La Argentina se encuentra, una vez más, ante una encrucijada en la que se le presenta la oportunidad de trazar un camino hacia algún proyecto de desarrollo económico. Pero hay razones para ser pesimistas: desde hace 100 años nuestro país es incapaz de lograr un acuerdo político sustentable para definir una forma de convivencia interna y un modo de vinculación externa, situación que al parecer seguirá acompañándonos por un largo tiempo más, dado que la política vernácula se niega a abandonar la polarización y la estigmatización del otro.
Como si esto fuera poco, la mayoría de los actores políticos entran gustosos en (o bien se dejan arrastrar hacia) una forma de abordar y comunicar los serios desafíos que tenemos por delante a través del estilo de los panelistas televisivos y las redes sociales, lo cual, como ya se sabe, exacerba el enfrentamiento, la chicana, las falacias, la agresión, la burla, la posverdad, las noticias falsas y los golpes de efecto, todo ello en detrimento de la información objetiva, la reflexión seria y el debate intelectualmente honesto.
En abierto contraste con lo anterior, esta semana tendrá lugar el XIV Congreso Nacional de Ciencia Política en el campus de la Universidad Nacional de San Martín. Se trata de uno de los congresos del ámbito de las ciencias sociales más importantes de toda América Latina, donde más de 2.500 científicos expertos en diversos aspectos de la política y la gestión estatal se reúnen para intercambiar conocimiento científico acumulado a lo largo de años de investigación y estudio, en un proceso de encuentro y diálogo entre académicos de diversas áreas de investigación, distintos enfoques teóricos e incluso diferentes preferencias políticas.
En estos congresos, la asociación que nuclea a los politólogos a nivel nacional (la Sociedad Argentina de Análisis Político, SAAP), reúne cada dos años a especialistas en temas pertinentes desde el punto de vista científico y al mismo tiempo relevantes desde el punto de vista político. Así, se trabaja para entender, explicar y mejorar los mecanismos electorales y de representación de intereses, el funcionamiento de diversas instituciones o marcos institucionales como el Congreso, la Justicia, el federalismo o el presidencialismo; la comunicación política y gubernamental; el diseño y la eficacia de las políticas públicas; las políticas orientadas a la equidad social; la política exterior; la diversidad de género en el ámbito público; la historia de las ideas políticas o las bases sociológicas que influyen en las preferencias electorales, entre otros temas también importantes.
La ciencia política es una disciplina indispensable para reducir la improvisación en la toma de decisiones, y para lograr una democracia de mayor calidad y con mejores resultados. De hecho, esos objetivos han marcado a fuego su crecimiento y su evolución. Señalo solo dos ejemplos.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, las democracias más avanzadas transitaban profundos procesos de modernización, democratización y cambio social que requerían ser explicados y también conducidos con parámetros más racionales que la mera intuición política, y que surgieran de una ciencia de la política.
En esa búsqueda de certezas para tomar decisiones en un momento clave, el profesor de ciencia política estadounidense Woodrow Wilson (luego presidente de Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz) escribió en 1887 un artículo célebre en el que expresa que el estudio científico de la administración es un medio para producir en el sector público una revolución tan profunda como la que se había producido en el sector privado durante la reconstrucción posterior a la guerra civil en ese país.
El segundo ejemplo es del siglo XX. En 1947, con la multidimensional catástrofe que significó la Segunda Guerra Mundial todavía en la superficie, la UNESCO comenzó a plantear la necesidad de la creación de una asociación mundial de ciencia política (institución que finalmente creó en 1949 con el nombre de International Political Science Association, IPSA) con el objeto de estudiar y ayudar globalmente a reformar las instituciones políticas que habían llevado a tal desastre. Hoy la IPSA cuenta con más de 60 asociaciones nacionales de ciencia política afiliadas, entre ellas nuestra SAAP, fundada en 1982.
Es decir que gracias al reconocimiento de procesos y coyunturas cruciales, y al posterior desarrollo del conocimiento científico sobre la política a nivel global, hoy sabemos mucho más que nunca antes sobre los elementos de la política, y a pesar de la persistencia de problemas graves, la gestión de los conflictos políticos ha mejorado mucho y se han producido beneficios notables para millones de personas.
En nuestro país, y en vísperas de unas elecciones decisivas, este Congreso Nacional de Ciencia Política que lleva como título general “La política en incertidumbre. Reordenamientos globales, realineamientos domésticos y la cuestión de la transparencia” es una oportunidad para que los tomadores de decisión y los actores políticos en general puedan nutrirse de conocimiento científico sobre la política, ya que en varios de sus temas de estudio están las claves de muchas de las frustraciones nacionales. Tanto en el plano doméstico como en el internacional, la Argentina experimenta una creciente necesidad de comprender, interpretar y explicar sus problemas políticos abandonando las reacciones desinformadas y consecuentemente espasmódicas.
Publicado en Clarín el 15 de julio de 2019.
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