En un país con más de 20 millones de ciudadanos que dependen de fondos del Estado (incluyendo sueldos, jubilaciones, pensiones y planes sociales) y con más de la mitad de sus niños sumidos en la pobreza sólo se pueden esperar situaciones exasperantes en un futuro cercano.
Porque no depende de lo que intente resolver una gestión de cuatro años en el poder, sino de una continuidad en la aplicación de políticas públicas. Mientras tanto, pocos hablan de estos hechos: el país está prácticamente detenido frente a las elecciones.
Sólo con 6,2 millones de trabajadores registrados (en blanco) que pagan sus aportes y una presión impositiva descomunal a empresas y a ciudadanos que todavía pueden enfrentarla se puede mantener este dislate, que tiene rasgos de ciencia-ficción.
Una Pyme tiene que hacerse cargo de 47 gravámenes, la mayoría en forma directa y el resto de manera indirecta , como agente pasivo de retenciones, pagos a cuenta o retenciones. Hasta los jubilados,muy injustamente, enfrentan el impuesto a las ganancias, mientras los jueces están exentos de esa presión agobiante.
En el Conurbano, el año pasado, según el Observatorio de la Deuda Social que depende de la Universidad Católica, la pobreza monetaria alcanzó al 63,6 % de niños y adolescentes bonaerenses pero el 15,4 % figuran como pobres indigentes. El problema ha tendido a agudizarse por la recesión que trajo el ajuste y los planes de contracción.
Se conocen distintas derivaciones. Casi el 30 % del total no logra cubrir las necesidades alimentarias. No comer es no crecer, es reducir la capacidad de aprendizaje, es continuar siendo un marginado a lo largo de la vida. Porque con todos esos recortes, la escuela está incapacitada para resolver las necesidades del conocimiento y de la inserción en la sociedad. La pobreza y el no comer incrementan la proporción de enfermedades: los pobres viven menos, envejecen más rápido, no llegan a disponer de remedios imprescindibles.
La sensación que se percibe en la sociedad es que los políticos, en las luchas por el poder, sólo conocen la intriga, las campañas contra los adversarios , los círculos cerrados, que están lejos de la realidad. Viven pendientes de las encuestas, todas muy relativas, demasiado frágiles si no se hacen científicamente, como deberían hacerse, con rigurosidad y responsabilidad. No asumen la posibilidad cierta de que los resultados de esas encuestas no muestren, como un espejo, la marcha certera del país.
Cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial, en 1941, no disponía de un Ejército moderno. La falta total de fondos de los años 30 impidió al país ampliar sus filas. Hubo que convocar a la población para enfrentar a los enemigos.
Pero se debía pasar por los controles de Salud. Allí fueron rechazados por raquitismo y otras enfermedades originadas en la pobreza extrema el 25 % de toda la generación criada en la Gran Depresión. Lo mismo ocurrió en los cinco años después de terminar la contienda. En Europa debieron inaugurar centenares de centros de rehabilitación y no escatimar fondos para la niñez, mientras se podía. La pobreza extrema, entre los escombros, se revirtió en la década del ‘50.
Publicado en Clarín el 19 de junio de 2019.
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