La decisión del Gobierno nacional de retirar a la República Argentina de la mesa de negociaciones comerciales del Mercosur, en donde se discuten acuerdos del bloque con terceros países o grupo de países, resulta extremadamente preocupante y lesiva para la propia supervivencia de nuestro principal esquema de integración regional.
La gravedad de la definición ataca las propias bases fundacionales del bloque, ya que la política comercial común del Mercosur es un compromiso jurídico internacional asumido por la Argentina y como tal tiene rango superior a las leyes nacionales. A su vez, es fundamental entender que lo firmado en la decisión 32/2000 del Mercosur, nos obliga a reconocer que las negociaciones deben realizarse en bloque.
Del mismo modo, no es admisible, que no haya habido consultas formales o al menos informales al Congreso de la Nación a través de las respectiva Comisiones competentes de ambas cámaras. En mi carácter de vicepresidente de la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto de la Cámara de Diputados, hago público el descuido institucional y reafirmo la convocatoria que le hicimos oportunamente al ministro Felipe Solá para que asista de manera urgente a dar explicaciones a los legisladores nacionales.
El desapego a algunas formas muchas veces expresa contenidos y este es uno de esos casos. Conozco hace más de 30 años al Canciller, con quien tengo una cordial relación. Su actuación en este tema refleja una incomprensión grave acerca de la importancia de la medida tomada.
No consideró necesario realizar ni siquiera un llamado telefónico para poner en conocimiento a la oposición, ni para consultar nuestra opinión con relación a un aspecto que es una política de Estado que compromete el futuro de nuestro país muy por encima de los cuatro años de un mandato de gobierno. Subrayo este hecho porque es indicativo de un manejo irresponsable del asunto. El contexto de emergencia y urgencia doméstica no debiera impedirnos tener un debate informado y de calidad que mejore el sistema de decisiones y lo dote de mayores márgenes de consenso.
El abandono unilateral de una mesa de negociaciones con terceros países lesiona severamente el funcionamiento del espacio que venimos construyendo responsable y lentamente todas las fuerzas políticas de nuestro país, constituyéndose como una de las pocas políticas de Estado sostenidas en el tiempo.
La respuesta del gobierno a través del Canciller fue tardía, pobre y desconsiderada. En un hilo de unos pocos tuits pide responsabilidad a la oposición después de haber sido él mismo irresponsable. Chicanea en una red social, en momentos en que tenemos que estar unidos. Menciona que la aceleración de acuerdos serían perjudiciales y abandona la mesa desde donde el gobierno y sus funcionarios tienen la obligación de defender los intereses nacionales.
Poner como excusa la incapacidad de seguir estas negociaciones por necesidad de atender a la pandemia y como defensa a la industria nacional es una lamentable mezcla de nacionalismo aislacionista y falta de conducción de los equipos competentes con que cuenta el servicio exterior para llevar adelante estas negociaciones.
Somos muchos los que pensamos que en los tratados de libre comercio con Corea del Sur, Singapur, Canadá e India hay más oportunidades que peligros. Al abandonar la mesa de negociaciones no se logrará evitar los peligros, pero sí perderemos las oportunidades.
Al no participar de las negociaciones, en el caso de querer incorporarse en el futuro, se deberían suscribir las negociaciones realizadas previamente por el resto de los países del MERCOSUR, sin que haya estado en el debate la perspectiva de los intereses argentinos.
La relación con Brasil desde siempre ha sido compleja por la asimetría de poder económico y tamaño de mercado y el Mercosur funciona como un espacio de equilibrio.
Las relaciones entre los países deben procurar saltear las preferencias políticas que puedan tener sus gobernantes. No están gobernando partidos, están gobernando naciones que hace años han decidido conformar un mercado común y desde allí relacionarse con el mundo. Desatender la relación con nuestro principal socio comercial y principal destino de nuestras exportaciones es insensato y peligroso.
No participar de estas negociaciones puede generar beneficios competitivos a Brasil, Uruguay y Paraguay en la atención de nuevos mercados, entre ellos el de carnes y granos, y perder la enorme oportunidad que es para la agroindustria los mercados de India y Canadá. Además, que el país se cierre al comercio genera una desventaja adicional en la captación de inversiones productivas. Para Argentina, ir hacia esos escenarios, más aún en un contexto de escasez de divisas, es a nuestro juicio una política desacertada. Es decidir, a conciencia, volver a tropezar con la misma piedra.
Esta grave decisión que tensiona la relación con nuestros principales socios comerciales fue acompañada por una política exterior errática que insinúa la vuelta a una política de aislamiento en la región y en el mundo, en un contexto donde la cooperación internacional se vuelve una necesidad urgente frente al desarrollo de la pandemia.
La Argentina no puede renunciar a tener una política exterior diseñada y pensada estratégicamente. Que sea política de Estado, previsible, intensificando su participación en todos aquellos foros y ámbitos donde pueda interactuar con otros países. El Mercosur, el G20, la insistencia en la intención de ingresar a la OCDE son espacios en los que en los últimos años se venía avanzando a paso firme. No es hora de retroceder en esos caminos y aislarse. Encerrarnos en nosotros mismos profundizará el impacto de la crisis. Es hora de ver en el mundo una oportunidad y actuar en consecuencia. Esa es en nuestra tarea.
Publicado en Clarín el 29 de abril de 2020.
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