sábado 19 de abril de 2025
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Bienvenidos al realismo trágico

Durante décadas, el mundo creyó que la globalización era un antídoto contra la guerra. Que los vínculos económicos profundos entre las potencias actuaban como garantía de paz. Hoy, esa idea se desvanece con la misma rapidez con la que las potencias desmantelan tratados comerciales y levantan barreras arancelarias.

Por falta de capacidad y voluntad, lo que parecía ser un orden mundial basado en reglas, ya muestra los signos de lo que parece una declinación irreversible. Bienvenidos a la era del realismo trágico, donde el idealismo de la globalización y la tecnología se desmoronan frente al peso de las duras realidades del poder y la geografía.

Estamos en medio de una transición hegemónica, el punto más peligroso en el ciclo de un orden mundial. Las reglas que definieron el orden posterior a la Guerra Fría están siendo cuestionadas. Las instituciones multilaterales pierden eficacia, los mecanismos de resolución de conflictos se debilitan, y la política exterior se redefine en clave de supervivencia nacional. El lenguaje del conflicto se ha instalado en la economía global, reflejo de la incertidumbre sobre el poder global y sobre las reglas de acceso y ejercicio.

La clase media estadounidense, motor del consenso liberal, está agotada. Su descontento, alimentado por décadas de desindustrialización, estancamiento salarial y falta de redes de contención social, ha incubado una política comercial agresiva.

El proteccionismo no es nuevo, pero sí su intensidad y centralidad. El país que durante décadas promovió la apertura económica como pilar de su liderazgo global hoy reconfigura su política exterior en torno a la rivalidad estratégica.

Los aranceles no son medidas aisladas: son expresiones de una visión del mundo donde la competencia entre Estados define las relaciones internacionales. La economía, antes instrumento de cooperación, se vuelve arma de confrontación y la política comercial de Estados Unidos ha dejado de ser una herramienta de diplomacia económica para convertirse en un ariete político. Se habla de aranceles con el mismo tono con el que antes se hablaba de tratados.

China, al igual que Alemania en los años 30, es una potencia emergente a la cual el status quo le es cada vez más inconveniente. No por ideología sino por necesidad de asegurar recursos, rutas comerciales y prestigio. Su crecimiento ya no es solo económico, sino también militar, tecnológico y simbólico.

Por ello, su presencia global y protagonismo geopolítico ya es indisimulable. Estados Unidos, como el Reino Unido de antaño, se aferra a su supremacía sin reconocer que la estructura de poder global ya ha cambiado. Y el conflicto comercial es lel primer capítulo de una contienda más amplia.

Los actores secundarios del sistema buscarán contención (UE), sanciones (India) y alianzas estratégicas (China-Japón-Corea del Sur). Pero en vez de estabilizar el sistema, la tensión lo fragmentará. La guerra comercial en curso no es un fenómeno económico. Es una señal de que el mundo está entrando en una fase más peligrosa, donde la desconfianza reemplaza a la interdependencia.

Cada arancel, cada sanción, cada exclusión tecnológica es un ladrillo en la construcción de un nuevo muro global. Esta “geopolítica del vacío” —el retiro de EE.UU. sin sucesores claros— abre la puerta a tentaciones expansionistas por actores regionales que desestabilizarán aún más el panorama mundial como lo que se observan ya desde el Golfo de Adén hasta el Mar de China Meridional.

En la fragilidad del orden global resuena un eco histórico inquietante. El escenario actual tiene similitudes alarmantes con el mundo de entreguerras. En 1929, la crisis financiera global destrozó la arquitectura económica internacional. El colapso fue respondido con niveles crecientes de cierre: proteccionismo económico, autoritarismo político y xenofobia social.

Hoy como entonces, los líderes mundiales responden a tiempos de incertidumbre y turbulencia con una irresponsable combinación de simplismo y exaltación. Desprecian los mecanismos de resolución de conflicto basados en el diálogo y la coordinación, socavan las bases de los regímenes democráticos y vacían de sentido y efectividad a los mecanismos de coordinación multilaterales sin comprender que -a pesar de sus múltiples defectos- son las únicas anclas con las que el mundo cuenta para impedir la destrucción mutua. La imperfección de las instituciones es siempre preferible a la discrecionalidad arbitraria del poder, en especial para los actores con poco poder como la Argentina.

Publicado en Clarín el 16 de abril de 2025.

Link https://www.clarin.com/opinion/bienvenidos-realismo-tragico_0_zk6cX9XIjs.html?srsltid=AfmBOooh6RupmTBUAIouzdUbcAvfSsaAsrjhcaC8csJLk4mf6X0VirXo

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