El pasado miércoles, a través de un decreto, Alfredo Cornejo puso fin a la reelección de los intendentes. La noticia causó convulsión política en la dirigencia autóctona, llegando a ocupar plaza en los medios nacionales. No es para menos. Esta especie de Pronunciamiento -en el sentido icónico de la palabra- acaba con cualquier atisbo de enquistamiento en el poder, beneficiando a diversas instituciones con aires republicanos y democráticos.
Entre las claves de nuestra robustez democrática hallamos un impedimento constitucional: el gobernador no puede renovar mandato de modo inmediato.
Lamentablemente, este mecanismo no es moneda corriente en el resto del país y tampoco lo fue a lo largo de nuestra historia.
Un caso emblemático de caudillismo “cuasi feudal” es el del santiagueño Felipe Ibarra quien, gracias a la violación sistemática de cualquier límite a su potestad, llegó a establecerse 31 años al mando del gobierno, récord que aún ostenta. Durante estas décadas no se preocupó por dar a Santiago del Estero algún orden legal, aunque pregonó siempre la necesidad de una Constitución. Sus palabras aun hacen eco en el profundo abismo de la demagogia.
Como dijimos, aquél gobierno fue el más largo de la historia nacional, pese a ser elegido -en un principio- solo por veinticuatro meses.
Relata Antonio Zinny: “Al concluir el término prefijado disolvió la Legislatura; más el pueblo se reunió en Cabildo abierto y le hizo saber que había terminado el período de su mandato. Presentase entonces Ibarra en la sala capitular y tira el bastón, prodigando insultos a los individuos que componían el Cabildo. Enseguida se retira al Salado, y de allí manda una fuerte partida que saca en ancas a los capitulares”.
Ahora, supongamos que como esgrimen algunos, para hacer un buen gobierno se necesitara más de un mandato. Ibarra, lejos de mejorar su provincia la empobreció y llegando a falsificar monedas de modo estatal.
Como este caso hay muchos. Algunos remiten a provincias cercanas, por ejemplo San Luis, donde el primer Saá gobernó hacia 1860. Conocerlos permite valorar, aún más, las políticas que apuestan por una renovación permanente, entendiendo al cambio no como un eslogan de campaña, sino como la base de cualquier democracia saludable.
Los caudillos no tienen espacio entre los nuevos paradigmas, dónde se habla de líderes que se ajustan al papel de funcionarios. Hombres y mujeres seleccionados, por un tiempo determinado, para cumplir con tareas administrativas de relevancia.
El “pronunciamiento de Cornejo” es un claro avance hacia las sociedades vanguardistas, aunque sin dejar de hacer honor a parte de nuestro pasado. Pues, a diferencia de hombres como Ibarra, quienes construyeron las bases del Estado Nacional lo hicieron sobre la alternancia política. Gracias a que ni Mitre ni Avellaneda tuvieron reelección, Sarmiento y Roca se convirtieron en los grandes constructores del país.
Publicado en Los Andes el 24 de noviembre de 2018.
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