jueves 26 de diciembre de 2024
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Netanyahu, el guerrero

Quisiera agregar algunas pequeñas consideraciones al muy interesante e ilustrativo artículo de Angeles Salvador en Nuevos Papeles sobre el perfil político de Netanyahu, con el objetivo de ampliar la geografía existencial de este mismo caso.

Netanyahu, que recientemente visitó Buenos Aires y otras capitales latinoamericanas, después que la “ola anti-Israel” se disipara (por la muerte de Chávez y el destino aciago de sus seguidores), arribó para ofrecer tecnología. Nada mal. Siempre y cuando el intercambio sea ecuánime entre ellos y la Argentina. Israel puede aportar transformaciones del agua de mar, nuevas experiencias de regadío, mejor y más dinámicos aparatos de comunicación, etcétera. Y Argentina enviar alimentos procesados.

Gran parte de la izquierda se movilizó en la Argentina. Y algunas agrupaciones propalaron mensajes de país y líder “genocidas” en un inevitable equívoco.

Porque en Israel conviven partidos de izquierda y una gran movilización social por la paz que, además, cuenta con el aval de un grupo importante de latinoamericanos de origen judío (por ejemplo, J-AM-L). Los pacifistas tienen renombre, como los escritores premiados David Grossman, Uri Avnery y Amos Oz, más ex-oficiales que critican los movimientos militares en las fronteras y el trato a los palestinos y gente de distinta condición y preparación educativa. Hay partidos de centro izquierda (los laboristas) y hay representaciones laicas en un país donde la religión pesa sobremanera.

Por otra lado, la expresión “judío” se presta a confusiones. Los israelíes son judíos, pero antes que nada israelíes. De la misma manera que hay argentinos de origen judío, brasileños, uruguayos, mexicanos, etcétera. Así, “judío” no es lo mismo que “israelí”. Son dos condiciones humanas diferentes.

Muchos de esos judíos en el mundo cuestionan las políticas que emplea Israel. Otros no, las respaldan ciegamente.

Por las acusaciones contra el pequeño país de Medio Oriente, en Israel se habla de “antisemitismo” cuando en los hechos algunas críticas contra el país en el mundo se refieren a las estrategias elegidas por políticos de derecha. Israel, como país, no es genocida.

Sin duda algunos de sus guerreros han cometido equívocos fatales, como el de Ariel Sharon en la primera guerra en el Líbano, en 1982, quien facilitó que las agrupaciones cristiano-falangistas se internaran en campos de refugiados palestinos (Sabra y Chatila) y masacraran a tres mil quinientas personas. O numerosos equívocos en las batallas contra Gaza desde donde se disparaban cohetes sobre poblaciones israelíes.

Netanyahu tiene un largo historial de confrontaciones. Hijo de un sionista historiador y guerrero que odiaba a los árabes, está siendo investigado últimamente por corrupción. No es raro en un país que se autodefine como democrático y ya envió a la cárcel a dos ex presidentes, uno por acoso sexual y el otro por quedarse con dineros ajenos.

La carrera política de Netanyahu ha tenido como bases de apoyo a los religiosos extremos, a la comunidad proveniente del África y a los inmigrantes rusos, que llegaron por oleadas y que suman un millón y medio de habitantes. Un reciente documental israelí. “El día que mataron a Rabin”, muestra en distintos momentos a un Netanyahu muy agresivo, en manifestaciones y en el Parlamento, contra el tratado de paz de Oslo y contra su representante el ex militar y titular del país Isaac Rabin. Como se sabe, Rabin fue víctima de un complot manipulado por los religiosos extremos y asesinado el 4 de noviembre de 1995.

Sencillamente porque lo consideraron un “traidor” y por lo tanto, según los textos bíblicos, era un condenado a muerte. Esto muestra cuánto pesan los ortodoxos en las maniobras de contenido político. Son los mismos que crean asentamientos en la frontera y hasta dentro mismo del territorio palestino de Cisjordania. Una provocación deliberada y excluyente contra los árabes. También son los mismos que regulan matrimonios y divorcios. Y se auto consideran como los únicos que deciden en el mundo quien es “judío” o quien deja de serlo, quien es un buen rabino y quien no lo es, cuáles son las corrientes válidas y aceptadas entre las tantas variantes del ejercicio del judaísmo.

Israel es un Estado en estado de guerra permanente y con gran poderío nuclear e industrial-tecnológico. Una duda: ¿puede seguir en el tiempo en esta actitud?, ¿se debe todo a los hostigamientos de grupos antiisraelíes en las fronteras? Después de duras guerras (la de 1966 y la de 1977) se pudo firmar la paz con Egipto y Jordania. En todo ello intercedió Washington. Pero ninguno de los bandos ha leído que le pasó a Esparta, que tras haber guerreado con insistencia se dejó estar y la ciudad se fue apagando para siempre.

Netanyahu proviene de un grupo de extrema derecha, el Herut, antecedente del Likud. Zeev Jabotinsky, su líder, fue definido en su tiempo como un fascista. Admiraba las “squadri di combatimento”, visitó a Mussolini en 1936, tomaron el té y se elogiaron mutuamente y hasta negoció que militares polacos preparan en la primera mitad de la década del treinta a guerreros judíos dependientes de Jabotinski, precisamente en uno de los países con población más antisemita de Europa. Gobernaba Polonia el dictador Jósef Pilsudski. El líder Jabotinsky sabía que en Italia uno cada tres ciudadanos de origen judío era fascista, por devoción nacional y deseos de integración. Varios rabinos elogiaron las acciones militares de Mussolini en el África (ver mi libro La Negación de la realidad, Editorial Edhasa).

Han sido excelentes historiadores ingleses los que han corrido la cortina mostrando quien fue, en realidad, Jabotinsky y sus seguidores. Hay constancias que los nazis mismos tenían respeto por los extremistas nacionalistas judíos que buscaban tener patria propia. La lucha nacionalista permitía el diálogo, que existió entre ellos en distintas oportunidades.

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