viernes 29 de marzo de 2024
spot_img

Aportes en educación para que juntos seamos el cambio

Hace unos días el Presidente de la Nación encabezó el lanzamiento del programa “Aprender Conectados” en el nivel inicial, en el Jardín de Infantes N° 917, del barrio Libertador, del partido bonaerense de Tres de Febrero. Acompañado en el acto por la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, el ministro de Educación de la Nación, Alejandro Finocchiaro y el intendente local, Diego Valenzuela, Mauricio Macri describió algunos trazos gruesos de la política educativa de su actual gestión. En ese “trazo grueso” hay algunas luces (una de ellas, posiblemente la más importante, es poner la Educación en la agenda pública) y varias sombras que sería bueno analizar. Tratándose de una “etapa de cambio” donde pareciera que estamos debatiendo en torno a las transformaciones estructurales que la Argentina demanda, el desafío educativo no debe ser tomado a la ligera, como algunas veces parece ocurrir por ciertos referentes políticos y sociales. En el discurso oficial, mucho “lugar común”, que el presidente está utilizando, seguramente mal asesorado por quienes deberían profundizar en líneas de argumentación alejadas del marketing y que al final del camino se dan de bruces con el objetivo de la tarea encarada en Educación.

Mi idea acá es aportar. El presidente no tiene obligación de ser “experto en todo”. Tengo claro que no existe mala voluntad. Sólo, posiblemente, la necesidad de mostrar gestión hace que algunas veces se deje de lado los “porqué” y en ese trajín, varios que están por debajo del presidente, puede que no estén a la altura de las circunstancias. Lo mío es sólo un aporte para abrir debates. Tampoco creo que yo tenga la verdad. Hay otros y mucho mejores que yo que pueden aportar “densidad conceptual” para corregir errores a algunas de las políticas que desea llevar legítimamente adelante, éste como cualquier otro gobierno. Acá, sólo dejo algunas ideas sueltas que pueden servir en ese sentido…

Para comenzar, dos elementos que tomaré sólo a vuelo de pájaro ya que no es el objetivo central de esta nota.

El primero, la confusa idea de la “politización de la Educación”. Esto es algo que debería ser profundamente definido con el objeto de comprender si en realidad estamos hablando de una “partidización” o de una “politización” que, dicho sea de paso, toda Educación lleva implícita. Sin lugar a dudas la neutralidad es fundante en la Educación argentina. No habría mucho por discutir si la cuestión es el primer concepto de “facción”. No deberíamos estar de acuerdo. Pero si el segundo concepto se confunde con el primero estaremos en un problema. Hablar de educación democrática, participativa, inclusiva o los adjetivos que quieran agregarle es hablar de una política. Y dependerá de un momento histórico y un marco ideológico lo que en ella ocurra… Y eso en sí mismo no está mal.

Segunda salvedad. No por casualidad dejaremos de lado el tema del segmento etario al cuál están orientadas estas políticas presentadas en esta oportunidad. Hay algo en que nosotros todavía no logramos claridad y que las sociedades a las que le va mejor ya tienen resuelto: el nivel inicial, de 45 a 5 años, es para jugar y jugando se aprende. Acá todavía debatimos si necesitamos más o menos “aprestamiento” o debemos incluir niveles de alfabetización y cálculo. Hablamos de “pre escolarización” convirtiendo las instituciones en “escuelas” cuando el objetivo de una Educación temprana debe ser otro. Queremos que todas las instituciones de este nivel sean iguales (recurrimos a la figura del “Jardín de infantes”) cuando es el nivel donde mayor dispersión de formatos institucionales válidos se han desarrollado a lo largo de los últimos 50 años y que hoy conviven casi sin inconvenientes. Cuando un chico “aprendió a jugar” y “acepta reglas sociales” (para ser bien llano y no complicar el texto) aprende rápidamente a leer, a escribir y las primeras nociones de cálculo. No abandono igual el punto sin antes remarcar algo sumamente importante y para aplaudir del discurso presidencial: “lo que pasa entre los 0 y 5 años es la base de toda la vida, y lo que no hacés en ese momento, en nutrición, en prevención, no lo podés recuperar”. Por eso y en una Argentina donde más del 50% de la población menores de 14 años viven por debajo de la línea de la pobreza sería/es una “política revolucionaria” que todos los chicos accedan a una dieta saludable en el seno familiar, una buena cobertura de salud eficiente y eficaz, un desarrollo social que no excluya por lugar de nacimiento a nadie. Algo que excede claramente el marco de una política escolar. Algo que todavía estamos tratando de encontrar y que se emparenta más con nuestra mirada sobre políticas de desarrollo humano y social que con lo estrictamente educativo, aunque éste último se incluya como un elemento importantísimo de esas políticas.

Como tercer elemento, con mucha alegría coincidimos con el presidente en la “figura central del maestro” para llevar a cabo las transformaciones que buscamos. Es muy bueno que un presidente agradezca a los docentes el trabajo que llevan a cabo y proponga políticas de mejora del recurso humano. Lo equivocado por ahí es pensar que esas políticas tienen que estar sólo orientadas a “estar al corriente de las nuevas tecnologías” haciendo una errónea comparación con los médicos. La jerarquización y capacitación permanente de un docente debe incluir el uso de nuevas tecnologías pero el centro siempre debe estar puesto en las mejoras y actualizaciones pedagógicas más que en la mera utilización de “nuevas herramientas”, lo que nosotros denominamos “recursos didácticos”. En el fondo, los cambios tienen que ver con nuevos paradigmas educativos y no con los “instrumentos” que pueden ir cambiando a lo largo de la Historia. Enseñar a relacionarse con uno mismo y con el mundo no depende tanto de una computadora o un pizarrón y tiza sino de la incorporación de ideas y conceptos necesarios para que esa relación sea relevante. Por otro lado, es necesario entender que si consideramos a los maestros como la figura central del proceso, es imprescindible que ellos tengan una activa participación en la construcción e implementación de estas políticas transformadoras. La idea de “imponer” no está bien. Menos en un sistema democrático como el que todos pretendemos mantener. Pero ojo: las decisiones centrales de política educativa deben ser facultad del Estado y allí los gobiernos deben definirlas, argumentarlas, fundamentarlas técnicamente. De allí en más la participación de los docentes en su diseño e implementación es fundamental. La expertiz es esencial y sólo los docentes pueden llevarlas a cabo en las aulas. Y para eso hay que terminar con “echar leña al desprestigio”. Necesitamos mejores docentes, pero los que tenemos no son los peores. Comparativamente son mucho mejor que lo que creemos o lo que nos muestran o nos cuentan. Si los gobiernos aprendieran a separar las peleas gremiales de la implementación de políticas estaríamos un paso adelante. Una forma de hacer “docencia” desde los Estados. Para ello, los gobiernos tienen que entender que hoy existen mecanismos dentro del propio sistema educativo que no exploran o desechan, por ahí por desconocimiento o falta de confianza en los cuadros intermedios del sistema, con los que pueden desarrollar e implementar políticas. Y si no alcanzaran los existentes podrían construirse muchos más y ahí sí la tecnología podría ayudar a multiplicar y mejorar la participación de los docentes en la construcción colectiva. Y repito, no es necesario, ni recomendable discutirlas con los sindicatos en su rol gremial. El sindicato no debe ser el intermediario entre gobiernos y docentes en materia de política educativa. Necesitamos que se ocupen de defender derechos de los trabajadores y está muy bien que así sea. Los docentes además de trabajadores son profesionales y ese es el perfil que debería fomentar un gobierno. Imponer un tipo de metodología de la enseñanza de la lecto escritura porque esté moda, o de la enseñanza de la matemática -definiendo como novedoso algo que hace décadas viene implementándose desde nuestros profesorados- sin consenso de los propios actores no está bueno. Sólo dos entre diversos ejemplos de los múltiples que se dieron en los últimos años. Un buen discurso de apertura al diálogo debe eliminar ciertos rasgos autoritarios que se producen probablemente como subproducto del desconocimiento sobre lo educativo y sobre el propio sistema de parte de los que conducen. Y todo ésto nos lleva a detectar con cierto desprecio por la Historia, las tradiciones y la memoria de las instituciones. Hay poco por “descubrir” en Educación fuera de las instituciones. Abandonar la lógica fundacional y el desprecio por el “estado del arte” del saber académico y la experiencia serían de gran ayuda al momento de definir nuevos horizontes.

Otro elemento discursivo que debería pulirse es eso de que en esta gestión se trabaja por “la educación de todos, pero que todo lo que hacemos debe llegar especialmente a los más vulnerables”. ¿Quién duda que la Educación puede ser una variable de ascenso social? Pocos o nadie a esta altura. Pero ese “optimismo pedagógico” debe ser matizado con la idea de que la Educación no puede, ni es una variable independiente. Algo que vengo diciendo desde hace varios años y que los estudios ya lo vienen demostrando: hay que desmontar la relación causal, directa y unidimensional que plantea esa idea de “La Educación resuelve todo” ligado más a la modernidad positiva o al discurso del imaginario popular que, quienes toman decisiones en el ámbito educativo, están fomentando desacertadamente. No tendremos una economía moderna y una sociedad integrada sólo de la mano de lo educativo. La Educación no logra las transformaciones que lo social y lo económico destruyen. Un buen ejercicio para eso es remontarse a la Historia y ya que somos un país bastante “Sarmientino” no estaría mal revisar las políticas educativas de su época en el marco de las transformaciones globales que planteaba para nuestro país. Estemos o no de acuerdo con ellas. Sólo como un ejercicio de aprendizaje.

Y conectado a esto último algo que sí es preocupante ya que limita y empobrece los alcances de la Educación. Macri contó que el programa Aprender Conectados “tiene que ver con lo que está pasando en el mundo, que gira a una velocidad nunca vista y está transformando el trabajo”, y se refirió a la revolución tecnológica y las medidas de su gobierno para que el país no se quede afuera de esos avances. Nadie podría plantear querer perder la carrera tecnológica y la posibilidad de liderar, aunque sea regionalmente, lo que algunos llaman (no estoy tan de acuerdo, pero acepto por necesidad el concepto) de “Economía del Conocimiento”.
Acá necesito remarcar algo. Existe en el discurso oficial y Macri lamentablemente no logra zafar de esta lógica una visión mercantil y utilitaria de la vida. “Todo se compra, todo se vende. Y si no ‘sirve’ ¿para qué hacerlo?”. De aquí, se desprende el resto. Es cierto, no es un error atribuible sólo a una concepción ideológica. La Educación planetariamente está transcurriendo un momento complejo de pérdida de sentido. Pero echar mano a un sentido mezquino y pequeño por falta de uno mejor, renunciando a construir uno entre todos, descomplejizando el desafío por necesidad de dar algo, no está nada bueno. Sintetizar en una única relación Educación, Tecnología y Trabajo (este último pensado en lógicas de “empleabilidad”) desdibuja el verdadero sentido de la Educación. En síntesis, la convierte en una actividad meramente instrumental. ¿Educar para el mercado laboral? Sea el actual o el futuro, no cambia sustancialmente. Es más, existe una contradicción flagrante con la visión del futuro: ante la pregunta “¿Para qué educar?” y la respuesta “Para un mundo donde todavía no conocemos los trabajos del futuro” surgen miles de dudas sobre lo que estamos haciendo hoy y nos exige una mayor rigurosidad con las propuestas a debatir. ¿Qué es lo que un alumno que ingresa hoy al sistema educativo necesitará en doce o quince años? ¿Qué necesitará en 20 o 30? En este sentido, el mundo educativo debate en torno al desarrollo de las soft skills (habilidades blandas) y las hard skills (habilidades duras). Unos le ponen más énfasis en unas u otras. Sin embargo, son dos tendencias que tienden a encontrarse cada vez más y en las que no se piensa sólo en las herramientas a utilizar. Un ejemplo: algunos trabajos de investigación demuestran el efecto nulo y hasta negativo del aprovechamiento temprano de las nuevas tecnologías en el sistema educativo. ¿Más conectados y con mejores dispositivos es mejor o peor? ¿Se aprende más? Por lo tanto, alegrarse de que estamos copiando a otros 4 países del mundo que implementaron la robótica y la programación en inteligencia artificial “a todos los alumnos en todos los niveles de educación obligatoria”, puede que no sea de gran utilidad más que para “autoconvencernos”, por ahí equivocadamente de que somos “los mejores del mundo”. Pero, ¿es así? ¿Por ahí pasa el cambio? No parece. Para la inmensa mayoría de aquellos países donde el debate está abierto las decisiones son tomadas tras profundas investigaciones. En algunos de ellos el foco se pone en otro lado. En algunos, se desecha la idea de que un chico debe “hacer todo con tecnología…”. En algunos se “vuelve atrás” y se retiran los dispositivos electrónicos de las aulas… En algunos nunca se propusieron que llegaran… No hay una regla mundial. Más bien hay un debate. Algo para explorar… Necesitamos ser parte del debate. La Educación es un poco más que la moda…

spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Alejandro Garvie

Marielle y Brigitte, crímenes políticos horrorosos

Fernando Pedrosa

Argentina no puede cambiar hace años, pero ahora quiere hacerlo rápido y dos veces

Maximiliano Gregorio-Cernadas

El trilema de Oppenheimer y la encrucijada argentina