ante la ONU, Edward Heartney, dejó sentado su voto expresando que la resolución “promueve un programa de gobernanza global blanda que es incompatible con la soberanía de los Estados Unidos”.
“En pocas palabras, los esfuerzos globalistas, como la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), perdieron en las urnas; por lo tanto, los Estados Unidos (los) rechazan y denuncian”, dijo el funcionario estadounidense, en sintonía con el discurso que viene esgrimiendo Milei desde el inicio de su mandato. El funcionario estadounidense también expresó su “preocupación por la posibilidad de que la referencia que da título a la resolución a la coexistencia pacífica pudiera ser utilizada para dar a entender que las Naciones Unidas respaldan los cinco principios de coexistencia pacífica de China”. En respuesta, la representación de China señaló que esos principios son “ampliamente reconocidos por la comunidad internacional y están contenidos en muchos instrumentos internacionales”.
La “coexistencia pacífica” es una fórmula política que propone la convivencia entre naciones sin recurrir a la guerra. Se basa en el reconocimiento de la existencia de diferentes sistemas socioeconómicos y en la cooperación entre ellos. Se asocia a una etapa de la Guerra Fría posterior a la muerte de Stalin, en la que se estableció una suerte de nuevo statu quo entre EE.UU. y la Unión Soviética.
También refieren a los “cinco principios de coexistencia pacífica“, la política exterior de China y la India: respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial, la no agresión mutua, la no interferencia en los asuntos internos de otros países, igualdad y beneficio mutuo, y coexistencia pacífica. Nada diferente a los principios sobre los que se basó el sistema internacional de naciones establecido hace 80 años luego de la última guerra mundial.
Se sabe que la diplomacia es el arte de los eufemismos. Se reviste la defensa de intereses nacionales o particulares de principios universales o generales, se justifican guerras en nombre de la paz, se denuncian violaciones de derechos por parte de unos mientras se omiten las cometidas por otros. Y las palabras connotan distintos significados.
Es el ‘nomos’ -las normas, reglas y convenciones- sin el cual el desorden mundial se proyecta como una anarquía internacional sin otro principio y lenguaje que no sean la imposición del más fuerte, un retroceso a la ley de la selva.
Publicado en Clarín el 12 de abril de 2025.
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