martes 16 de abril de 2024
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Mao dijo alguna vez que el mundo temblaría si todos los chinos saltaban al unísono. La amenaza legendaria se transformó en el mito que dice que esa acción podía torcer el eje de la Tierra. En un mundo globalizado y sin tanto misticismo, la devaluación del yuan genera el mismo efecto.

El lunes 5, China hizo otra movida en el ajedrez de la guerra comercial con Estados Unidos. La idea es –aunque los mercados emergentes sean arrasados como externalidad– amortiguar el impacto de las sanciones arancelarias que ordenó Donald Trump. La devaluación llegó luego de que Trump prometiera, la semana pasada, aplicar aranceles del 10% a todas las exportaciones chinas a los EE.UU. que actualmente no están cubiertas por los aranceles ya vigentes, ampliándose a una lista que incluye principalmente bienes de consumo como iPhones y ropa. Los aranceles podrían golpear justo durante la temporada de compras navideñas. Ante la amenaza, la divisa china traspasó el umbral simbólico de 7 yuanes por dólar, su nivel más bajo en once años.

Un yuan más débil en relación con el dólar hace que sea más barato para las compañías chinas vender en los EE.UU., compensando parte del impacto de los aranceles impuestos por Trump. Pero también hace que el precio de los productos estadounidenses sea más caro para los importadores chinos.

Washington respondió acusando oficialmente a Pekín de manipular su moneda, primero con un twitt de Trump y luego con una declaración formal que ninguna administración de Estados Unidos ha hecho con respecto a ningún país desde 1994, cuando China también fue el blanco por primera y única vez.

Al día siguiente, el Banco Central chino declaró que “se opone firmemente” a esas acusaciones. “Estados Unidos ignora los hechos y atribuye injustificadamente a China la etiqueta de 'manipulador de divisas', que es un comportamiento que perjudica a los demás y a uno mismo”, añadió el Banco Popular de China, según su sitio web. En la víspera, el presidente del Banco Central chino, Yi Gang, afirmó que China “no se compromete[ría] en una devaluación competitiva” y que no “utiliza[ría] el tipo de cambio […] para hacer frente a problemas exteriores, como los diferendos comerciales”.

Para reforzar su posición el Banco Central chino dijo que, “Según los datos publicados por el Banco de Pagos Internacionales, desde principios de 2005 hasta junio de 2019, el tipo de cambio efectivo nominal del yuan se apreció en un 38%, y el tipo de cambio efectivo real se apreció en un 47%”.

Algunos analistas consideran, sin embargo, que Pekín todavía tiene margen para dejar caer todavía más su moneda, táctica que tiene un límite. La devaluación implica un encarecimiento de las importaciones, por lo que Pekín tendrá que pagar más caro sus insumos industriales, entre los que se cuenta el petróleo.

China ya ha dado un duro contragolpe a la guerra declarada por Trump, infringiendo un estratégico revés a los farmers norteamericanos, un segmento electoral clave de la actual Administración, justo antes de las elecciones presidenciales. Los agricultores muestran una creciente frustración con la incapacidad de Trump para llegar a un acuerdo con el presidente chino, Xi Jinping. Según los informes, China detuvo las compras agrícolas después de la última amenaza arancelaria de Trump. Las exportaciones agrícolas a China cayeron a 7,5 mil millones de dólares en 2018, de los 16,2 mil millones de dólares en 2017, según RBC Capital Markets, y ahora se espera que caigan a 6,5 mil millones en 2019, cuando el 30 de septiembre cierre el año fiscal, según el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos.

“El anuncio de China de que no comprará ningún producto agrícola de los Estados Unidos es un duro golpe para miles de agricultores y ganaderos que ya están luchando por sobrevivir”, dijo el lunes en un comunicado Zippy Duvall, presidente de la Federación Estadounidense de la Oficina Agrícola.

China, por otra parte, podría aumentar la presión sobre Estados Unidos reduciendo su participación en los bonos del Tesoro estadounidense, estimada en más de 1 billón de dólares. Pero, sobre todo, cuenta con su milenaria paciencia, en contraste con un Trump ansioso ante su volátil proyecto de reelección.

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