La vicepresidenta criticó sin mencionarlos a Carlos Menem, Domingo Cavallo y Javier Milei. Tomó iniciativas curiosamente semejantes a las de Facundo Manes y recordó (sin pronunciar su nombre) a Raúl Alfonsín. La rodearon De Pedro, Kicillof y Massa, sin obtener su bendición como candidatos.
A Cristina Fernández de Kirchner le gustan las indirectas indiscretas. Se regocija cuando habla de sí misma o cuando se refiere a otros sin decir sus nombres, mientras hace el esfuerzo (in)consciente de que el público entienda sobre quién está referida la anécdota o el comentario. Fue esa la fórmula que aplicó en su discurso por un 25 de Mayo dedicado a Néstor Kirchner, de quien hubo imágenes en pantallas, pasacalles, panfletos, banderas y adornos, en detrimento de próceres como José de San Martín, Manuel Belgrano o Mariano Moreno, a quienes se borró u olvidó por completo en plena fecha patria.
Primero arrancó con referencias a Domingo Cavallo y Javier Milei, luego planteó como soluciones algunas propuestas curiosamente similares a las de Facundo Manes, e incluso en un pasaje de su discurso reconoció la gallardía de Raúl Alfonsín. A ninguno, eso sí, lo mencionó con nombre y apellido, como si se hiciera la distraída o le ardiera la lengua.
“Hoy escuchamos a quienes eran discípulos y colaboradores de ese ministro calvo y de ojitos claros explicándonos lo que van a hacer, porque nosotros no sabemos nada de economía”, tiró, por Cavallo, y porque esta semana Milei confirmó entre sus asesores a dos ex funcionarios de Carlos Menem.
La táctica de subir al ring al libertario ya la había probado en un discurso que dio en Río Negro, donde había insistido en que el déficit no es el responsable de la inflación sino, según ella, la falta de dólares.
En los pasajes en los que intentó dar alguna solución para la crisis actual —cuando cedía a las autorreferencias, o a evocar sucesos de hace 20 o 15 años— apostaba a un pacto entre el Estado y el sector privado para “no depender de materias primas”.
“No podemos seguir atados a que llueva o salga el sol, hay que dar un salto para agregar valor, agregar tecnología”, dijo. Y reforzó: “En Asia lo que han hecho las economías es agregar valor, no discutir las boludeces que se discuten en los medios todos los días”.
Puso como ejemplos los casos de Corea y Malasia en cuanto a la inversión en tecnología, y citó los casos de Chile y Bolivia, donde está en pleno apogeo la discusión sobre cómo las leyes pueden fijar las reglas con el litio, uno de los recursos energéticos claves en el mundo, y del cual la Argentina tiene parte de las mayores reservas del planeta.
Todas esas propuestas, curiosamente, han sido explicadas constantemente por el precandidato presidencial Facundo Manes en charlas, entrevistas periodísticas y discursos, no solo ahora sino desde 2021, cuando dio el paso para pasar de la neurociencia a la carrera política como diputado nacional. Cristina, por las dudas u omisión, no lo citó.
Tampoco lo nombró a Raúl Alfonsín explícitamente, al rememorar otros acontecimientos históricos en Plaza de Mayo: “Tenemos que renovar el pacto democrático. En 1983, desde los balcones del Cabildo, un argentino que no era de mi partido ganó las elecciones. Dijo que eran ‘la vida y la paz’, reclamaban un país diferente donde los que no piensan igual no son enemigos, sino adversarios. Que estaba prohibido quitarles la vida. Eso también fue esta Plaza. Hay que renovar también ese pacto", dijo.
La vicepresidenta, que habló como si no fuera miembro del gobierno que ella misma formó al designar como candidato a Alberto Fernández —se ausentó yéndose a Chapadmalal para pasar el resto del feriado tras el Tedeum— sí pudo pronunciar, no sin molestia, la palabra “Macri”.
"A pesar de los errores y de las diferencias, es infinitamente mejor que el que hubiera sido otro de Mauricio Macri. No tengo dudas, no tengo dudas", apostó, sin enfrentar el 108,8% de inflación interanual, el 40% de pobreza o el dólar paralelo a casi 500 pesos.
Sin definiciones electorales
En el escenario, a Cristina la ladearon el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, y el ministro de Interior, Eduardo “Wado” de Pedro. Con ellos, su hijo Máximo. Y un poco más al costado se lo vio al ministro de Economía, Sergio Tomás Massa. Todos ellos y otro puñado de funcionarios la escucharon a la vicepresidenta, entre risas y aplausos. Quedaron, sin embargo, sin definiciones públicas: a ninguno se lo ungió como candidato presidencial.
A un mes para el cierre de listas, el Frente de Todos continúa, aun después de este discurso de la vicepresidenta, sin tener a quien “tome la posta” para intentar ingresar a Casa Rosada. No se sabe siquiera si se lo designará por consenso o con PASO. En eso no se han puesto de acuerdo.
Cristina, por el momento, intenta preservar su peso para el armado de listas. Para lograrlo avisó que a su manera acompañará a sus militantes, en detrimento del poder judicial o empresarial, al cual responsabiliza de la situación actual. “Me quisieran matar o meter presa, pero nunca voy a ser de ellos. Yo soy del pueblo y de ahí no me muevo”.
Luis Pico.