miércoles 24 de abril de 2024
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Lucha por la calle: ¿Plaza contra Plaza o Clase contra Clase?

                La marcha del sábado frena la escalada desestabilizadora. La movilización convocada por redes sociales acaba de plantar trinchera a los que veían al oficialismo impotente y creían que podían seguir golpeando hasta voltearlo. El gobierno recobra el aliento.

                Las distintas Plazas de las últimas semanas muestran varias cosas. Uno, se mantiene la alta participación en la lucha por la calle de franjas importantes de la Capital y el conurbano. Dos, la fractura social resulta una amenaza creciente para el futuro.

                He escuchado a opositores maldecir el acto oficialista del sábado. Cuarenta y ocho horas antes, el jueves, también oí a oficialistas indignados con la marcha de las CTA. Ninguno parecía intentar comprender o, al menos, tolerar al Otro. El riesgo de las dos Españas que cantaba del poeta Antonio Machado. En la Argentina, por suerte, no se avizoran tiroteos en las calles ni lucha armada. Pero la fractura social, si sigue consolidándose, será un obstáculo insalvable para la construcción de una sociedad deseable.

Enriquecidos vs. ricos

                El kirchnerismo (y la oposición en general) desarrolla una activa campaña que va desgastando al gobierno –aunque a éste lo dañan más sus propios desaciertos que la retórica opositora– acusándolo de promover una gigantesca persecución contra los pobres. Un esclavo de los capitalistas.

Lo repiten los K. Olvidan que el kirchnerismo temprano desarrolló una ideología muy distinta. Ante la capitulación de la burguesía nacional, decía, es tarea de la política crearla desde el Estado. La conducción quedaría en manos de la política y no de la burguesía.

El devenir fue otro: se apropió de ingentes fondos estatales y privados. Anudó acuerdos con la gran burguesía transnacional, cooptó a jefes empresarios locales a cambio de canonjías. El capital concentrado terminó siendo el propio kirchnerismo. El gran beneficiario de la acumulación originaria.

                A pesar de tales evidencias –que lo colocarían en la lista de la codicia pre-capitalista más que la anti-capitalista– trata de sembrar la idea de que combate al capital.

                Las consignas contra el presidente (Macri, basura / vos sos la dictadura), la acusación de “asesina” contra la gobernadora Vidal son inaceptables. Quienes las repiten saben que son falsas. La instalación de la mentira sistemática en la lucha política disuelve las posibilidades de convivencia democrática.

                La oposición busca, sistemática, instalar la brecha. El gobierno de los ricos. Desde ahí intenta conducir a una polarización que sueña favorable. Siendo más los pobres que los ricos, cree que su victoria es inexorable.

                La historia muestra lo contrario. Veamos.

Clase contra clase

                En medio de la crisis de la primera posguerra, la aislada Unión Soviética –ya controlada por Stalin– lanzó la consigna “clase contra clase”. Proletariado vs. Burguesía. El asalto al poder, plebiscitado por el Sexto Congreso de la Internacional Comunista (1928).

                Se apostaba a un estallido popular, una insurrección contra los “partidos burgueses”. Los partidos comunistas abandonaron sus acuerdos de Frente Único con socialdemócratas y otras corrientes de izquierda. Peor aún, los socialdemócratas reformistas fueron etiquetados, con desprecio, como “social-fascistas”. En una época marcada por la aparición del fascismo, los comunistas borran la distinción entre fascistas y republicanos. Ese sectarismo extremo costaría millones de muertos. Los comunistas que vivían en la legalidad en las democracias fueron perseguidos hasta el exterminio en media Europa.

                Con la línea clase contra clase, los partidos comunistas no cosecharon ningún éxito. Con sus redes destruidas, volvieron a la política de frente único anti-fascista. Tarde. Adolfo Hitler había aprovechado para llegar al poder y preparar la guerra.

                Clase contra clase fue aplaudida en la Primera Conferencia Comunista latinoamericana, reunida en Argentina en junio de 1929. Quince meses después, la oficina que funcionaba libremente en Buenos Aires debió ser trasladada clandestina y urgentemente a Montevideo. El golpe uriburista de 1930 mandó a la ilegalidad al movimiento comunista y a los sindicatos combativos. La izquierda nunca podría reponerse de la pérdida de condiciones de legalidad y tolerancia. El siguiente golpe militar, en 1943, haría el resto. El comunismo argentino pasó de movimiento líder de la región a un grupo estructuralmente débil.

Defensa del choripán

                Contra el clasismo anti-Cambiemos, otro clasismo.

                El acto macrista del sábado 1 no tuvo los cuidados de, por ejemplo, el 8N y otras movilizaciones lanzadas por las redes sociales para frenar el Tomo todo de Cristina. Tan valiosas como aquellas concentraciones había sido el enorme cuidado en evitar cánticos ofensivos o hirientes, y sobre todo, la precaución de cualquier consigna que pudiera haber sido considerada destituyente (término inventado por quienes hoy lo practican).

                El sábado coreaban ¡No vuelven más! Parecía no contemplar sólo una consigna contra el kirchnerismo (que sería válida dentro de la picaresca criolla) sino que parecía referir a los sectores sociales sumergidos, presuntos beneficiarios del régimen anterior. Otra falsedad, ya que un gobierno que deja diez millones de pobres mal puede haber protagonizado políticas populares como las que repudiaban los manifestantes. Más visible era el clasismo del ¡Hay que laburar! ¡Hay que laburar!, lanzado indistintamente a piqueteros, desocupados y otras víctimas de antiguos y nuevos ajustes. Desdeñan a piqueteros y sindicalistas. Vagos y mal entretenidos, como se decía en el campo criollo en el siglo XIX para perseguir al gauchaje levantisco.

                Esta penosa consigna recuerda las derechas italianas, en particular la xenófoba Liga del Norte que pretende romper Italia, quedándose con las ricas zonas industriales y separando al Sur pobre y también a la “Roma ladrona”, la de los políticos. La Liga del Norte se justifica en nombre de “la Italia que trabaja”.

Para colmo, muchos de los que rezongan contra los planes cobran –o han cobrado en el gobierno anterior– subsidios, reintegros, y otras prebendas mucho más jugosas que una jubilación. Protestan contra el Estado que da a los pobres, pero se aprovechan del Estado que ordeñan los ricos.

La jactancia de quienes van solos, sin cobrar ni recibir un choripán también inflama. Negar el choripán y el transporte es negar media historia argentina. Lo han practicado desde conservadores a peronistas y radicales Hay clientela, claro. Pero no es sólo clientelismo. Es vecinazgo, formas de sociabilidad de la sociedad tradicional, la solidaridad en los caseríos pobres. Abundan las personas que no se mueven de su barrio. Por falta de dinero, porque es caro venir desde José C. Paz al Obelisco. También por costumbre, desconfianza, miedo. En las villas porteñas, por ejemplo, abundan los emprendedores que ni se les ocurre salir de su hábitat.

Soldar la grieta social

Los actos de las últimas semanas, entonces, compartieron una matriz: faltó clase media. Me apresuro a marcar que en semejantes cantidades siempre será posible encontrar excepciones, personas de todas las clases sociales. Los que fueron caminando, en tren, auto, bondi o subte. Pero la regla principal fue: convocatorias de clase.

La única socialmente cohesionada fue la marcha docente. No la primera, el 6 de marzo, raleada de maestras y desvaída pese a la fuerte movilización de la militancia y los movimientos sociales. Mucho más impactante resultó la última, el 22 de marzo. Era evidente la abrumadora presencia de maestras. Venían junto desde los colegios y se veía su lejanía con Baradel. Maestras furiosas por la infortunada fase presidencial (“caer en la escuela pública”, como fracaso personal o profesional). Maestras comunes que protestan como asalariadas pero como ciudadanas votaron Cambiemos.

                Otro dato. En este 2017, el interior no destaca hasta ahora por las movilizaciones. Incluso el sábado último, fueron muy pobres en general. Rosario, la segunda ciudad del país, nucleó muy pocos manifestantes. En poblaciones pequeñas y medianas, la regla mayoritaria ha sido el acto de baja intensidad.

                Como sea, la Argentina no da tregua. En pocas horas llega el paro general de la CGT. Ahora son los blogueros oficialistas los que convocan a no parar. Difícil que tengan éxito.

                Está haciendo falta, imperiosamente, alguien que conozca a los argentinos. A todos. Era la tarea de la vieja política. ¿O será de la política a secas? A veces se la extraña mucho…

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