Y las políticas de Trump garantizan que nunca la alcanzaremos.
Traducción Alejandro Garvie
En 1957, la Unión Soviética puso en órbita el primer satélite artificial, el Sputnik. La respuesta estadounidense rozó el pánico: la Guerra Fría estaba en su punto más frío y existía el temor generalizado de que los soviéticos estuvieran tomando la delantera en ciencia y tecnología.
En retrospectiva, esos temores eran exagerados. Con la caída del comunismo, descubrimos que la economía soviética estaba mucho menos avanzada de lo que muchos creían. Aun así, los efectos del “momento Sputnik” fueron beneficiosos: Estados Unidos invirtió recursos en ciencia y educación superior, lo que ayudó a sentar las bases de un liderazgo duradero.
Hoy, el liderazgo estadounidense se ve nuevamente desafiado por un régimen autoritario. Y en términos de poder económico, China es un rival mucho más serio que la Unión Soviética. Algunos lectores se mostraron escépticos cuando señalé el lunes que la economía china, en términos reales, ya es sustancialmente mayor que la nuestra. Lo cierto es que el PIB en paridad de poder adquisitivo es una medida muy útil, pero si parece demasiado técnico, ¿qué tal si nos fijamos en la generación de electricidad, que está fuertemente correlacionada con el desarrollo económico? China genera ahora más del doble de electricidad que nosotros.
Sin embargo, en lugar de vivir otro momento Sputnik, estamos atrapados en un momento Sputnik inverso. En lugar de reconocer que Estados Unidos corre el riesgo de ser superado permanentemente por la destreza tecnológica y económica de China, la administración Trump está recortando drásticamente el apoyo a la investigación científica y atacando la educación. Con el pretexto de derrotar a los fantasmas de la “conciencia social” y el “Estado profundo”, esta administración se opone activamente al progreso en sectores críticos, al tiempo que concede a estafadores como la industria de las criptomonedas todo lo que desean.
El ejemplo más evidente de la guerra de Trump contra un sector crítico, y el más trascendental para la próxima década, es su venganza contra las energías renovables. El proyecto de ley “One Big Beautiful Bill” de Trump revocó los incentivos fiscales de Biden para las energías renovables. El gobierno intenta actualmente anular un enorme parque eólico marino, casi terminado, que podría abastecer a cientos de miles de hogares y además quiere cancelar 7000 millones de dólares en subvenciones para paneles solares residenciales. Parece haber logrado anular un enorme proyecto de energía solar que habría abastecido a casi 2 millones de hogares. Ha cancelado 8000 millones de dólares en subvenciones para energías limpias, principalmente en estados demócratas, y, según se informa, planea cancelar decenas de miles de millones más.
Mientras Trump proclama “Perfora, perfora, perfora”, el crecimiento proyectado de la energía solar y eólica en EE. UU. se ha visto frenado, e incluso quizás estancado, por la hostilidad del gobierno.
En su inconexo discurso en las Naciones Unidas, Donald Trump insistió en que China no utiliza energía eólica: “Usan carbón, gas, casi cualquier cosa, pero no les gusta el viento”. No sé de dónde saca Trump esta desinformación; quizá de las mismas fuentes que le dicen que Portland está en llamas.
Chris Wright, secretario de energía de Trump, afirma que la energía solar no es fiable: “Hay que tener energía cuando el sol se esconde tras una nube y cuando se pone el sol, lo cual ocurre casi todas las noches”. Así que el secretario de energía de la nación más avanzada tecnológicamente del planeta desconoce la revolución energética impulsada por el drástico progreso tecnológico en baterías. Y esta revolución está ocurriendo ahora mismo en Estados Unidos, en lugares como California.
¿Cuál es el origen de esta asombrosa ignorancia y hostilidad al progreso? Es natural culpar a los intereses de los combustibles fósiles por los ataques a las energías renovables y la ciencia del clima. Además, no debemos olvidar que Trump es un hombre increíblemente mezquino que odia, detesta, ver turbinas eólicas marinas desde su campo de golf escocés.
Pero ninguno de estos factores explica la cruzada de la administración contra las vacunas ni los ataques a la investigación y el aprendizaje en muchas otras áreas. Estrechamente relacionado está la aceptación por parte de Pete Hegseth de la estupidez – perdón, me refiero al “ethos guerrero” – como clave para la fuerza militar. Esto ignora las realidades de la guerra del siglo XXI, actualmente visibles para cualquiera que preste atención a la guerra en Ucrania. En un campo de batalla moderno, dominado por drones y fuego de artillería de precisión, la postura de tipo duro es peor que inútil.
Dejando a un lado los intereses especiales y la mezquindad de Trump, tengo la sensación de que hay algo más visceral en juego. Una facción poderosa en Estados Unidos se ha vuelto profundamente hostil a la ciencia y a la experiencia en general. Como prueba, resalto la extraordinaria caída del apoyo republicano a la educación superior durante la última década.
Sin embargo, lo cierto es que la hostilidad hacia la ciencia y la experiencia siempre ha formado parte de la tradición estadounidense. ¿Recuerdan la lección de historia sobre el juicio del mono Scopes? Fue necesaria una sentencia de la Corte Suprema, en 2007, para impedir que los políticos obligaran a las escuelas públicas a enseñar creacionismo. Y con la Corte Suprema actual, ¿quién puede estar seguro de que el creacionismo no volverá?
El anticientificismo es una actitud generalizada en la derecha religiosa, un componente clave del MAGA. Sin embargo, en décadas pasadas, las fuerzas del humanismo y la investigación científica lograron prevalecer contra el anticientificismo. En parte, esto se debió al reconocimiento de que la ciencia estadounidense era esencial para la seguridad y la prosperidad nacionales. Pero ahora tenemos una administración que afirma proteger la seguridad nacional imponiendo aranceles a los gabinetes de cocina y los tocadores de baño, mientras desmantela los CDC y la EPA.
¿Significa esto que Estados Unidos está perdiendo la carrera contra China por el liderazgo mundial? No, creo que esa carrera está prácticamente acabada. Incluso si Trump y su equipo de saboteadores pierden el poder en 2028, todo lo que veo indica que para entonces Estados Unidos se habrá quedado tan atrás que es improbable que alguna vez podamos alcanzarlo.
Link https://paulkrugman.substack.com/p/china-has-overtaken-america?








